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Europa | Reino Unido: Las dificultades que trae el Brexit
A dos años y medio del referéndum que resolvió abandonar la Unión Europea, el Reino Unido aún no tiene en claro cómo ni cuándo se dará ese paso, aunque ya cuenta con dos caídos en el proceso. Al día siguiente del denominado Brexit (junio de 2016), el entonces primer ministro David Cameron (que había ganado las elecciones con la promesa de convocar esa consulta) renunció a su cargo ante el resultado adverso. En los últimos días su sucesora Theresa May, también del Partido Conservador, ha debido seguir el mismo camino, anunciando que abandonará el gobierno apenas su partido resuelva la sucesión.
Desde la decisión en las urnas (aproximadamente 52% a favor de retirarse de la UE y 48% en favor de permanecer), el gobierno británico está sumido en negociaciones para encontrar una salida del bloque con los menores daños posibles para la economía local. Sin embargo, el parlamento ha rechazado ya tres veces las propuestas que llegaron del ejecutivo (esta última por 344 votos en contra y 286 a favor), sellando la suerte de May y dejando abierta una crisis política que cada vez hace más ruido.
El Reino Unido, que integra la Unión Europea desde el 1° de enero de 1973, tiene serias dificultades para desacoplarse del bloque. La falta de claridad respecto a los pasos a seguir ha provocado que parte del capital financiero afincado en la City de Londres comience su migración hacia Franckfurt y París, y empresas del tenor de Airbus y Ford amenacen con relocalizarse en el continente, agregándole presión al interior del Partido Conservador en particular, pero también al conjunto de la primera plana política en general. Inclusive, luego del último rechazo parlamentario, han vuelto a tomar fuerza las voces que plantean la necesidad de un nuevo referendo para rectificar el anterior.
El alejamiento de la UE, además de la inestabilidad económica evidente, acarrea tensiones extras en el Reino Unido. Una de ellas es el riesgo de desintegración territorial que persigue como una sombra a la corona británica. En el caso de Escocia, es mayoritaria la voluntad de permanecer integrados a Europa, y la eventual concreción del Brexit recrudecería la voluntad secesionista que llevó en 2014 a celebrar una consulta popular donde prevaleció la decisión de seguir siendo parte del Reino Unido. Cinco años después, las condiciones cambiaron y el resultado de un nuevo referendo podría hacer de Escocia una nación independiente, asociada a la UE.
En el caso de Irlanda del norte la situación es similar en cuanto a la voluntad de seguir en la UE, aunque se agrega un problema especial. La República de Irlanda es miembro de la unión continental y no tiene previsto apartarse, con lo cual, la efectivización del Brexit generaría, además de una serie de inconvenientes, la implantación de una frontera mucho más estricta entre ambas partes de Irlanda. Esto, teniendo en cuenta que la lucha independentista y por la unidad nacional de Irlanda tiene una larga historia que incluyó una extensa guerra civil, le suma condimentos inquietantes para la elite política británica.
"No hemos reducido el tamaño del estado en nuestro país para darle más poder en el ámbito europeo con un superestado que ejerza un nuevo dominio desde Bruselas", dijo Margaret Thatcher en 1988, y las tensiones al respecto, 30 años más tarde, no han hecho más que intensificarse. Las renuncias de los dos primeros ministros en menos de tres años son la punta del témpano. La crisis política se expande entre los conservadores que han perdido categóricamente en las últimas elecciones municipales y retrocedieron fuertemente en el parlamento, cortados transversalmente por las opiniones a favor y en contra del Brexit. El descontento popular con el deterioro de las condiciones de vida desde que la crisis en 2008 llegó para quedarse, y castiga ahora a los conservadores como antes a los laboristas. La falta de soluciones para la situación social agravada de las masas, ha intentado ser resuelta con consignas nacionalistas de derecha, como es el caso del UKIP (partido de derecha y antieuropeo), aunque no dejan de ser un actor de reparto en este drama.
Así, con un ejecutivo acéfalo, un parlamento empantanado hace más de dos años, los principales partidos políticos en una crisis interna que se agrava y un descontento popular en ascenso, el Reino Unido le agrega inestabilidad a un escenario internacional recalentado por la disputa cada vez más fuerte entre EEUU y China. El lugar que va a ocupar el RU en un tablero mundial en plena reconfiguración parece no estar en claro para la propia burguesía imperialista británica. Mientras tanto, para las masas obreras y populares, la referencia de los chalecos amarillos del otro lado del Canal de la Mancha es ineludible a la hora de intervenir en la resolución de una situación social en franco derrumbe.
Leo Funes
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