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Enfrentar el chantaje imperialista con la rebelión, no con la capitulación
El referéndum convocado para resolver la posición del gobierno frente a la presión asfixiante de los organismos financieros, con el correr de los días, Tsipras lo convirtió en un instrumento vacío. Al triunfo inicial del NO (61%) sobre el SI (38%), los hechos posteriores lo transformaron en un nuevo SI por parte del gobierno. Es más, aún antes de que se abrieran las urnas, ya el primer ministro griego anunciaba que un hipotético triunfo de la posición que patrocinaba (NO), no sería interpretado como una voluntad de ruptura con los organismo internacionales de crédito, sino como un respaldo a las gestiones de su equipo, para negociar el pago de la deuda en mejores condiciones y lograr un acuerdo “más favorable” a los intereses griegos.
A esta altura de la historia, el referéndum ni siquiera rindió frutos para el propio gobierno, ni hacia afuera ni tampoco en el plano político interno. El camino de concesiones empujó a Tsipras a presentar al parlamento una propuesta de acuerdo con la Troika, con el apoyo de la oposición de derecha, al tiempo que la propia formación gobernante (Syriza) tuvo algunos votos negativos, abstenciones y ausentes. Todo esto parece ser el preludio de una reconfiguración del arco político que sustenta el plan de gobierno para la nueva etapa que se abre.
Lo cierto es que Grecia, sus trabajadores y su pueblo, están sometidos a una feroz presión y chantaje extorsivo del capital financiero internacional y los monopolios, con Alemania a la cabeza. Como si esto fuera poco, geográficamente ocupa un lugar estratégico que la convierte en escenario de las disputas inter imperialistas, con la presencia principal de los intereses de la Otan.
Las condiciones tras la consulta del domingo 5 de julio se agravaron. Mientras transcurren las reuniones del eurogrupo, los condicionamientos que impone la oligarquía financiera europea al paciente griego se vuelven cada vez más dramáticas. Si bien no está nada firmado hasta el momento de cierre de esta edición, hay doce puntos que aparecen como innegociables para los líderes reunidos en Bruselas, entre los que se destacan: un aumento considerable del IVA, una ampliación de la base impositiva, recortes en el sistema de pensiones hasta el punto en que resulte viable para el mercado, recortes de gastos públicos, avanzar con las privatizaciones -particularmente el servicio eléctrico-. Junto a esto una serie de modificaciones de leyes como el código civil y la aprobación de una ley que establezca la independencia de la oficina de estadísticas. Estas condiciones son las “garantías” que exigen los organismos para reestructurar parte de la deuda griega, otorgando un rescate que sólo le serviría a Grecia para pagar en tiempo y forma las obligaciones de pago que tiene en los próximos años. Es decir, un ajuste bestial contra el pueblo, para que los acreedores accedan a prestarle al gobierno la plata que necesita para pagarle a los acreedores.
Al mismo tiempo, se logra mantener un aspecto artificialmente saludable a las finanzas de la Unión Europea, al menos hasta que vuelvan a surgir problemas en Grecia o en cualquiera de los otros socios en problemas, como Portugal, España, Irlanda o Italia. El principal mensaje de los líderes europeos, actuando como testaferros del gran capital financiero, es el de impedir que cualquiera de estos gobiernos intente un camino alternativo al de la austeridad para honrar sus deudas. Syriza al frente del pueblo griego está demostrando con contundencia que su camino de concesiones sólo le ofrece un horizonte de capitulación. De hecho, la encrucijada colocó a Grecia ante la opción de convertirse virtualmente en una semicolonia o luchar por su soberanía e independencia.
Decíamos apenas se habían realizado las elecciones presidenciales de enero: “(…) no habrá salida favorable a los intereses populares sobre la base del pago de la deuda, aunque se la suavice con quitas y moratorias. La posibilidad de aplicar un plan de emergencia que atienda los padecimientos de un pueblo en ruinas implica necesariamente la ruptura con los órganos financieros internacionales que han llevado a Grecia a la situación en que se encuentra. Una perspectiva de soberanía nacional y bienestar popular es incompatible con el chantaje del capital financiero y el imperialismo.” Seis meses en el gobierno, bajo la presión del poder financiero, demostraron que Syriza es incapaz de ofrecer al pueblo griego algo superador respecto a los gobiernos que lo antecedieron y que hundieron al país en la crisis en que se encuentra.
Las formas de resistencia contra las nuevas medidas de austeridad que seguramente empezarán a brotar en los lugares de trabajo y estudio, en los barrios obreros y populares, deberán también forjar una orientación política independiente. A la luz de los acontecimientos, se achican los márgenes para encontrar una salida de fondo al drama en que se encuentran las mayorías, dentro de los marcos de la UE y el pago de la deuda. Sin la nacionalización de los principales resortes de la economía, y su puesta en funcionamiento bajo la orientación de las masas obreras y populares, Grecia es inviable. ¿No habrá llegado la hora de un gobierno popular revolucionario, encabezado por los trabajadores?
Leo Funes
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