Preparar la insurrección

Jueves, 14. Septiembre 2017

Hacia el Centenario de la Revolución de Octubre
Preparar la insurrección
La derrota del golpe de Kornilov

Luego del fallido intento de golpe de estado encabezado por el general Kornílov, comandante en jefe del ejército, que fue desbaratado por el rápido y enérgico accionar de los obreros de Petrogrado bajo la dirección bolchevique, el gobierno de Kerenski tambaleó y la referencia política de masas de los bolcheviques entró en ascenso.
Kerenski se encontraba en un momento de debilidad extrema. El ejército estaba descabezado, desmoralizado y confuso, la relación entre tropa y oficiales se había quebrado y la cadena de mando se desplomaba. El avance alemán continuaba y amenazaba Petrogrado. A mediados de septiembre el general Alexeiev, el sucesor de Kornilov, renunció planteando que el ejército ruso, entendido como una organización unificada y de mando centralizado, no existía más. En el campo se extendieron las revueltas de los campesinos pobres que expropiaban a los campesinos ricos por sus propios medios sin esperar al gobierno provisional.
El Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, bajo dirección de los socialista revolucionarios y mencheviques también quedó herido en su credibilidad y capacidad de manejo de una situación que tendía a agravarse en todos los sentidos. Ligados desde febrero al gobierno provisional su ascendiente frente a las masas estaba en decadencia.
La resistencia a Kornilov fue organizada por los obreros de sindicatos y fábricas que estaban bajo dirección de los bolcheviques o que se plegaron al llamado de defender la capital ante el avance del golpe. La vigilancia armada, puesta en práctica por los bolcheviques a través de los Guardias Rojos y las milicias obreras de la capital, como resultado práctico del intento de golpe, se expresaba en masas de trabajadores, soldados y marinos en armas que recorrían la capital rusa alertas a cualquier intento de ahogar por la fuerza el nuevo ascenso revolucionario en marcha.
Los bolcheviques emergieron ante las masas como el único partido no comprometido con la burguesía ni con el gobierno provisional, que por su carácter de clase no podía resolver las causas que habían dado origen a la revolución de febrero: paz, pan y tierra. Eran los únicos que se presentaban como los garantes de una salida a la crisis a través de un poder obrero instaurado por una insurrección armada.

El ascenso bolchevique

Los bolcheviques habían ganado la mayoría del soviet de Petrogrado el 31 de agosto y del soviet de Moscú el 5 de septiembre. En octubre estaba programada la segunda reunión de los soviets de toda Rusia y la perspectiva favorecía enormemente la tendencia que iba en aumento expresada por el vuelco de las masas a la filas de los bolcheviques.
En ese marco Lenin, escondido en Finlandia, llamaba a preparar de forma urgente la insurrección armada para terminar por la fuerza con el gobierno provisional, antes de la realización del Congreso de los soviets y entregarle el poder en sus manos. Lenin era consciente de que la posibilidad de la revolución socialista era única y el momento no se mantendría en el tiempo. La consigna de organizar la insurrección adquiría una claridad diáfana. Era el momento de actuar decididamente: “Habiendo obtenido los bolcheviques la mayoría en los soviets de diputados obreros y soldados de ambas capitales, pueden y deben tomar el poder estatal en sus manos.”

No esperar el traspaso del poder a los soviets: los soviets deben tomar el poder

“Es ingenuo esperar hasta el momento en que los bolcheviques tengan una mayoría ‘formal’: ninguna revolución espera tal cosa”.
Lenin consideraba que el momento de la revolución había llegado y no había que esperar hasta que se reuniera el Segundo Congreso de todos los soviets de Rusia. La revolución no era una transferencia legal, burocrática del poder de una clase a otra en la que los soviets asumirían el poder que el gobierno provisional de Kerenski ya no podía ejercer. La amenaza cierta de las tropas alemanas que se acercaban a Petrogrado, y el peligro cierto de que el gobierno provisional entregara la capital a los alemanes antes que dejarla en manos de los revolucionaros era factible, tal como había sucedido con la Comuna de París, cuando el gobierno francés en guerra con Alemania se alió a éste para ahogar en sangre a los comuneros parisinos. En última instancia, sólo las masas de trabajadores, soldados y marineros armados bajo la dirección revolucionaria de los bolcheviques defenderían la ciudad. Pero ese panorama sería terriblemente perjudicial para la toma del poder y la revolución. Tampoco cabía darle tiempo a que la derecha pro-monárquica, que quería la restauración del zarismo, se organizara y aplastara a los soviets: sus intenciones habían quedado claramente demostradas con el intento de golpe de Kornilov.
Los soviets debían tomar el poder ya que era el momento exacto donde la insurrección armada debía inclinar la balanza a favor de la revolución. Se lanzó nuevamente la consigna “Todo el poder a los soviets”, pero en esta situación ya tenía otro contenido. A los ojos de las masas significaba el desafío abierto al gobierno de Kerenski: ya no se trataba del tránsito pacífico hacia el poder, sino del asalto al poder a través de la insurrección.

No esperar la convocatoria a la Asamblea Constituyente

“¿Por qué deben los bolcheviques tomar el poder precisamente ahora? Porque la inminente rendición de Petrogrado hará nuestras posibilidades cien veces más difíciles. Y con Kerenski y compañía al frente del ejército, no podemos impedir la rendición de Petrogrado. No podemos ‘aguardar’ a que se reúna la Asamblea Constituyente, pues entregando Petrogadro, Kerenski y compañía siempre podrán hacerla fracasar. Sólo nuestro partido, con el poder en sus manos, podrá garantizar la convocatoria a la Asamblea Constituyente.”
El llamado a una Asamblea Constituyente, elegida democráticamente, que redactase una constitución, había sido lanzado por todos los partidos, tanto liberales como socialistas, en la insurrección de 1905. Como respuesta a los sucesos de 1905 el zar creó el parlamento (Duma Estatal) que estuvo destinado no a moderar el poder del zar, sino a reforzarlo. Justamente antes de crear la Duma el zar había promulgado la Constitución de 1906 donde expresamente se fijaba que los ministros del Zar no eran elegidos por la Duma, ni debían rendir cuentas de sus actos de gobiernos, al tiempo que el Zar se reservaba el poder de disolver este parlamento cuando lo desease y convocar a nuevas elecciones.
Desde febrero estaba pendiente la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Convocatoria que el gobierno provisional siempre retrasó ya que se convertiría en un obstáculo frente a sus políticas de continuación de la guerra. Justamente en su carácter de “provisional” se escudaba la burguesía para no tomar ninguna de las medidas urgentes que reclamaba el pueblo ruso para salir de la carnicería de la guerra, la debacle económica y la crisis política. El gobierno de Kerenski, luego de la crisis de julio, declaró a Rusia una república e inició los preparativos para las elecciones parlamentarias. En agosto el gobierno provisional fijó como fecha de realización de las elecciones el 12/25 de noviembre y la apertura de las sesiones para el 28 de noviembre/8 de diciembre.
Por su parte los socialrevolucionarios y los mencheviques trataban de debilitar el creciente poder de los soviets en los que los bolcheviques habían ganado la mayoría. La burguesía también se comprometía en este llamado a elegir una Asamblea Constituyente, ya que incluso si los bolcheviques tomaban el poder, éste sería transitorio, fugaz y la Asamblea Constituyente les quitaría el poder para instaurar una república burguesa parlamentaria. Lo que estaba en disputa era dos tipos de democracia opuestos en pugna que se resolvería en los próximos meses: democracia revolucionaria soviética vs democracia burguesa parlamentaria.

El marxismo y la insurrección

“Para poder triunfar, la insurrección debe apoyarse no en un complot, en un partido, sino en la clase más avanzada. Esto, en primer lugar. En segundo lugar, debe apoyarse en el ascenso revolucionario del pueblo. Y en tercer lugar, la insurrección debe apoyarse en aquel momento de viraje en la historia de la revolución ascendente en que la actividad de la vanguardia del pueblo sea mayor, en que mayores sean las vacilaciones en las filas del enemigo y en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos de la revolución. Estas tres condiciones, son las que, en el planteamiento del problema de la insurrección, diferencian el marxismo del blanquismo”.
Lenin era acusado de blanquista tanto fuera como dentro del partido. En el escrito “El marxismo y la insurrección” expuso en detalle la posición que debían asumir los revolucionarios en lo referente a la insurrección y la toma del poder, en abierto combate con las tesis de la Segunda Internacional. Recordemos que las tesis del revisionismo declaraban que la llegada al socialismo era fruto de una transición pacífica y gradual, de una ampliación democrática de las masas que acabaría en una asunción de todos los mecanismos del poder frente a un gobierno incapaz de hacerle frente al desarrollo pacífico de los movimientos de masas. Y en segundo lugar expuso sus diferencias con la táctica de toma del poder de Louis Blanqui y sus seguidores: los marxistas no en un grupo selecto decidido que apartado del movimiento de masas da un golpe de estado sino que se apoyan en la clase más avanzada, la clase trabajadora, y forman uña y carne con el ascenso revolucionario del pueblo en general. Esto es factible de ser hecho cuando las clases enemigas están más dispersas y vacilantes. La revolución no es el fruto de una conspiración de un grupo de intelectuales y revolucionarios, por más decididos que sean, sino que es una conspiración de masas.
“Y para considerar la insurrección al estilo marxista, es decir, como un arte, es necesario que, al mismo tiempo, sin perder un minuto, organicemos el estado mayor de los destacamentos de la insurrección, distribuyamos las fuerzas, lancemos a los regimientos de confianza contra los puntos más importantes (…) arrestemos al Estado Mayor y al gobierno, enviamos tropas dispuestas a morir antes que dejar que el enemigo se abra paso hacia el centro de la ciudad (…) es necesario que ocupemos las centrales de teléfonos y telégrafos, que instalemos nuestro estado mayor de la insurrección allí y poner en contacto telefónico con él a todas las fábricas, todos los regimientos y a todos los puntos de la lucha armada”
Los días venideros estarían signados por la discusión dentro del partido en torno a las tesis de Lenin y la necesidad y urgencia de concebir la insurrección como un arte. Y no habría tiempo para esperas ni aplazos. Los bolcheviques iban por el poder.

Roberto Craviotto

Nota
Todas las citas de la nota corresponen al texto "El marxismo y la insurrección", V.I. Lenin

Publicado en: 
Jueves, Septiembre 14, 2017 - 09:45

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