Parazo, piquetes y lo que puede venir

Martes, 11. Abril 2017

Es indudable la contundencia del paro nacional. Desde el inicio fue paralización total y adquirió luego carácter activo con los cortes y movilizaciones que le imprimió el combativismo y la izquierda en puentes y rutas de diversos puntos del país. Suponer que la eficacia dependió del paro de transporte implica desconocer que su gestación arrancó a poco tiempo de asumir el gobierno cuando arreciaron despidos y tarifazos, es subestimar el descontento y amplitud de las luchas en curso, y por último es ignorar que los choferes también son trabajadores y defienden sus derechos de igual a igual.

Macri ensució la cancha y buscó disminuir sus efectos apuntando a la descalificación de la CGT, pese a los favores, tildando de “empresarios” o de “matones” en el caso del impresentable Viviani. Por otro lado la ministra Bullrich y su secretario Burzaco se esmeraban con gendarmería y protocolo en mano para imprimir un sello represivo e intentar disciplinar en la jornada. Al final de cuentas esta convocatoria nacional, que debió haberse concretado en noviembre pasado, se fue postergando hasta que las cuantiosas y masivas movilizaciones de marzo, con movida de piso y escenario incluido, obligaron a los burócratas de la CGT a terminar con las dilaciones. En reuniones previas al 6 entre gobierno, CGT e iglesia, acordaron recomponer el clima el día después al paro. Tratan de encauzar una situación que a todos preocupa visto la escalada de luchas y reclamos, tratativa que suena insuficiente y condenada al fracaso si pretenden que los arreglos de cúpula progresen sin la recomposición del salario real, sin generar puestos de trabajo y sin terminar con los despidos o salir medianamente de la pobreza. Las razones del paro son muy profundas y chocan con los límites del plan ajustador. Medidas aisladas o domingueras desentonan con la voluntad de lucha que crece en los trabajadores; los paños fríos de la dirigencia que se sienta al día siguiente de una medida de lucha, deja indemnes dichos límites.

Sin plan B
y junto a los gordos

Cuando Macri afirma que no existe plan B torna efímero cualquier diálogo. Ante una CGT que ya no le sirve para afianzar su política, buscará dividirla. Billetera mata, en este caso, la unidad de los jerarcas. Que también por allí se abra una vía para incidir en la división del PJ -con vista a las elecciones legislativas- media un corto trecho. El gobierno no hubiera podido avanzar con la flexibilización laboral y la reducción del salario sin la colaboración y la claudicación de un sector de la burocracia. El acuerdo de Vaca Muerta entre petroleras y Pereyra, de las automotrices junto a Pignanelli de Smata, de los gremios del calzado y textiles, hasta el último firmado con Martínez de la UOCRA y Lingeri de Obras Sanitarias el día anterior al paro, son eslabones de la misma conducta política que encadena los intereses de los trabajadores a los designios del plan de los monopolios. A ellos se refería el presidente cuando habló sin identificar a “sindicalistas mafiosos”. Contando con ellos, a su vez, pretenderá seguir gobernando para desviar las puebladas o la conflictividad en alza. Al final de cuentas, entre bueyes no hay cornadas.

Con represión no alcanza

En el sentido opuesto, el disciplinamiento social alentado por multimedios que reflotan de manera permanente su gorilismo, y que floreció mucho en la ocasión, constituye parte de una política que arrancó el año desalojando a los manteros y continuó con la represión a los mapuches en el sur, la quita de personería gremial a trabajadores del subte, la imposición de un techo a estatales, la descalificación social de la docencia, la persecución y amenazas a dirigentes, hasta el reciente desalojo de AGR. Es la otra cara del ajuste y, como tal, sustancia de una política que ya sin margen pretende imponerse y dividir, para reprimir a los trabajadores. El desalojo violento en la Plaza Congreso de los docentes de Ctera mientras montaban una carpa-escuela se inscribe en ese marco represivo, bajo la convicción oficial de que también le sirve para reforzar vínculos con sectores de su electorado, a la vez que con grandes empresarios e inversionistas.

En el foro mucho verso

El gobierno definió polarizar en el terreno político. La recuperación prometida que nunca llega y el acercamiento de las elecciones apremiaron un giro en el discurso. La marcha en su respaldo del 1A le permitió retomar la iniciativa ante una oposición diluida y alejada de la lucha de los trabajadores. Por eso salió a disputar con la burocracia, sin desencajar con la necesidad de acuerdos posteriores pero poniendo en el banquillo a la izquierda y los luchadores. Ese mismo 6 de abril, Macri hablaba en el Foro de Empresarios reunidos en el hotel Hilton y prometía eufórico un “crecimiento sostenido durante 20 años”. Un disparate, cuando no payasesco e hipócrita, visto los sucesivos fracasos en estos 16 meses y la facilidad también para desdecirse de sus propias palabras, en un símil de aquel protagonista de los 90 que prometía una “revolución productiva”. Hablar de un crecimiento de la economía cuando el propio INDEC reconoce que, a la fecha, la industria cayó en febrero un 7% y la construcción otro 9%, completan un ciclo sostenido de 12 meses una y 14 meses la otra, ambas con signos negativos. Algunos de los industriales que disertaron en el Foro e integran la UIA, denunciaron el mes anterior que registran una capacidad ociosa del 40%, y a través de una última encuesta reconocieron que el 87% de los empresarios no proyecta aumentar el empleo ni las horas de trabajo. También el consumo, que ya venía cayendo, entró en picada con el fracasado invento de los precios transparentes; la tendencia, agudizada por la inflación, que ya registra 6,5% en el primer trimestre, no pareciera revertirse. Por lo tanto el crecimiento del PBI, presupuestado en 3,5% para el 2017, empieza a ser revisado por estudios y consultoras con tendencia a la baja, puesto que la mayoría de las variables no se ajustan a los pronósticos oficiales. El mismo FMI pronostica solo un 2,7%. Como sea, viniendo de 2016 con una caída de 2,3%, cualquier crecimiento por elevado que sea estará relativizado y, sus efectos no serán perceptibles en la vida común.
El gobierno busca sujetar los salarios a los índices de inflación descargando todo el costo del plan sobre los trabajadores. Allí están las razones, entre otras, del respaldo otorgado a la gobernadora Vidal en su enfrentamiento contra los docentes de la provincia. Atizar desde el plano político, focalizando en Baradel, responde a la misma intención nacional de polarizar con Cristina Kirchner para aprovechar el desprestigio y agudizar las internas.

En qué perspectiva orientar las luchas

Transcurre un período de alta conflictividad. Cerró el primer trimestre con 952 piquetes. Se registraron en marzo poco más de 500, de los cuales 144 los protagonizaron trabajadores estatales, 115 las organizaciones sociales y luego vecinos, despedidos, políticos, etc. Por lo tanto, si pretendían que el paro fuese un desahogo tal cual lo pensó la CGT, el encrespamiento posterior, sobre todo con la lucha docente y con los estatales en Santa Cruz, empujan el mar de fondo en sentido contrario. La ampliación de la protesta, motivada por los efectos del ajuste y los desaciertos del macrismo, realimentan y evidencian la fortaleza del auge que atraviesa el país. El desborde social, principalmente de marzo, junto a los efectos del paro nacional y lo que puede venir con paritarias no cerradas y los aumentos tarifarios proyectados, ha puesto al régimen político en falsa escuadra. No se trata solo un problema para Macri, sino que preocupa también a la oposición, que hace catarsis en el Parlamento pero elude mayor compromiso con el accionar callejero.
Por lo cual el acento principal de nuestra táctica, atentos al auge en curso, está puesto en la intervención popular y en la unidad de los trabajadores a efectos de orientar y elevar el mismo, en la perspectiva del “que se vayan todos” que marcó 2001. Cuanto más avanza esa mirada más se desinfla la expectativa colocada en octubre y, de hecho, el acto en sí puede transformarse en una cuestión formal, aún con polarización incluida. Dichas elecciones, además, no alteran mayormente la correlación de fuerzas en el Parlamento puesto que se renueva solo un tercio del mismo. La densidad que adquiere la lucha de clases no podrá ser desmontada, menos aún si el oficialismo decidió reprimir la protesta. En el caso de que los resultados le sean adversos, la insatisfacción, conjuntamente con el accionar de masas, pueden abrir un marco de verdadera ingobernabilidad y de puebladas. Cuando se gobierna en contra del pueblo, a contramano de sus intereses, asiste el derecho democrático a revocar el mandato. Nuestra referencia al 2001 apunta a la necesidad de instalar otra perspectiva de poder que no dependa del acto de renovación electoral sino de la potencialidad que adquiera el auge para abrir una situación revolucionaria. Allí, la necesidad del cambio profundo aparece ligado a la construcción de un nuevo poder, en reemplazo del viejo poder de la burguesía nativa asociada a los monopolios.

Andrés Zamponi

Publicado en: 
Martes, Abril 11, 2017 - 19:15

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