La toma de Berlín, cierre de una gesta heroica

Lunes, 16. Mayo 2022

El 30 de abril de 1945 las tropas del Ejército Rojo colocaron la bandera roja con la hoz y el martillo sobre el Reichstag -el parlamento alemán-, poniendo fin a la Batalla de Berlín y anticipando el final de la Segunda Guerra Mundial. 

Los combates entre el Ejército Rojo y las mermadas fuerzas que respondían al Reich para tomar el centro de la capital fueron feroces, al igual que el enfrentamiento dentro de la Cancillería, que se desarrolló habitación por habitación. Cuando la tarde del 30 de abril las tropas soviéticas se abrieron paso hacia el tejado del parlamento, aún quedaban varias habitaciones en poder de los nazis. Recién el 2 de mayo lograron la ocupación total del edificio. La rendición incondicional fue firmada por el alto mando alemán el 8 de mayo de 1945 a las 22:43 hora central europea, 9 de mayo a las 0:43 hora de Moscú, ante el Mariscal del Ejército Rojo Gueorgui Zhúkov. Semanas más tarde, el 24 de junio de 1945, se celebró el Desfile de la Victoria en la Plaza Roja de Moscú. En su parte culminante desfilaron 200 portaestandartes, arrojando al pie del mausoleo de Lenin las banderas de las tropas alemanas derrotadas.

Se cerraba así la Segunda Guerra Mundial en el escenario europeo. El antecedente inmediato de la misma había sido la Guerra Civil Española, desarrollada entre julio de 1936 y abril de 1939. Allí los generales alzados al mando de Francisco Franco derrotaron a la República, en cuya defensa ocuparon un lugar de primera línea los comunistas españoles. Los franquistas contaron con el apoyo explícito de la Alemania nazi y de la Italia fascista, además de la neutralidad funcional de Francia y Gran Bretaña. Por su parte, la URSS prestó apoyo militar a la República, al tiempo que impulsó la organización de las Brigadas Internacionales.

La Segunda Guerra Mundial propiamente comenzó en septiembre de 1939 con la invasión alemana a Polonia. Algunos meses antes, en marzo, Alemania había ocupado el oeste de Checoslovaquia con la aprobación de Gran Bretaña, que quería “evitar provocaciones”. La conducta pusilánime de los británicos hacia el avance nazi suele ser secundarizada frente a la firma del pacto Molotov-Ribbentrop en agosto de aquel año. Para la Unión Soviética, el pacto de no agresión con Alemania significó ganar tiempo para prepararse ante una segura agresión que la tendría en el centro del escenario de guerra.

La misma se concretó en junio de 1941. Los nazis habían previsto la invasión a la URSS como otro paseo, al igual que las incursiones en Checoslovaquia, Polonia, Francia, Holanda, Bélgica, Dinamarca y Noruega. Pero la nación socialista fue un verdadero pantano, que tuvo su punto de inflexión en la batalla de Stalingrado, entre agosto de 1942 y febrero de 1943, luego de la cual cambió el curso de la guerra. Colaboró con ello la apertura del frente occidental por parte de EEUU y Gran Bretaña.

En su discurso transmitido por radio el 3 de julio de 1941, Stalin le hablaba así al pueblo soviético: “Esta guerra con la Alemania fascista no puede ser considerada como una guerra ordinaria. No sólo es una guerra entre dos ejércitos, es también una gran guerra del pueblo soviético contra las fuerzas del fascismo alemán. El objetivo de esta guerra nacional de nuestro país contra los opresores fascistas, no es sólo la eliminación del peligro que pende sobre nuestro país, sino también ayudar a todos los pueblos europeos que sufren bajo el yugo del fascismo alemán (…) ¡Todas nuestras fuerzas para apoyar a nuestro heroico Ejército Rojo y a nuestra gloriosa Armada Roja! ¡Todas las fuerzas del pueblo para la demolición del enemigo! ¡Adelante, hacia la victoria!”

El curso posterior de los acontecimientos dio aval a estas palabras. En su paso desde el Volga hasta Berlín, el Ejército Rojo fue liberando los campos de concentración que habían levantado los nazis en el oriente europeo. El avance soviético en el marco de la ofensiva aliada también templó el accionar de la resistencia popular contra el fascismo en los distintos países ocupados, siendo muy relevante el papel jugado en ellas por los comunistas. Con la derrota alemana, a nivel global la guerra terminaría en agosto de 1945 con la rendición de Japón, tras los criminales bombardeos nucleares que realizó EEUU sobre Hiroshima y Nagasaki.

La guerra costó a la URSS 27 millones de muertos. Semejante sacrificio estuvo a la altura del aporte realizado. La guerra librada por el pueblo soviético, su Ejército Rojo y su Partido Comunista logró expulsar al invasor de su territorio; epopeya que trascendió con mucho sus intereses nacionales puntuales. La derrota de la bestia fascista generó las condiciones para impulsar procesos revolucionarios y luchas de liberación nacional en varias partes del mundo. 

Así, la defensa de la patria de los trabajadores llevaba implícita la lucha por la patria de la Humanidad, esa que hoy demanda la intervención de los trabajadores y los pueblos oprimidos del mundo para expropiar a los monopolios que, a través de los estados imperialistas, nos empujan hacia nuevas guerras de agresión y rapiña. A ellas, los revolucionarios opondremos la guerra del pueblo por la Liberación y el Socialismo.


Facundo Palacios

Publicado en: 
Lunes, Mayo 16, 2022 - 18:15

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