Reproducimos la declaración de nuestro partido publicada el 14 de julio, día en que formamos parte de las movilizaciones en la Embajada de Cuba en Buenos Aires y en el resto del país, en apoyo... Ver más
La detención de Lula empeora la situación de Brasil

La crisis desatada en Brasil, agravada tras la detención de Lula, encuentra sus raíces en la crisis de dominación de la camarilla de Temer y su relevo fáctico a cargo del ejército y la justicia.
En su base, dicha crisis es el resultado del explosivo crecimiento de la economía y del neto corte capitalista de la misma que supo imprimir el PT desde su arribo al poder. Y ocurre que nunca como ahora Brasil vio semejante expansión de su industria, agricultura, comercio y actividad financiera, haciendo que gran parte de la población pobre, en especial en el interior y el nordeste del país, viera mejorar su situación material, pero, fundamentalmente, que los millonarios se convirtieran en multimillonarios.
Efectivamente, de la mano del PT, la economía de Brasil se convirtió en la mayor de América Latina en cuanto al PIB y la sexta a nivel mundial según el FMI y el Banco Mundial.
Dicho despegue se intensificó a partir de 2003, impulsado por el incremento del volumen y el precio de la demanda internacional de materias primas, en especial minerales, petróleo, soja, carbón y carne (el famoso viento de cola que empujó a toda la región incluida la Argentina) y la entrada de nuevos capitales atraídos por las reformas estructurales de Lula y Dilma Rousseff, quienes garantizaron la paz social a los inversores, llegando al extremo de impulsar una de las más escandalosas reformas laborales del mundo, finalmente consumada por Michel Temer.
Como muestra de bonanza Lula se dio el lujo de sacar los pies del plato de la injerencia yanqui -alentando con su ejemplo a los gobiernos “progres” de la región-, al afiliar al Brasil al BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), la mayor alianza comercial del mundo después del TLC entre Estados Unidos, México y Canadá.
De esta forma los monopolios latinoamericanos se volvieron en su mayoría desafiantes, al punto de que algunos sectores de izquierda dentro y fuera de Brasil llegaron a hablar de una suerte de “gran burguesía nacional” y de un “progresismo gran burgués antiimperialista”. Pero ese “progresismo” no tuvo en cuenta la presencia de agentes de la CIA observando sus negocios, como en el caso FIFA, ni la jurisdicción de los tribunales estadounidenses y suizos sobre las ganancias a cambio de permitirles cotizar en Wall Street y poner sus capitales mal habidos a buen resguardo.
Sin embargo, no todo el brillo del Brasil habría de ser oro. El tráfico de influencias y de coimas con las principales corporaciones tuteladas por Odebrecht, la mayor constructora del país y una de las más importantes del mundo, habrían de arrastrar a todo el arco político a una crisis cuyo fin aún no logra visualizarse, aunque si tendría a Lula como pato de la boda por un delito relativamente menor: la obtención de un piso en la cima de una torre en concepto de “obsequio”.
De esta forma, el principal líder sindical y político del país ve pasar sus días en la cárcel, pero el punto es que el ventilador encendido por los testigos protegidos no termina su salpicadura en la figura de Lula ni mucho menos. Gran parte de la dirigencia empresarial y política del Brasil y de otros países como Perú, Ecuador, Paraguay, etc., está bañada de mierda, como Angelo Calcaterra, el primo de Mauricio Macri, envuelto en el pago de coimas por el soterramiento del Sarmiento.
Por eso la grave situación lejos está de ser un problema de la izquierda, como pretenden quienes equiparan a Lula con la figura del Che o cosa por el estilo. Se trata de un quiebre político y económico que de una forma u otra habrá de arrastrar a toda la región y es ahí donde el miedo comienza a circular entre los dirigentes pasados y presentes, quienes junto a la Embajada de los Estados Unidos pretenden exorcizar la crisis encerrando a Lula, por estos días, la supuesta causa de todos los males.
Sin embargo, no se puede tapar el sol con las manos ni pretender más de lo mismo: que la parodia de democracia que vive el Brasil, pueda resolver el problema, es decir, "profundizando la democracia". Y ésta, es la base objetiva que empuja a la sociedad brasilera a una solución de fuerza, independientemente de los candidatos de recambio por izquierda o por derecha.
En los hechos, la perspectiva de un choque de clases, es la razón por la cual las fuerzas armadas están ocupando un lugar creciente en la escena, alimentando una salida fascista militar o cívico militar, mientras las movilizaciones espontáneas de las masas se alzan en uno y otro lugar del país ante la conducta expectante del PT quien ni siquiera atina a llamar a la huelga general.
En este escenario, sólo la irrupción obrera y popular podrá darle al Brasil una perspectiva revolucionaria y provocar el necesario surgimiento de un partido de clase dispuesto a cambiar la historia. Algo que, indudablemente, está a la orden del día.
Jorge Díaz
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