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Las contradicciones capitalistas llaman a la puerta
La muerte de Mao y el ascenso de Deng Xiao-Ping al poder cierran un capítulo en la lucha interna desatada en el seno Partido Comunista Chino, en la cual resultó vencedora la facción antimaoísta y contrarrevolucionaria y dio comienzo a la restauración capitalista bajo el eufemismo de un “socialismo con peculiaridades chinas”.
Desde una situación de relativo atraso material, contando con una poderosa y sobretodo barata mano de obra, bajo la conducción del estado en manos del PCCH, en el marco de relaciones sociales capitalistas, en casi tres décadas produjeron un fuerte desarrollo de las fuerzas productivas que, objetivamente, la colocaron como segunda potencia económica, con grandes posibilidades de a corto plazo convertirse en primera.
Hasta aquí, China se transformó en una gran plataforma exportadora de mercancías, un consumidor voraz de materias primas y un cliente requerido por los productores del mundo y, al mismo tiempo, acumulando enormes reservas de capital que la llevaron a ser la principal poseedora de títulos de la deuda de los EEUU.
Por eso no resultó extraño el sudor frío que corrió en las espaldas del mundo capitalista al estallar, recientemente, una burbuja de especulación bursátil en China. El pánico de las bolsas del mundo resultó elocuente.
Intencionadamente o no, rápidamente se intentó asimilar esta situación a otras crisis originadas en burbujas financieras a que el capitalismo nos tiene acostumbrados, en especial desde la caída del Lehman Brothers. Es cierto que el descomunal salvataje a los bancos tras las crisis del 2008 desparramó una lluvia interminable de dólares (y euros) que no encuentran su realización en la producción de mercancías, pero ni el tamaño del mercado chino ni sus cuantiosas reservas, ni tampoco su tasa de crecimiento económico que, aunque en retroceso, duplica las de Alemania o EEUU entre otros, permiten confirmar estas explicaciones.
Resulta más creíble en cambio que se trate de un ensayo fallido de una apertura financiera. Que China se convirtió en un actor principal del intercambio comercial de mercaderías es difícil dudarlo. Tal vez se trate de la aceleración de su inserción al mundo del capital financiero imperialista el que produce este crujido. Tal vez el proceso de constitución de una nueva burguesía empiece a hacerse sentir al interior del propio PCCH, con sus facciones, en el marco de un desarrollo desigual donde se despierten contradicciones ya no sólo entre el campo y la ciudad sino entre el desarrollo del mercado interno y una integración más sólida al mercado mundial, en particular el financiero, adentrándose en su fase imperialista.
Los hechos futuros seguramente echarán mayor luz sobre este episodio. De lo que no cabe duda es que el desarrollo capitalista, por acelerado y extendido que sea, no dejará de agitar las aguas profundas de la lucha de clases en China y colocará a los trabajadores al frente de la lucha por la emancipación social.
Jorge Contreras
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