No es el paro, son sus perspectivas lo que preocupa

Miércoles, 12. Octubre 2016
Paredes

La insistencia en buscar un arreglo entre el gobierno y la cúpula de la CGT para no llegar al paro está signada por el mayor o menor costo político y sus perspectivas, en caso que los intentos se vean frustrados. Más allá del monto económico en cuestión, tremendamente miserable, visto los estragos que produce la inflación y el alza de los precios en el presupuesto familiar, lo que verdaderamente está en juego es la perspectiva que se abre cuando las diferencias políticas tienden a dirimirse en la acción callejera o dentro de las fábricas y no por las vías institucionales generadas por el propio sistema. Aun así el paro puede y debe concretarse, aunque por ambos lados, tanto del gobierno junto a la oposición que ya se manifestó contraria a la medida como de la dirigencia gremial fosilizada en sus puestos, tratarán más allá del discurso tribunero de mantener el control para que la acción no se desbande. Frente al proyecto elitista y al creciente malestar popular golpeado por la recesión y la convicción de que los preparativos electorales no resuelven, el tema de la gobernabilidad ha pasado a ser prenda de unidad y soporte principal del régimen político. Además este mes cerró con todas las variables de la recesión, consumo, empleo y pobreza agravados y sin atisbos de que la declinación haya tocado piso, lo cual enerva aún más el malestar popular. El dato significativo lo constituye la creciente conflictividad laboral y social junto con la diversidad de los sectores y de las acciones callejeras; según el caso, esto se expresa como marcha federal o jornadas de paro y movilización de trabajadores estatales y corrientes sociales, en concentraciones contra los tarifazos, en protestas contra la inseguridad en las zonas liberadas, o en los reclamos multitudinarios de las mujeres en los Encuentros, entre otras. Son luchas reivindicativas y sectoriales efectivamente, pero en medio de un plan de ajuste antiobrero, del encrespamiento de las acciones y de una dirigencia política bajo sospecha, cualquier acción del conjunto de los trabajadores puede poner las condiciones del reclamo en una nueva altura. De allí que afloran las pastorales de la Iglesia, la necesidad de conformar un consejo de la productividad o los debates de comisiones parlamentarias con efectos más diversionistas que propiamente efectivos. 

Préstamos financieros atados a las necesidades electorales 

Desde Menem-Cavallo que un gobierno no recibía tantas salutaciones y bendiciones del mundo financiero internacional como el de Macri. La última visita del secretario del tesoro Lew, los ecos y promesas que perduran de la Mini Davos y hasta en la propia incursión del presidente en la ONU, han derrochado elogios sobre la apertura y esta “nueva oportunidad que se abre”. Pero de allí a los hechos casi nada. No hay corriente inversora: los casos anunciados son ampliaciones ya prometidas de multinacionales radicadas en el país como Coca Cola, Peugeot, Fiat o Barrick para empezar el año próximo. Lo que sí hay disponibles son los préstamos financieros, pero no inversiones genuinas o esa tal lluvia de dólares que iban a ser en un principio el soporte sobre el que debía apoyarse el ajuste en marcha. En tal sentido la reciente colocación de un título de deuda por $50.000 millones a una tasa fija anual relativamente baja (18,2%) y la posibilidad de colocar mucho más, reafirmó en el gobierno la tendencia al endeudamiento sin límites. Hasta fin de año requiere $80.000 millones más y otros U$S 32.000 millones para 2017. De esta forma podrá sostener el gasto y refinanciar el déficit que tiende a superar los niveles del 2015. A falta de inversiones lo que vienen son préstamos financieros fundamentalmente del exterior, lo cual condiciona -al igual que los aumentos tarifarios- el objetivo de bajar la inflación y sobre todo la posibilidad de generar nuevas fuentes de trabajo. Sobra circulante en Wall Street a tasas cero y salen a captar intereses en los países emergentes. El gobierno decidió hipotecar aún más al país (actualmente U$S 248.000 millones) y encontró una salida en el endeudamiento externo. Son capitales golondrinas y así como llegan se van frente al primer atisbo de cambio en las condiciones políticas. Macri necesita ganar las elecciones legislativas de 2017 aún a costa de empapelar el futuro de los argentinos y de aumentar la emisión monetaria. Las posibilidades del blanqueo cada vez más opacadas los obliga también a profundizar ese camino que tiene poco que ver con la doctrina de reducir el déficit fiscal y mucho con el llamado gradualismo diseñado para sortear las dificultades políticas. Vale recordar cómo terminó esta experiencia en el ocaso del menemismo y luego con Cavallo y De La Rúa. 


La intervención popular: con otro programa y por otra democracia 

De hecho, los dos modelos sobre los que se mueve hoy el capitalismo monopólico, dependen de la mayor o menor sujeción que las burguesías nativas logren acordar y del plan, renegociador o de obsecuencia mayor, que la política interna y las condiciones de cada país determinan. Planes de acumulación con énfasis en la desregulación y el libre mercado, de orientación fondomonetarista, u otros con prioridad en el consumo y la inflación como variable reguladora desde el estado y abierta a la asociación con otras corporaciones. Ambos se asientan en no afectar al gran capital, a lo sumo negociar con uno para enfrentar al otro sin expulsar ni expropiar; ambos, con los matices y ramificaciones propias de la borocotización de la política, son las opciones sobre las que se basa y funciona la democracia actual. Son partidos o corrientes que defienden uno u otro sector de la gran burguesía dominante e intercambian en muchos casos la misma dirigencia política, gremial o empresarial que se recicla desde hace 40 años o cooptan camadas nuevas educadas en la libre empresa y el monopolio como expresión de progreso y no de atraso o subdesarrollo. Ambos en definitiva ponen los recursos naturales al servicio del saqueo de las multinacionales, como se puede ver en la continuidad de cláusulas secretas en la explotación petrolera y gasífera, en la extracción minera a cielo abierto o en el descontrol del glifosato sobre alimentos y la salud de los pueblos fumigados. De allí que cuando se trata de alternativizar, entre otros, entre el neoliberalismo actual, el kirchnerismo que pasó o el flamante espacio de Massa que se postula como renovación, en realidad no hay nada nuevo, salvo algunas políticas reguladoras y de contención: la “patria” no aparece en ningún proyecto y todos giran alrededor de uno u otro sector monopólico pero ninguno se propone erradicarlo. No se proponen nacionalizar el comercio exterior, ni el capital bancario, ni se ponen los recursos naturales, pesca, minería, petróleo, litio, etc. bajo empresas del estado y control popular. 

Alguien lo hizo pero los ‘representantes del pueblo’ miran para otro lado 

Allí están las razones, entre otras, cuando se conocieron las cifras de la pobreza de 32,2% general y un 48% en los chicos menores a 17 años, como cuando se torna ya insostenible el grito de la inseguridad en los barrios producto de la connivencia entre el narcotráfico, la justicia, la política y la policía. Nada fue ni es por generación espontánea. Hace décadas se viene incubando como parte de la degradación sin atenuantes del capitalismo monopólico y su esquema de poder basado en la explotación, parasitismo y entreguismo de la gran burguesía asociada. En lugar de agarrarse preocupados la cabeza o rasgarse las vestiduras cuando han sido mayoritariamente parte de los distintos gobiernos de turno, deben asumir responsabilidades y no diluirlas en el conjunto. Corresponde entonces colocar el centro de la política y de la acción de masas en golpear y terminar con las bases estructurales del capitalismo dependiente y del régimen político que lo sostiene. Que el macrismo, el FpV, el radicalismo u otras ramificaciones insistan que la salida además de la represión y sus secuelas, es la educación cuando las escuelas a la vista de todos se han transformado en comedores escolares, es ciertamente un crimen doble y de lesa humanidad. Para quienes se paran desde el progresismo y también para una parte importante del peronismo, repensar y asumir los fundamentos ideológicos de aquella generación del 70, tiene además de plena vigencia un sentido de patria liberada y socialismo. Es muy frustrante para las nuevas generaciones pretender producir cambios reales desde la lucha política institucional, y que la militancia revolucionaria en lugar de estar insurreccionando y elevando la conciencia de la clase trabajadora, debe modular para ponerla al servicio del consenso electoral de sus candidatos. 

En el fragor de la crisis 

Aunque lo nieguen, ya está lanzada la campaña electoral, y la conducta frenadora de la dirigencia de la CGT zigzaguea detrás de ella. Hay un riesgo que ni oficialismo ni oposición quieren correr ni que se dirima por fuera de la institucionalidad creada. Como dijimos en el inicio, lo que está en juego, entre los de arriba y los de abajo, es hacia dónde orientar el actual curso de lucha política y de clases abierto en el país. Dejar que las cosas transcurran en el marco de la democracia monopólica y el recambio institucional subordinando la acción de masas cada dos años, o si el auge militante debe ir por encrespar la acción y el protagonismo de masas en la perspectiva de remover el capital monopólico junto con su soporte político y abrir paso a una nueva república popular y democrática. Todo paro o plan de lucha que se desarrolle estará siempre al servicio de resolver esta contradicción. 

 Andrés Zamponi

Publicado en: 
Miércoles, Octubre 12, 2016 - 17:00

Notas relacionadas