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Una situación precaria
Hace 52 años las FARC iniciaron una lucha heroica contra la expulsión de sus tierras y la represión de millares de campesinos y contra la enorme concentración de la tierra en manos de los terratenientes. Luego de un conflicto tan largo, y tras cuatro años de negociaciones con el gobierno colombiano, se encaminaron a concluir con el enfrentamiento armado.
El 26 de setiembre, en la ciudad de Cartagena de Indias, en un acto del que participaron desde John Kerry -secretario de Estado de EE.UU.- hasta Raúl Castro, pasando por representantes del Vaticano y hasta Mauricio Macri, los jefes de las FARC y el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, conjuntamente anunciaron la firma del acuerdo de paz.
Lo acordado, sin embargo, debía ser ratificado por una consulta popular. El 2 de octubre, por algo más de 60.000 votos de diferencia, el plebiscito rechazó el acuerdo. En la votación se registró una abstención de más del 60%, una conducta electoral repetida en Colombia desde pasados los años noventa.
El triunfo del ‘NO’, inesperado y sorpresivo, cubrió de incertidumbre el curso final del acuerdo.
Que detrás de la firma del acuerdo se haya involucrado un amplio abanico de intereses quedó expuesto cuando el comité noruego le entregó el Nobel de la Paz a Santos. Seguramente pensado como cierre de función, ahora busca oxigenar una situación precaria. El acuerdo está sostenido por una tregua que vence el 31 de octubre pero, ‘por las dudas’, la dirección de las FARC ordenó a sus fuerzas un repliegue a lugares seguros.
Detrás del camino seguido hasta aquí por el presidente Santos está la necesidad de ‘normalizar’ el escenario limpiando el terreno a las inversiones y el despliegue de los grandes capitales. Y probablemente, esta razón finalmente ‘discipline’ a un recalcitrante como el ex presidente Uribe, abierto opositor al acuerdo.
El alto abstencionismo registrado en el referéndum registra, en primer lugar, un rechazo a las iniciativas provenientes de un régimen político representativo de los monopolios nativos y las multinacionales y alejadas de las preocupaciones de los sectores populares. No se trata de ‘indiferencia’ popular ni tampoco una condena directa a la acción guerrillera.
Al ver los resultados, se observa que el NO prevaleció en los centros urbanos y, por el contrario, el SI lo hizo en las zonas rurales, más cercanas a las zonas de conflicto armado. Zonas que, por otra parte, el gran capital aspira a incorporar al circuito de explotación capitalista.
Probablemente, a lo largo de más de cincuenta años, se registraron cambios estructurales en la sociedad colombiana, como la relación entre el campo y la ciudad o la configuración o correlación entre las clases sociales, fruto del desarrollo capitalista, que explican las conductas políticas en el presente.
Las FARC, tras recibir fuertes golpes por la represión, más la pérdida de importantes cuadros, entraron en condiciones inferiores en las negociaciones. A juzgar por los resultados, no estimaron de manera correcta la consideración que prevalecía en las mayorías populares sobre el acuerdo, lo que habla tal vez de cierto aislamiento político. Su posición sale debilitada y es muy probable que sea sometida a presiones para arrancarle mayores concesiones. De todas maneras prevalecen las tendencias a la firma del acuerdo.
Nosotros ratificamos lo dicho en el no transar anterior en cuanto a que “… el acuerdo firmado en La Habana no garantiza el cambio de las políticas antipopulares del gobierno de Santos ni el fin de la injerencia política y militar de los EE.UU., como así tampoco la vida de los dirigentes y militantes en su reinserción a la vida política.”
Más allá de las distintas valoraciones sobre la necesidad o no de alcanzar este tipo de acuerdos, nadie quedará ajeno a las consecuencias políticas del mismo y, en particular las fuerzas antimperialistas y revolucionarias debemos encarar responsablemente las consideraciones tácticas y estratégicas que implican, con confianza en la lucha obrera y popular y practicando la solidaridad internacional entre los pueblos.
Ramiro Casas
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