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Levantamiento popular en Kenia
Actualmente existe un número importante de guerras de agresión, guerras entre estados y conflictos armados internos o guerras civiles de las cuales se destacan la invasión rusa a Ucrania, el choque interno en Myanmar y la escalada del conflicto en Palestina que amenaza con extenderse a toda una región.
En ese cuadro, el territorio africano es un polvorín en el que intervienen todas las potencias imperialistas en pugna, interesadas en los recursos y zonas de influencia geopolítica: los EEUU y países como Francia han perdido terreno frente al avance del islamismo radical y los jefes tribales, en el marco de estados débiles o “fallidos” y, sobre todo, ante la intervención de Rusia y de China. Rusia actúa a favor de una de las facciones que se disputan Libia y ha accedido a un puerto clave en pleno Mediterráneo, que se suma al que ya tiene operativo en Siria. Lo mismo ocurre con China, que accedió a un puerto militar propio mediante un acuerdo con Djibuti, en el estratégico Mar Rojo. Ambas potencias intervienen en otros conflictos o golpes de estado como el de la República Centroafricana o el conflicto en Etiopía, que involucra a Eritrea en la región del Tigray. En los últimos tres años destaca particularmente la conflictividad armada en el Sahel (línea de países que atraviesan África subsahariana del Atlántico al Mar Rojo: Sudán, Chad, Mali, Burkina Faso, Níger, Mauritania, Senegal, Nigeria); también se extiende al oeste y al sur, en Etiopía, Mozambique y la República Democrática del Congo.
Sin embargo, destaca una nueva línea de intervención, popular e independiente, que ha surgido en el marco de una grave crisis económica, social y política en Kenia, en la zona oriental del continente. Durante las últimas semanas, Kenia se ha visto sacudida por protestas generalizadas contra una cuestionada ley que apunta a aumentar los impuestos. El Proyecto de Ley de Finanzas de 2024 buscaba acumular al menos 2.700 millones de dólares en fondos, principalmente con el propósito de pagar a los acreedores y estabilizar el creciente déficit presupuestario del país, con una deuda pública del 68% del PIB, que excede el 55% que el FMI y el Banco Mundial han recomendado.
Inicialmente el proyecto de ley proponía controvertidos aumentos de impuestos sobre productos básicos como el pan y el aceite de cocina, que fueron abandonados el 19 de junio después de la primera ola de protestas del día anterior. No obstante, el parlamento de Kenia aprobó el proyecto de ley, que todavía incluía disposiciones sobre un impuesto del 16% sobre bienes y servicios que se utilizan para equipar hospitales especializados con más de 50 camas, lo que algunos temían que aumentaría el costo de la atención médica.
Después de que continuaron las protestas, el presidente William Ruto anunció el 26 de junio que no firmaría el proyecto de ley, admitiendo que “el pueblo ha hablado”. El día anterior, sin embargo, calificó algunas acciones de los manifestantes, en particular la toma del parlamento, como un “ataque sin precedentes a la democracia”. Mientras tanto, las fuerzas de seguridad han reaccionado con dureza matando al menos a 44 personas, con cientos de detenidos y heridos.
La juventud keniana a la cabeza
Según sus protagonistas, “estas semanas históricas marcan una nueva era después de muchos años de descontento y apatía política. En Kenia se ha encendido un renovado deseo de compromiso político”. Las protestas tienen un gran atractivo demográfico, pero han sido dirigidas principalmente por la Generación Z, que en Kenia es un grupo que en gran medida no participó en las elecciones generales de 2022. Y aunque el proyecto de ley ha quedado en suspenso, los manifestantes siguen saliendo a las calles exigiendo la dimisión absoluta de Ruto, que llegó al poder en las elecciones de 2022.
El dinamismo del movimiento popular keniano y su capacidad para organizarse tanto en las redes como fuera de ellas, es su mayor fortaleza según sus voceros: “Nuestro éxito es que nuestro llamamiento no es al presidente sino a la Constitución misma. No estamos apelando a un líder que nos salve sino a la realización del país que el pueblo keniano imaginó en 2010. Y a medida que el discurso político se infiltra en todos los espacios públicos y privados de Kenia, está claro que un tercer movimiento de liberación ha echado raíces, liderado por sus jóvenes”
El 24 de julio ha comenzado la llamada Nane-Nane March, “Madre de todas las Marchas”, organizada desde los 47 estados hacia la capital Nairobi con fecha de llegada el 8 de agosto. “Rabia y Coraje, como en la plaza Tahrir en Egipto, no nos iremos hasta que hayamos logrado nuestros objetivos”, dicen sus consignas. Un movimiento que gana terreno y se concreta en torno a una demanda central: “Ruto se tiene que ir”. Esto ya está teniendo un efecto contagio en el continente que involucra a las violentas protestas del 1ro de agosto contra la carestía de vida en Nigeria, que preocupa al imperialismo y a las clases dominantes
¡Apoyemos activamente a la rebelión popular keniana, liderada por su juventud!
Pascual Duarte
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