La apelación al FMI confirma el fracaso más rotundo de la política del PRO. La velocidad con que se desencadenó la crisis, apenas dos semanas, habla de la precariedad, insolvencia y ocultamiento... Ver más
En medio de lo esperado apareció la bronca

Realizadas las elecciones primarias y obligatorias (PASO) nacionales, no se produjeron resultados con alteraciones profundas a las estimaciones previas. Se consagró en primer lugar el FPV encabezado por Scioli, con un 38,4% distante del 45% necesario para pretender ganar en primera vuelta en las definitivas del 25 de octubre. Tampoco hubo tal polarización como se pretendió con el frente Cambiemos encabezado por Macri y radicales, que alcanzó un 30%. Los votos de UNA encabezado por Massa, cuya levantada final le permitió obtener 20,6%, pueden ser decisivos en caso de persistir estos porcentajes y se habilite una segunda vuelta en noviembre. La ventaja del oficialismo en provincia de Buenos Aires, donde se concentra el 37% del padrón, no fue determinante como en otras ocasiones y agrega a su vez -con el deslizamiento en algunas intendencias de viejos “barones” como Othacehé, West, Acuña-, más que un final abierto, un cúmulo de tensiones e internas que se extienden más allá del acto electoral.
Contundente voto bronca
Pero el hecho significativo que no recogen los medios ni analistas lo constituye el alto nivel de abstención registrado. Poco menos del 29% del padrón no fue a votar, cuando en las primeras PASO realizadas en agosto de 2011 dicha cifra fue del 21%. Se puede entender una asistencia menor por las inclemencias del tiempo en zonas anegadas, pero las razones fundamentales hay que buscarlas también en la saturación frente a tantas promesas incumplidas y a la desconfianza que gana en sectores cada vez más amplios sobre la inutilidad de un camino ya recorrido y tantas veces fracasado. El otro elemento que suma en el mismo sentido, pero se expresa por dentro de la concurrencia a las urnas, fueron los votos en blanco y anulados que redondearon 1.230.000, y que sumados a los casi 9 millones que no fueron a votar redondean el tercio del padrón nacional (10.101.560 de no votos, anulados y en blanco sobre un total de algo más de 32.000.000). Si bien estos números no se pueden ponderar en forma exacta ni expresan genuinamente un rumbo definido -como tampoco lo expresa el acto electoral en sí, vista la pronunciada volatilidad del voto y hasta la de muchos candidatos que fluctúan según sus conveniencias-, ratifican por cierto la vigencia y extensión del voto bronca en una importante franja de la población. Cerrado el escrutinio, existe un final abierto entre los candidatos del establishment y la certeza a su vez que, gane quien gane, lo que viene son mayores restricciones y penurias para el pueblo. Por otro lado, queda claro también que en esa disconformidad que se expresó con el no voto, el voto en blanco o anulado, a lo cual debe sumarse ahora cientos de compañeros que optaron por candidatos o listas de izquierda, están las mejores condiciones para fortalecer la unidad y el espacio de los que luchan sin despertar falsas expectativas ni sembrar esperanzas en un régimen que pretende legitimar que la crisis se descargue sobre los trabajadores.
Internas con efedrina en el conurbano
El escenario electoral volverá a definirse en la provincia de Buenos Aires. Allí donde gobierna hace 28 años el peronismo y donde Scioli pretende recuperar gran parte de los puntos que le faltan para consagrarse en primera vuelta. Deberá acudir en busca del voto independiente y para ello debe mostrar que su futura gestión supone el fin de la hegemonía kirchnerista, que podrá controlar también las internas desatadas y que su heterodoxia conservadora será la mejor garantía para que los grupos económicos apuesten por una nueva vuelta de rosca en la recomposición de sus ganancias. El triunfo de Aníbal Fernández, con apoyo de Cristina, en la interna del FPV como candidato a la gobernación de la provincia puede ser un condicionante de campaña, pero sobre todo irrumpe en el esquema de gobernabilidad y disputas a futuro ideado por el sciolismo para mantener el control del distrito. Las denuncias sobre el negocio de la efedrina y sus relaciones con el narcotráfico tienen mucho de operación política previa a las primarias, pero suenan veraces ante los hechos y antecedentes que arrastra el actual jefe de gabinete. Por otro lado, nada tiene que asombrarse la dirigencia del justicialismo, intendentes, ministros y funcionarios, cuando ha gobernado históricamente la provincia y el narcotráfico, la droga y la inseguridad, de la mano de la Bonaerense, han hecho del lugar su mayor base operativa.
Scioli: llegar sin derrapes a diciembre
Más allá de resultados y reacomodamientos, los meses que restan hasta la definición de octubre y el recambio en diciembre, se presentan cargados de tensiones. Las condiciones económicas y sociales se agravan diariamente, y los esfuerzos del gobierno para estirar la situación sin derrape no logran disipar la incertidumbre, resultando por ahora insuficientes para evitar un cierre de ciclo acelerado. La definición hecha por el presidente del Banco Central A. Vanoli, respecto de que “la política manda al mercado” no es más que una definición, pero llega después de haber aplicado claras medidas ortodoxas, al disponer la suba en la tasa de interés para retener los depósitos en plazos fijos o al despliegue de gendarmería sobre el casco céntrico para intervenir las cuevas y evitar que el dólar paralelo siga en alza. Son intentos desesperados para que el desacople que arrastra la política monetaria no soporte presiones ni derive en una corrida cambiaria e imponga devaluación de hecho antes de las elecciones, con todas las consecuencias que ello implica. La caída de la actividad industrial alcanza ya 23 meses consecutivos, la inflación no baja del 25% y la disminución del saldo de exportación se sitúa en niveles de 2001, con desaparición en un 40% de las pymes exportadoras en los últimos cuatro años. Contener este retroceso apostando tan sólo al consumo y a la emisión de billetes para sostener la campaña, elevará el déficit fiscal a un 7% del PBI al cierre de 2015, pero el daño de la política en curso quedará reflejado no sólo en la desolación de los ríos desbordados en estos días, sino también en la bronca e indignación que ocasiona la existencia de tantos sectores postergados.
Los trabajadores marcan el rumbo
El contraste entre el discurso o festejo de campaña y la realidad del día siguiente, deja claro el marco de conflictividad creciente y el reclamo abierto de diversos sectores afectados por la crisis. Los productores demandan precios compensatorios para la cosecha frutícola al sur, de la vid y aceitunas al oeste, de la leche y el maíz al centro y de la yerba y algodón al norte del país. Los originarios persisten en su derecho histórico para que le devuelvan la tierra. Los precarizados en Chaco, Jujuy y el conurbano bonaerense van por el pase a planta. Situación de crisis que engloba fundamentalmente el salario y se expande a la industria con despidos y suspensiones en curso, como en Acindar, Siderca, Cresta Roja, automotrices, frigoríficos e industria petrolera. Y cuyo único recurso para impedir y derrotar esas medidas, está en la lucha y en la solidaridad de la clase trabajadora. En tal sentido los dos conflictos más extensos y profundos que marcan el rumbo en estos últimos meses, fueron el de trabajadores aceiteros en la zona de Rosario y el de la línea 60 en Capital, por salarios uno y por despidos y condiciones laborales otro, y que al momento de resistir supieron hacerlo con energía, unidad y solidaridad del combativismo. Que pusieron al descubierto, en el caso de la 60, el negociado de las patronales con el subsidio, denunciando la complicidad del gobierno, enfrentando la represión y la provocación de la patota sindical de la UTA. Y que contra tanta adversidad luego de 42 días de lucha lograron recomponer en gran parte las demandas requeridas.
Más allá de las urnas, las brasas siguen ardiendo
Vale destacar dicha experiencia porque hace a la maduración de las condiciones en que se desarrolla la lucha de clases actualmente y a la caracterización política, aún con sus límites, sobre lo cual debe afirmarse la táctica electoral. Y esto vale para el presente como para un futuro que se avecina cargado de conflictividad. En situaciones de auge de la lucha popular, no revolucionaria, la construcción de una alternativa política de izquierda se dirime fundamentalmente en el terreno de los trabajadores, pero de ninguna manera cabe someterla al veredicto de la gran burguesía ni jugarla en su terreno, so pena de caer en puro electoralismo. Cuando se habla de la volatilidad del voto sirve tanto para la derecha como para la izquierda, pero ello no supone un cambio de situación ni un vuelco de la conciencia en uno u otro sentido.
Depender tan solo del resultado de las urnas introduce pesimismo, simplifica y responde a una visión reformista de la política. No se puede desconocer el verdadero encubrimiento en que ha derivado la democracia monopólica y su pretensión de oxigenar en la consulta, una vez agotado el actual modelo, su reemplazo por otro. Menos aún, cuando se denuncia que la política de los tres candidatos bendecidos por la clase dirigente, aunque respondan a distintas estructuras e historia, apuntan todos a recomponer el circuito de acumulación monopólica con ajustes, marginación y represión. En el capitalismo la crisis la pagan siempre los trabajadores; para quebrar dichas políticas la prioridad debe colocarse en la lucha y en la acumulación política de fuerzas con un sentido insurreccional antes que electoral. El rol actual de la izquierda pasa por elevar el auge de luchas y no distraer ni entusiasmar en las posibilidades de un régimen que no le pertenece.
La fuerte expresión del voto bronca en estas elecciones constituye un rasgo objetivo de maduración de la lucha sobre la cual nuestro Partido seguirá trabajando para que, en las definitivas de octubre, se exprese con mayor contundencia. Allí están las bases para avanzar en la construcción de una alternativa política de la clase obrera y el pueblo. En lo inmediato para quebrar y enfrentar el ajuste que viene, a lo cual convocamos al resto de fuerzas y militancia que no superaron las PASO. También al FIT y al resto de fuerzas populares para avanzar, más allá del debate, en la construcción del espacio de la izquierda, el combativismo y los que luchan.
Andrés Zamponi
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