Manuel Belgrano, patriota y revolucionario

Martes, 14. Junio 2022

“Que no se oiga ya que los ricos devoran a los pobres, y que la justicia es sólo para los ricos”.

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano (3 de junio de 1770, Buenos Aires, Virreinato del Perú - 20 de junio de 1820, Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata), abogado, político y militar de nuestra patria, ha sido uno de los principales dirigentes del proceso histórico que comenzó en 1810.

Fue hijo de un comerciante de origen italiano y de una aristócrata santiagueña, quienes juntos conformarían una de las fortunas más grandes de la región. Belgrano estudió Leyes en España, se interesó por la economía y fue nombrado en 1774 secretario del Consulado de Comercio, cargo que ejerció hasta 1810.  Defensor de la educación y la instrucción, tras su paso por Europa, Belgrano se empapó de las ideas de la Ilustración dando una gran importancia al conocimiento para el desarrollo y mejora de la sociedad:

“Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad y fraternidad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuere donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente”.

Cuando los ingleses invadieron Buenos Aires en 1806, los miembros del Consulado de Comercio prestaron juramento a la corona británica. Belgrano se negó terminantemente a ello, tras lo cual debió exiliarse en la Banda Oriental. Regresó a Buenos Aires tras la Reconquista, incorporándose a las milicias como voluntario, siendo elegido sargento mayor del regimiento: los oficiales de patricios eran elegidos por la tropa. Al año siguiente participó de la defensa de la ciudad durante la segunda invasión.

Para 1810 formaba parte del grupo revolucionario morenista, que buscaba transformaciones de fondo en el proceso político que se abría. Integró la Primera Junta como vocal. Fue enviado a Asunción del Paraguay, con la misión de que el Cabildo de dicha ciudad se plegara a la revolución iniciada en Buenos Aires, con resultados desfavorables. No era un militar profesional, sino un revolucionario decidido. En 1811 se lo designó jefe de los Patricios.

En 1812 fue enviado a la Villa del Rosario para apostar dos baterías de cañones sobre el rio Paraná, enarbolando por primera vez el estandarte patrio ante sus tropas. Esto generó tensiones con los sectores más conservadores de la dirigencia que no querían romper con la monarquía española. El debate era delicado, ya que podía generar una fractura en el frente patriótico. En ese marco, la elección de los colores celeste y blanco buscó una referencia a la Casa de los Borbones. Más tarde se sumaría el sol incaico, un sol americano en una divisa europea.

Después de Rosario, Belgrano fue puesto a cargo del Ejército del Norte que había ocupado el Alto Perú (hoy Bolivia). Vencido, se retiró para Jujuy, y tras la avanzada realista ordenó lo que se conocería como “el éxodo jujeño”. Desconociendo la orden del Triunvirato de Buenos Aires, que le ordenó replegarse hasta Córdoba, reorganizó el ejército en Tucumán y, aplicando la táctica de “tierra arrasada”, derrotó a los realistas en la batalla de Tucumán en septiembre de 1812, retomando la ofensiva y triunfando en Salta en febrero de 1813. Tras las victorias logradas siguió avanzando hacia el norte y fue derrotado en las batallas de Vilcapugio y en Ayohuma en septiembre del 1813, lo que le costó el mando. Fue reemplazado por el general José de San Martín, un militar de carrera que se sorprendió de los logros de un ejército cuyos oficiales apenas contaban con preparación específica. 

El dinero que el Estado le dio por su labor lo donó para la construcción de escuelas en las ciudades de Tarija, Salta, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán, que producto de la guerra no se construyeron.

En 1814 viajó a Europa para buscar apoyos a la revolución. No tuvo éxito en dicha misión, ya que tras las guerras napoleónicas el absolutismo volvía a instaurarse en el viejo continente. Dicha coyuntura ubicó a Belgrano entre los partidarios de una monarquía constitucional -idea compartida entre otros por San Martín-, y en el Congreso de Tucumán de 1816 propuso que el nuevo trono fuese ocupado por un descendiente de la nobleza Inca. En cuanto a la declaración de la Independencia, presionó activamente a los congresales para que la declaran.

En 1819 estaba al mando del ejército del Alto Perú, estacionado en Córdoba. El director José Rondeau le ordenó movilizarse a Buenos Aires para reprimir el levantamiento de Santa Fe y Entre Ríos contra el gobierno del Directorio. Ya enfermo, Belgrano delegó el mando en sus oficiales. Algunas semanas después, el ejército se amotinaría, negándose a acudir en ayuda de Rondeau. Fue el comienzo del período que se conoce como la “anarquía”, en el cual la nación recientemente independizada no contó con un gobierno central.

Con su salud muy agravada, en 1820 volvió a Buenos Aires donde murió de hidropesía un 20 de junio. No tenía dinero, ya que su fortuna personal y sus ingresos como militar los había dedicado íntegros a la causa revolucionaria. Es recordada la anécdota de que le pagó con un reloj al médico que lo acompañó en sus últimos días. Menos conocido es que su lápida fue hecha con un pedazo de una cómoda. En el marco de inestabilidad política, sin jugar un rol de peso, Belgrano falleció sin que nadie reparara en él: bien le queda aquello de “murió pobre y olvidado”.

La reivindicación de su figura llegó muchos años después. En la década de 1850 Bartolomé Mitre le dio un lugar central en su interpretación de la Historia reciente. En 1873 se erigió un monumento en su honor. En 1938 la fecha de su muerte fue declarada feriado nacional, se instauró como el Día de la Bandera y en la ciudad de Rosario se comenzó con la construcción del monumento.

Su ejemplo de entrega patriótica y revolucionaria, poniendo a la causa de su pueblo por encima de cualquier honor personal, nos sigue iluminando en las luchas que hoy se libran en defensa de nuestra soberanía nacional y de nuestros recursos, en contra de los monopolios y multinacionales saqueadores de nuestra riqueza. Aquella gesta de Independencia que en el siglo XIX encabezaron los patriotas de Mayo, hoy debe ser continuada por los trabajadores a la cabeza de la lucha del pueblo, en las condiciones del capitalismo imperialista.

Ramiro Ricardi

Martes, Junio 14, 2022 - 00:00

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