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Internacional | Reseña de las luchas en Medio Oriente
En Argelia, las protestas -llamadas Hirak- comenzaron en febrero, tras el anuncio del primer mandatario AbdelazizBouteflika de presentarse por quinta vez consecutiva como candidato en las elecciones de abril, luego de 20 años en el poder. Enfermo e incapacitado para gobernar, tras su candidatura se escondía la intención continuista de la casta militar que tutela el régimen político. Esta fracción es, además, dueña de buena parte de los grandes negocios del país: se trata simultáneamente de una élite económica. Finalmente, Bouteflika renunció a su cargo y asumió como presidente interino AbdelkaderBensalah, (parte del mismo bloque) postergando los comicios para el 12 de diciembre próximo.
Las manifestaciones, sin embargo, volvieron a ser noticia el 1° de noviembre, en el 65° aniversario del inicio de la lucha por la independencia, cuando cientos de miles se movilizaron en las calles exigiendo la renuncia del conjunto del gabinete y un cambio de régimen político (no simplemente elecciones), bajo la consigna "todos significa TODOS".
Los motivos de fondo deben buscarse en la profunda desigualdad económica y social que azota al país. Las protestas son encabezadas por la juventud, sector más afectado por el desempleo y la pobreza, además del movimiento bere-bere (etnia no árabe) en reclamo por el reconocimiento de su identidad.
Simultáneamente, en Irak se iniciaba el 24 de octubre la segunda oleada de una auténtica rebelión popular comenzada el 1 del mismo mes.
El país atravesó la Guerra del Golfo (1990) y la invasión de EEUU (2003), que terminó con la dictadura de Saddam Hussein (1979 - 2003) e instauró la primera colonia norteamericana del siglo XXI, encabezada por la Autoridad Provisional de la Coalición (2003 - 2005). Ese gobierno títere de los yanquis entregó los inmensos recursos petroleros de Irak (el 3° productor mundial) mediante contratos con Total, Exxon y Shell, donde las empresas se guardan el 100% de las ganancias y el Estado carece de financiamiento impositivo o regalías.
La retirada de la APC y los yanquis fue cubierta con la creación de un régimen político pseudo-democrático, donde los cargos ejecutivos y el parlamento se dividen en forma rígida entre los líderes y familias ricas de las distintas religiones y etnias (sunnitas, chiítas, kurdos), mayormente ligadas a inversiones de EEUU, Irán y Arabia Saudita, países que se disputan el mercado, los recursos y la influencia política y territorial en Irak.
Semejante estructura estatal estuvo plagada de disputas internas, clientelismo y corrupción, cayendo en un impasse de gobierno y profundizando las diferencia étnico-religiosas entre la población. Asimismo, fue incapaz de resolver las necesidades básicas de los sectores populares (servicios, electricidad, agua, transporte, etc.), que viven sumidos en una crisis económica con desocupación, pobreza y enormes desigualdades.
En este marco, las protestas no señalan como blanco a una u otra fracción religiosa o étnica, como solían hacerlo, sino al conjunto del régimen. La profundidad de la crisis económica y la experiencia del movimiento de masas bajo el gobierno sectario unificaron a la juventud y el movimiento obrero contra la casta política y económica, sin distinciones.
Diferentes referentes religiosos y étnicos pivotean entre el apoyo a la movilización y los intentos por poner paños fríos y encausar la protesta por canales pacíficos e institucionales, pero las movilizaciones no aflojan y, por momentos, escalan en su violencia y masividad. La represión policial y paramilitar, por otro lado, ya dejó 300 muertos.
En este contexto, el primer ministro de Irak, Adel Abdul Mahdi anunció el 29 de octubre su renuncia, pero sujeta a que el parlamento encuentre un reemplazo: se trata de una maniobra para ganar tiempo. De hecho, el 9 de noviembre un acuerdo con el gobierno y el ejercito de Irán, referentes religiosos y un bloque político de la oposición de Irak unificó a la casta política contra las manifestaciones, en un intento por derrotarlas definitivmente. Irán interviene contra la rebelión porque ve amenazados sus intereses económicos y su ascendencia política sobre el régimen iraquí en caso que las protestas triunfen: entre los reclamos se encuentra una verdadera independencia y autonomía económica y política respecto de Irán.
Finalmente, en el Líbano se presenta un escenario similar. El país tiene desde 1943 un gobierno dividido en forma sectaria (Pacto Nacional) de acuerdo a la proporción demográfica de cristianos maronitas y musulmanes (chiitas y sunnitas), pero además se encuentra entre las economías más golpeadas del mundo, con una deuda externa equivalente al 150% del PBI y una concentración del 80% de la riqueza en manos de 2.000 familias.
Una reciente espiral de ajustes en un contexto de retracción económica, pobreza y desocupación desató una oleada de protestas que no aceptaron los cambios de figuritas y las medidas cosméticas del primer ministro Saad Hariri, que terminó por renunciar junto a todo su gabinete (29/10). Sin embargo, los reclamos no terminaron tras esa dimisión: la rebelión apunta firme contra un régimen cerrado y confesional que descarga una crisis económica sobre un pueblo que carece de libertades, representación y derechos políticos.
En el nuevo ascenso de masas en Medio Oriente es notable la tendencia a exigir la separación de las religiones y sectas del estado y la política, vistas como responsables del desorden económico y la falta de libertades y derechos.
Asociado a ello, se destaca la crisis de la democracia formal como sistema político, que revela su verdadero carácter: una dictadura del capital -disfrazada con diversos mecanismos, instituciones y leyes- donde un puñado de grandes corporaciones, monopolios y multinacionales obtienen enormes ganancias a costa del trabajo y el sacrificio de la clase obrera.
Ese fenómeno es notable en la celeridad y velocidad con que los gobiernos recurren a la represión abierta y descarnada contra la población civil, incluso apelando a fuerzas armadas y armamento bélico, en cuanto los levantamientos de masas cuestionan las bases económicas y políticas del régimen.
A la inversa, los manifestantes ejercen una soberanía, un poder democrático surgido de la protesta, con diversos grados de violencia y enfrentamiento hacia las autoridades constituidas (policial - militar, civil - gubernamental, económico - comercial). Se trata de gérmenes de doble poder, que dan cuenta de un salto cualitativo en el carácter de las protestas.
Por supuesto, la situación no se desarrolló de la noche a la mañana. El proceso de concentración y centralización del capital, el crecimiento de la desigualdad, la tendencia a la resolución bélica de la disputa interimperialista y el surgimiento de rebeliones e incorrecciones se aceleraron a partir del ciclo de crisis económico-financiero abierto en 2008.
En ese sentido, es saludable la "globalización" de los estallidos de bronca popular, que no solamente se suceden unos a otros, sino que se referencian entre sí, con demandas comunes y compartiendo nuevos métodos y símbolos de lucha callejera, que pasan a formar parte del acervo combativo de los pueblos.
En épocas de grandes convulsiones sociales se abre la posibilidad de saltos en la conciencia de las masas a partir de su experiencia práctica. En ese marco, se impone la difícil tarea de construir una dirección revolucionaria y un programa político-económico para que la rebelión espontánea de los pueblos avance en resolver el problema del poder.
David Paz
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