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Palestina - Ni acuerdo ni paz

En una declaración conjunta, los mandatarios de EEUU y de Israel Donald Trump y Benjamin Netanyahu, hicieron público el 28 de enero pasado lo que llamaron el “Acuerdo del Siglo” para la paz entre Israel y Palestina. Un “acuerdo” en el que no interviene la parte palestina, para una “paz” que se apoya en la ocupación, el despojo y la segregación del pueblo árabe.
El texto parte de legitimar la soberanía sionista sobre los asentamientos ilegales de los colonos israelíes en Cisjordania, que han avanzado sistemáticamente sobre las antiguas poblaciones palestinas con el respaldo de las fuerzas armadas israelíes. Junto con esto, declara unilateralmente a Jerusalén (Al-Quds para los árabes), como “capital indivisible” de Israel, mientras plantea la creación de una nueva “capital” para Palestina -Abu Dis-, en la periferia oriental de Jerusalén. Con esto pretende dar por terminado el reclamo de los pueblos árabes que consideran a Al-Quds como la capital de Palestina. Simultáneamente, el texto determina la anexión completa del valle del río Jordán, con lo cual Israel pasaría a tener total control sobre la frontera con Jordania, aislando completamente a Cisjordania del país vecino.
El “Acuerdo” reconoce un “Estado palestino” que pasaría a ser un mosaico de ghettos, desmilitarizado, sin control de sus fronteras ni de su espacio aéreo ni marítimo. La Autoridad Nacional Palestina queda desprovista de todo armamento para defender su soberanía e imposibilitada de capacitar a sus fuerzas de seguridad sin previa autorización del Estado de Israel. En “compensación” por la pérdida territorial en Cisjordania, Israel le cede a Palestina dos franjas de tierra en pleno desierto al sudeste de la franja de Gaza que, por otro lado, se mantiene sitiada por aire, mar y tierra por parte del estado sionista.
Por último, se reconoce a Israel como “Estado judío”, con lo cual los palestinos residentes en Israel y con ciudadanía israelí -en su gran mayoría musulmanes-pasan a ser legalmente ciudadanos de segunda categoría. Esto afecta a no menos del 20% de la población de Israel. Al mismo tiempo, se quita el estatus de refugiados palestinos por la política colonialista, negando el retorno a casi seis millones de personas que debieron huir por la permanente usurpación territorial en los últimos 70 años. Tampoco se dice una sola palabra sobre la situación de los presos políticos palestinos, hacinados en las cárceles del sionismo.
El Estado sionista de Israel es un régimen de ocupación que aplica sistemáticamente una política de colonialismo cada vez más agresivo, que avanza en una “limpieza étnica” contra la población palestina e inclusive contra la población israelí no judía. La avanzada ultrareaccionaria que se expresa en este “Acuerdo”, lejos de contribuir a la “paz” como proclama, profundiza el arraigo de un régimen de apartheid peor que el que existió en la Sudáfrica colonial. El respaldo del imperialismo estadounidense a este régimen, si bien no es una sorpresa para nadie, juega un rol cada vez más repudiado por los pueblos de la región, que no han tardado en manifestarse contra esta nueva ofensiva, augurando un nuevo ciclo de rebeliones contra la injerencia del imperialismo yanqui en medio oriente y su protegido, el sionismo israelí.
Pocos días antes de esta nefasta declaración, Alberto Fernández estrenó su pasaporte como presidente argentino para visitar Israel, con la excusa de la conmemoración de los 75 años de la liberación -por parte del Ejército Rojo de la URSS- de los prisioneros del régimen nazi en Auschwitz. Mendigando apoyos internacionales para la renegociación de la deuda con el FMI, Fernández mantuvo dos horas de amable reunión con el genocida Netanyahu, durante las cuales le garantizó al criminal que mantendría la caracterización de Hezbollah como organización terrorista y evitó cualquier contacto con la Autoridad Nacional Palestina. Luego de conocerse el “Acuerdo del Siglo”, el gobierno argentino ha guardado estricto silencio al respecto, siguiendo en la línea de cultivar la mejor relación posible con el imperialismo yanqui y sus cómplices, aunque esto implique mirar para otro lado mientras se intensifica el genocidio contra un pueblo hermano.
El rechazo a esta verdadera provocación de la mano con las tareas de solidaridad con la resistencia palestina, cuyo pueblo continúa con su larga marcha hacia su liberación, que solo será posible sobre la base de la derrota de la política del sionismo israelí.
Leo Funes
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