Los fusilamientos del 56

El 9 de junio de 1956 la dictadura que encabezaba el general Aramburu inició una represión que dejó como saldo 18 militares y 13 civiles asesinados. De esos sucesos, resaltan los fusilamientos en José León Suárez, reconstruidos por Rodolfo Walsh en su libro Operación Masacre.

En septiembre de 1955 un golpe de Estado derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón. La autodenominada “Revolución Libertadora” -rebautizada popularmente como “Revolución Fusiladora”- tuvo como primer presidente al general Eduardo Lonardi. Proveniente del nacionalismo católico, Lonardi promovía una política que se resumía en la frase “ni vencedores ni vencidos”; esto significaba continuar con el modelo heredado del peronismo pero limpiándolo de excesos, entendiendo por ello el protagonismo del movimiento obrero y sus organizaciones. 

Pero el elenco dictatorial no era homogéneo. En noviembre del mismo año un golpe palaciego desplazó a Lonardi y llevó a la presidencia al general Pedro Aramburu, representante del ala liberal y abiertamente gorila de las Fuerzas Armadas. Comenzó allí un proceso de “desperonización” que abarcaba desde la destrucción de símbolos hasta la prohibición de nombrar a Perón o al peronismo bajo pena de prisión. Al mismo tiempo el gobierno congelaba salarios, tomaba deuda con potencias europeas y propiciaba el ingreso del país al FMI. En 1957 fue revocada por decreto la constitución de 1949, volviéndose a la de 1853 con el agregado posterior del artículo 14 bis. 

El alzamiento frustrado

El 9 de junio de 1956 los generales peronistas Juan José Valle y Raúl Tanco impulsaron un levantamiento militar. El plan concebía el copamiento de varias unidades militares en distintos puntos del país, al tiempo que se leería por radio una proclama llamando a la insurrección: para ello se intervendría la transmisión radial de la pelea de box entre el argentino Lausse y el chileno Loayza.

El gobierno tomó conocimiento del plan. El día anterior se produjeron numerosas detenciones. El comando encargado de interferir la transmisión radial de la pelea fue detenido. El levantamiento fue rápidamente sofocado, y Valle y los demás oficiales sublevados fueron fusilados días más tarde por orden de Aramburu.

Aquella noche del 9, un grupo de militantes peronistas comprometidos en las acciones se reunió en una casa en la localidad bonaerense de Florida, a la espera de la proclama. Junto a ellos había vecinos que se acercaron a escuchar la pelea. Salvo uno que se pudo escapar, todos ellos fueron detenidos, y junto a otros militantes apresados en las inmediaciones, fueron trasladados a dependencias policiales. En la madrugada del 10, el grupo de doce detenidos fue llevado a los basurales de José León Suárez. Cuatro lograron escapar y los demás fueron fusilados, sobreviviendo tres de ellos. 

Estos hechos fueron reconstruidos por la investigación de Rodolfo Walsh que quedó plasmada en su libro Operación Masacre. Entre otras cosas, allí Walsh relata que el decreto de ley marcial había sido promulgado a las 0.10hs del día 10, varios minutos después de las detenciones de Florida, por lo que los fusilamientos eran ilegales. Siguiendo la reconstrucción de Walsh, esto turbó al comisario responsable de la ejecución, lo que posiblemente explique la torpeza con que se llevó a cabo el operativo.

Los fusilamientos en la lucha popular

Los mártires de José León Suárez fueron reivindicados por la militancia popular, especialmente por el peronismo revolucionario. El ajusticiamiento de Aramburu en 1970 fue la presentación pública de Montoneros. La película dirigida por Jorge Cedrón, que adapta el libro de Walsh, tiene un cierre en donde reivindica abiertamente la militancia revolucionaria. De la misma participó Julio Troxler, uno de los sobrevivientes, haciendo de sí mismo y relatando en off. Troxler militó en el Peronismo de Base y fue asesinado por la Triple A en 1974.

El levantamiento de Valle fue parte de lo que se llamó la Resistencia Peronista, un período de acciones antidictatoriales que incluyeron sabotajes, boicots, huelgas espontáneas y colocación de “caños”. Dichas acciones tenían un carácter principalmente espontáneo. Aun hoy se discute cuánta preparación hubo en ese levantamiento que debía desembocar en una insurrección popular. Respecto del posicionamiento del propio Perón, en su libro El presidente que no fue Miguel Bonasso plantea que en una carta a Cooke el líder exiliado criticó “el golpe militar frustrado”, cita que también recogen algunos historiadores. El general reivindicaba las acciones de resistencia, pero su eje central era la negociación con las fuerzas políticas, cuestión que quedó plasmada en el pacto con Frondizi, luego traicionado por el dirigente radical.

De manera más general, la lectura sobre el potencial insurreccional de las masas peronistas sería tema de debate en las décadas siguientes. Idea importante en las fuerzas del peronismo revolucionario, esto también impactaría en la izquierda marxista. El PSAV surgiría en 1961 rompiendo con el gorilismo del Partido Socialista, con una estrategia que depositaba su confianza en las conducciones peronistas. En 1962, la suspensión de las elecciones a la gobernación de Buenos Aires en las que ganó la lista del dirigente sindical Andrés Framini no desataron la esperada insurrección en la que confluirían el peronismo y la izquierda. 

Hasta la Victoria

Mario Brión, Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Carlos Lizaso y Vicente Rodríguez, obreros caídos en los basurales de José León Suárez, regaron con su sangre la lucha popular, y por lo tanto siguen vivos en ella. También reivindicamos la valiente conducta de Reinaldo Benavidez, Rogelio Díaz, Horacio Di Chiano, Norberto Gavino, Miguel Ángel Giunta, Juan Carlos Livraga y Julio Troxler, que escaparon de la masacre.

En un nuevo aniversario de los fusilamientos, inclinamos ante ellos nuestras banderas de combate, que seguirán flameando en la primera línea de la lucha por la unidad popular, patriótica, antiimperialista y antimonopólica, peleando por la Liberación en tránsito ininterrumpido hacia el Socialismo.

Matías Maidana