Reproducimos la declaración de la Liga Internacional de la Lucha de los Pueblos por el coronavirus, del 17 de marzo de 2020.
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El gobierno del estado terrorista de Israel, encabezado por Benjamin Netanyahu, postergó la presentación del plan para anexar territorio palestino ocupado previsto originalmente para el 1° de julio.
Dicho plan estaba enmarcado en lo que cínicamente se dio en llamar “Acuerdo del siglo”, por el cual Netanyahu y el yanqui Trump trazaron la hoja de ruta de un nuevo avance del sionismo sobre el pueblo palestino, ocupando militarmente el Valle del Jordán, en Cisjordania, zona en la que actualmente se asientan importantes colonias israelíes.
Sin embargo, sobre la fecha afloraron las internas dentro del propio gobierno israelí, que en público planteó tener que “afinar detalles” con EEUU. Lo cierto es que el plan causó un fuerte rechazo entre las potencias europeas, del cual se hicieron eco altos funcionarios de la ONU, así como en Jordania y Egipto. Israel decidió recalcular en base a esta falta de apoyo que tensó la ya tensa relación de Netanyahu con Benny Gantz, el segundo del gobierno.
El rechazo a dicho plan es en parte un coletazo de la disputa entre la Unión Europea y EEUU, agravada desde la llegada de Trump a la presidencia y profundizada en el contexto de la pandemia. Pero sobre todo juega el temor a que una nueva aventura del militarismo israelí desestabilice una zona políticamente inestable: el ánimo popular de la región está más bien irritable, y una provocación de este tipo podría favorecer una irrupción de masas. A este respecto, Jordania y el resto de las monarquías árabes, de buena relación con Israel, prefieren poner las barbas en remojo.
Mientras las organizaciones palestinas se preparan para enfrentar un nuevo ataque de la potencia ocupante, su causa crece en solidaridad en todo el mundo. El 1° de julio se realizaron manifestaciones en distintas ciudades del mundo, aun a pesar de las restricciones sanitarias.
La sumisión argentina
El gobierno argentino no se pronunció formalmente acerca del plan israelí. Sin embargo, las señales dadas hasta ahora son poco alentadoras. En enero de este año, el primer viaje al exterior del presidente Fernández fue, justamente, a Israel. Allí se desarrolló el “5º Foro Mundial del Holocausto”, en el cual Fernández se comprometió a que Argentina adoptara la definición de antisemitismo impulsada por la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IRHA por su sigla en inglés, una de las tantas instituciones del lobby internacional sionista). La misma fue sancionada por Resolución 114/2020 del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Allí se lee que “El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos. Las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto”. Semejante amplitud podría incluir, por ejemplo, manifestaciones de rechazo a la política del Estado de Israel. No se trata de un problema retórico. El “negro” Roberto Martino pasó varios años preso por una situación del estilo, a lo que se suman varios juicios contra militantes populares impulsados por la DAIA.
Esta definición de antisemitismo impulsada por el IRHA cobró dimensión semanas atrás con su tratamiento en la Legislatura porteña, que fue seguida por otras legislaturas provinciales. En la CABA el proyecto de adhesión a la misma fue presentado con las firmas de Claudia Neira (Frente de Todos) y Martín Ocampo (UCR-Evolución). El texto fue aprobado con el único rechazo de Marta Martínez de Autodeterminación y Libertad. Dentro de la izquierda, causó un inmediato repudio el voto afirmativo del FIT. La posterior retractación, con el insólito argumento de que no habían llegado a leer el proyecto, habla de la creciente adaptación al parlamentarismo burgués de dichas fuerzas. Por su parte, la bancada completa del Frente de Todos votó a favor del proyecto, incluidos los legisladores que son -o pretenden ser- referentes de peleas populares. Toda una capitulación que echa por tierra las banderas de antiimperialismo, soberanía y autodeterminación de los pueblos que deberían caracterizar a fuerzas verdaderamente progresistas y populares. Un auténtico voto funcional a la derecha.
Es necesario impulsar la más amplia solidaridad con el pueblo palestino y defender su derecho a enfrentar las agresiones de la potencia ocupante. Hay que denunciar la pasividad cómplice del gobierno argentino y exigir que se manifieste en contra de cualquier avance en el plan de anexión.
Agustín Damaso
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