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Mercosur - Unión Europea Un acuerdo para profundizar la miseria y la dependencia
El acuerdo de integración entre el Mercosur y la Unión Europea fue anunciado recientemente con gran entusiasmo por Mauricio Macri tras 24 años de negociaciones. La táctica de llegar a octubre con una andanada de iniciativas, desde los “Precios Cuidados” y el “Ahora 12” hasta la baja del dólar y las tasas de interés, tiene, sin lugar a dudas, la pretensión de contrarrestar los juicios agoreros en materia económica, capítulo donde peor le dan las encuestas, aún de quienes afirman que lo volverían a votar.
De manera similar, Bolsonaro, proclive a Donald Trump y su línea de entendimientos bilaterales, llega a este acuerdo multilateral a pesar suyo, con el fin de mostrar algún “éxito” en materia económica, dado el rápido deterioro de su imagen política dentro de Brasil.
Sin embargo, las consecuencias de esta integración se proyectan más allá de las primarias y la elección presidencial. Se trata de una iniciativa con un fuerte componente estructural que, de prosperar, habrá de profundizar la dependencia de Argentina y de sus socios del Mercosur respecto del gran capital monopólico europeo ya que por encima de todo estarán las ganancias que pretenderán de las empresas en pleno despliegue de una guerra comercial de alcance mundial.
Desde el punto de vista geopolítico la iniciativa se suma al desembarco de China y Rusia en el patio trasero de los Estados Unidos, contrario actualmente a los acuerdos multilaterales de libre comercio, y amplia el patio de la propia Europa (empobrecido tras una serie de políticas de ajuste en Grecia, Irlanda, Portugal, Chipre, sur de Italia, España, etc.), creando, además, la posibilidad de realizar operaciones en los países del Mercosur donde las firmas europeas podrán participar de licitaciones públicas con ventajas financieras y tener un trato preferencial en materia de negocios, evidenciando, de alguna manera, que el acuerdo se plasmará entre socios con situaciones de crisis a ambos lados del Atlántico.
Sin embargo, la clave del acuerdo será la reafirmación del proceso de desindustrialización vigente en Latinoamérica. Como es sabido, Alemania, la voz de mando en esta integración, avanza hacia la total robotización de su gran industria, lo cual supone un costo laboral insignificante para sus manufacturas y la necesaria depreciación de la fuerza laboral de países como Argentina donde la actividad industrial se sostiene, salvo contadas excepciones, con un capital obsoleto y salarios de hambre. Esto hará inevitable la quiebra de infinidad de PyMES e inclusive de grandes industrias instaladas en Argentina quienes no podrán competir ni en el mercado interno ni en el mercado europeo contra manufacturas de mejor calidad y de menor precio, salvo, claro está, a condición de esclavizar su fuerza laboral con jornadas de 12 horas o más, eliminar el pago aguinaldos, el pago diferenciado de horas extras, etc. De esta forma, de prosperar el acuerdo será el tiro de gracia para la industria y las conquistas obreras.
Según la cancillería, la Unión Europea aceptó quitar aranceles y cuotas que traban el ingreso de casi el 100% del comercio del Mercosur en lo referente a bienes industriales, lo cual ocurrirá de manera inmediata para el 80% de los productos y gradualmente para el resto en un plazo de 5 años, al tiempo que el Mercosur eliminará aranceles para el 90% de los productos industriales europeos, con plazos de hasta 15 años para avanzar en “sectores sensibles”. Sin embargo, el acuerdo favorece el comercio de bienes de capital con reducción de aranceles para la importación de maquinarias y componentes. De esta forma, las mismas industrias que supuestamente se beneficiarán, por ejemplo las automotrices, deberán afrontar una mayor competencia no ya de partes a ensamblar en la producción local, sino de autos acabados provenientes de Europa para quienes se eliminarán aranceles de importación, motivo por el cual, y por tratarse en muchos casos de filiales europeas radicadas en Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil, se asentará la tendencia a la reducción de turnos y a la eventual deslocalización de automotrices.
Por dicho motivo, los cálculos de un mercado común (sudamericano) de más de 600 millones de habitantes (en su inmensa mayoría pobres, desocupados y trabajadores con sueldos de hambre) se verán sincerados a unos pocos consumidores que podrán adquirir dichos bienes importados, mientras la exportación de manufacturas escasamente competitivas a Europa, libres de aranceles, será un sueño irrealizable.
Por esta razón Argentina seguirá exportando productos primarios, sin o con escaso valor agregado, siendo este el motivo por la cual primarán los agronegocios y los fondos de inversión del tipo “pooles de siembra”, aunque, aún en este punto, habrá poco para festejar ya que se profundizará el carácter extractivista imperante en nuestro país, pero de modo más selectivo.
Como es sabido, Francia, el otro peso pesado de Europa, cuestionó la apertura a la importación indiscriminada de productos agrícolas, provocando que la Unión Europea decidió ceder en los aquellos bienes que no produce, como soja, merluza y frutales, que contarán con arancel cero e ingreso sin barreras, aplicar cuotas en aquellos que sí produce, como la carne, y mantener el control de la competencia privilegiando sus propios productos o los de sus ex colonias, como el azúcar.
En cuanto al peronismo es conocido que la dupla Fernández-Fernández ha cuestionado este acuerdo, que ahora deberá ser ratificado por el Congreso donde Macri no tiene mayoría propia ni pacto con los gobernadores alineados con la oposición kirchnerista, por lo que la intentona podría fracasar. Sin embargo, es sabido, también, que siendo gobierno el kirchnerismo fomentó los agronegocios y el extractivismo al tiempo que su supuesto industrialismo fue un neodesarrollismo más de palabras que de hechos. De igual modo, es sabido, que durante la reunión de la OMC realizada en Buenos Aires, cuando Macri intentó avanzar con acuerdos multilaterales y la reforma laboral, Cristina Fernández saludó el encuentro y llamó a sus militantes a no participar de las marchas y actos de repudio. Por eso habrá que ver qué sucede en este punto y si, a futuro, los Fernández terminan aplicando los acuerdos de Macri con Bolsonaro, Macron y Merkel, tal como se han comprometido con el FMI y el pago de la deuda.
Jorge Díaz
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