Por tercer año consecutivo se convocan las 3ras Jornadas Antimperialistas Revolucionarias, punto de encuentro de organizaciones políticas y sociales de diverso tipo para intercambiar opiniones y... Ver más
De la crisis imperialista a la revolución
Se agrava la crisis global del capitalismo, se reactualiza en el presente una vieja sentencia del líder comunista Mao, el jefe de la revolución china, un gran desorden se agita bajo los cielos. Las potencias imperialistas buscan salir del paso combinando la descarga de ajustes cada vez más crudos sobre los trabajadores y pueblos oprimidos del mundo, con el uso de la fuerza allí donde las reglas del juego democrático ya han sido desbordadas. Esto, a su vez, va alimentando resistencias de diversa índole. Desde movilizaciones obreras y populares pacíficas hasta conflictos armados, siempre con un hilo conductor de fuerte contenido antimperialista y particularmente antiyanqui. Simultáneamente, se recalientan las disputas entre los diferentes bloques imperialistas en la búsqueda por asegurarse el control de los mercados y los recursos energéticos. Aceleran los preparativos militares, y aunque ninguno esperará a que las armas se oxiden sin usarlas, nadie se anima aún a patear el tablero del ajedrez político.
Las luchas de resistencia en Medio Oriente, junto con la conformación de las repúblicas populares del sudeste ucraniano y el pueblo y gobierno venezolanos son las trincheras más destacadas del antimperialismo combatiente en estos tiempos. En el caso de Irak, luego del caos desatado por la prolongada intervención militar estadounidense, en la nación iraquí se ha potenciado la inestabilidad política al extremo de estar seriamente amenazada su integridad territorial frente a un recrudecimiento de las luchas armadas entre diferentes frentes que involucran a sunitas, chiítas y kurdos, además del ejército “regular” iraquí. Tras el anuncio de la retirada en masa de los efectivos yanquis en Irak, y el reconocimiento del fracasado intento de derrocar al gobierno de Al Assad en Siria, se generó una suerte de vacío de poder en una inmensa región del noroeste iraquí, que no ha tardado en ser ocupado. Así, el repentino surgimiento y avance arrollador del EIIL (Ejército Islámico de Irak y el Levante), a la par de la constitución de un gobierno regional provisorio de la nación kurda con centro en Kirkuk, aprovechan ese vacío y ponen en primera plana elementos que hasta hace muy poco eran inexistentes o marginales para la situación regional. Esto ha motivado un respaldo de emergencia tanto de Rusia como China al frágil gobierno de Nouri al-Maliki, en tren de evitar una desestabilización general de la situación en la zona, que se vislumbra en la virtual desintegración territorial iraquí, la emergencia de un Califato en su seno, la reconfiguración latente de las alianzas en la región, y las consecuencias a nivel global que esto pudiera acarrear.
Mientras continúa la ofensiva de diversos grupos armados contra la República de Siria, uno de los principales soportes de esta insurgencia, Israel, recrudece su agresión contra el pueblo palestino mediante ataques aéreos a la franja de Gaza, cuyo saldo supera ya los cien muertos, en su mayoría civiles, en apenas tres días de bombardeo. La reanudación de la masacre israelí en Gaza se da a pocas semanas del acuerdo en Hamas y Al Fatah, y aviva la rebeldía de un pueblo que se encamina hacia una tercera Intifada.
La negativa del ex presidente pro-ruso de Ucrania a firmar un TLC con la UE desató una rebelión (conocida como euro-maidán), promovida por una parte de la gran burguesía local interesada en asociarse con la UE y los EU. Tras la caída del gobierno, el interregno de la junta provisoria, la anexión de Crimea a Rusia, y el actual gobierno de Poroshenko (alineado con la UE); la imposibilidad de poner en caja a los rebeldes del sudeste, ha llevado a la burguesía pro europea y pro yanqui de Kiev a disfrazarse de nacionalista y abrazarse al fascismo para ahogar en sangre a las regiones rebeldes de Donetsk y Lugansk. Estas regiones mineras e industriales han decidido constituirse como Repúblicas Populares y resistir con las armas en la mano al gobierno central de Kiev, que busca alinear a Ucrania con la UE y la OTAN. La resistencia ya no se limita a los territorios asediados del sudeste, sino que se expresa en movilizaciones crecientes en el oeste y en la propia Kiev, donde ya se empiezan a sentir los efectos devastadores del reciente acuerdo del gobierno local con el FMI en una hoja de ruta que se asemeja al derrotero seguido en los últimos años por Grecia. Así, la resistencia armada de las milicias populares del Donbass, lejos de limitarse a un intento separatista, es probable que empiece a operar objetivamente como referencia de lucha antifascista y antimperialista para amplios sectores del pueblo ucraniano.
En América Latina, sobre finales del siglo pasado y principios del actual, una ola de rebeliones populares arrinconó a las burguesías locales y promovió el surgimiento de una serie de gobiernos reformistas y renegociadores de los términos de la dependencia que, con particularidades nacionales, socavaron la influencia del imperialismo yanqui y los sectores burgueses más serviles. Apoyados en la abundancia de recursos proveniente de la exportación de hidrocarburos y commodities, pudieron responder a demandas populares inmediatas, desviando transitoriamente el auge de rebeldía popular y su evolución hacia situaciones revolucionarias. Pero esta salida transitoria ya perdió su vigor inicial y ha empezado a descomponerse. Al tiempo que crece la presencia china y rusa en la disputa de espacios económicos con los EEUU y la UE, por abajo vuelven a recuperar protagonismo en las calles los sectores obreros y populares que verifican en sus condiciones de vida el agotamiento de los modelos en curso. Las gigantescas e inéditas movilizaciones populares en Brasil, el nuevo auge de conflictos obreros y populares en Argentina, la persistencia de las luchas de estudiantes y trabajadores en Chile, o la renovada disposición a la lucha antimperialista del pueblo de Venezuela, son muestras de la recuperación de fuerzas de los sectores más interesados en la ruptura definitiva con los monopolios y la dependencia imperialista.
Así, ratificamos la preponderancia de la contradicción que opone a las potencias imperialistas con los pueblos y naciones oprimidas del mundo, aunque entrelazada con la disputa interimperialista que viene en ascenso. Esto en el marco de un capitalismo en crisis que tiene una de sus principales expresiones en la insolvencia cada vez más evidente de la democracia burguesa para garantizar los más elementales derechos al pueblo y para contener el consecuente descontento popular a lo largo y ancho del mundo.
De esta manera, para las organizaciones antimperialistas y revolucionarias, la preocupación central debe estar concentrada en cómo desatar las fuerzas motrices de la revolución en cada uno de nuestros países. Apoyando la lucha que se desarrolla por todos los medios en los puntos clave, aportando desde los centros capitalistas a debilitar la retaguardia imperialista y llamando a ganar las calles contra un orden capitalista mundial que no puede ofrecer más que hambre, guerra y destrucción. No son tiempos para apostar a las salidas electorales y parlamentarias. Las luchas de liberación de los pueblos del mundo necesitan ver flamear nuevamente la bandera roja de la revolución como única esperanza genuina para realización de sus justos reclamos. Es momento de volver al ejemplo inoxidable de la Rusia de 1917 para dotar de una perspectiva triunfante a la causa de los pueblos y naciones oprimidas del mundo, trabajando para ratificar con la fuerza de los hechos la vigencia eterna de la revolución, la liberación y el socialismo.
Leo Funes
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