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Hacia el paro general del 9 de mayo
Con un mes de anticipación, y todavía relativizado por los sectores más acuerdistas de la central, se confirma después de semanas de deliberación un nuevo paro de la CGT para el próximo 9 de mayo.
El golpe al salario y a las condiciones laborales casi no encuentra precedentes en nuestra historia que puedan ponerse a la altura de lo que sucede por estos días en el país. Para encontrar situaciones comparables a la entrega y la destrucción de las fuerzas productivas como el que está llevando adelante este gobierno nos tenemos que remontar a la última dictadura genocida, o más cerca en la historia al menemismo. Las referencias quedan claras, y para eso que entre los trabajadores se identifica como dos de los momentos más nefastos de nuestra historia, para el actual gobierno son ejemplos declarados a seguir. El libreto ya es viejo y conocido: la entrega de soberanía y la claudicación ante los monopolios locales y el imperialismo a cambio de grandes negocios para unos pocos.
El alineamiento con Estados Unidos, así como la voluntad de favorecer constantemente al capital financiero que el gobierno de Milei representa, son evidentes. Se acelera la reprimarización de la economía haciendo base en la exportación de materia prima, enfriando al ya diezmado sector industrial, continuando con lo que quedó establecido como el esquema principal desde el 76´, y que más allá de los matices del momento no fue modificado. El efecto es cantado: la pérdida de millones de puestos de trabajo, el hundimiento del valor de mercado de la fuerza de trabajo, con la licuadora de salarios que a las claras significa una reforma laboral encubierta, encarecimiento a su vez del costo de vida, etc.
El escenario está planteado y en ese marco se ubican las luchas actuales para el movimiento obrero. Este paro que aparece como un nuevo “round” de una vieja pelea. Desde este lado del cuadrilátero el desafío es ver qué debates nos toca procesar y qué enseñanzas nos aprender si queremos tomar una actitud que esté a la altura del contexto actual.
La declaración de guerra al conjunto de los trabajadores es total. Cada día es un nuevo ataque y una metida de mano en el bolsillo. Pero la principal central sindical no está cumpliendo con el mandato que le corresponde por tener la representatividad de una gran parte de la clase trabajadora. El rol pacífico y dialoguista que viene primando en la cúpula de la CGT no la pone a la altura de los ataques que recibimos, sino que los acerca más a la entrega de la base obrera que tienen que representar, en un proceso que no está exento de contradicciones.
Hacia el interior se expresan distintas tendencias que, sin romper cierto marco de unidad, van desde aquellas que aparecen como posturas más confrontativas, hasta aquellas de claudicación total hacia el gobierno y el empresariado, despegados de lo que los genuinos delegados de base de cada uno de los gremios vienen haciendo en defensa de las condiciones de laburo, contra los abusos y por el cumplimiento del convenio colectivo.
La reunión del 10 de abril entre el gobierno y la cúpula de la central, previa a la convocatoria al paro, se dio en un clima de expectativas de poder llegar a un acuerdo. En simultáneo se expresaban diferentes conflictos sectoriales con paro como el de la UTA en el AMBA, así como la amenaza de paro general de la UOM por negociación salarial irresuelta y que luego continuó regionalmente en Villa Constitución con el paro por tiempo indeterminado por el conflicto entre los trabajadores y la patronal de Acindar. A esto se suma a convocatoria a la marcha nacional universitaria programada para el 23 de abril, así como los distintos conflictos desatados en las provincias por las paritarias en un contexto de ajuste. El día anterior el movimiento piquetero había sido reprimido en la Caba luego de copar con la movilización el centro porteño.
Es así que en un marco de fuertes discrepancias respecto del rol que la central debe jugar, y empujado por la situación general y por el conjunto de las bases gremiales que no tienen más margen para aguantar y exigen una respuesta de cada uno de los gremios y del conjunto de la CGT, es que casi al salir de la reunión se fija la fecha del próximo paro para el 9 de mayo, obligando a mostrar iniciativa.
Anticipar con un mes la convocatoria al paro no es una cosa ingenua. En un marco de tensa calma y aun con voces que relativizan la medida diciendo que “vamos a ver qué pasa, faltan varias semanas”, buscan un escenario donde cada sector pueda ver de condicionar las negociaciones sectoriales que todavía no cerraron, así como desde el triunvirato seguir evaluando aquello que llaman “la letra chica” de la reforma laboral. De esta manera continua la unidad, conteniendo distintas tendencias hacia el interior de la central, pero corriendo el riesgo de impulsar una medida poco eficaz por lo alejada en el tiempo, así como el desprestigio al cual exponen a la herramienta gremial producto de tanta rosca.
El problema es que mientras tanto nos exponen a que siga la fiesta de los despidos y nos obligan a seguir jugando en cancha ajena. Y pareciera que es lo que vienen eligiendo desde la cúpula de la central, jugar en cancha ajena y dar los debates en los términos en los que el gobierno plantea, prestarse para discutir una reforma laboral escrita por los sectores económicos concentrados con el objetivo de seguir robándonos, y para la cual solo se limitan a introducir algunas pequeñas modificaciones.
Además permiten que el gobierno imponga falsas contradicciones que sirven para argumentar las decisiones que luego toman. Como aquello que Julio Cordero, el actual secretario del área de Trabajo rebajada de ministerio a secretaria, dijo de cara a la reunión entre la central y el gobierno que, palabras más palabras menos, pedía “responsabilidad a la hora de fijar salarios”, porque negociaciones salariales elevadas pueden generar inflación. Una gran mentira, de la misma manera que es otra mentira el sostener que salarios y condiciones de contratación dignas desincentivan la inversión y la producción de empleo, y que para impulsar el trabajo y la industria hay que flexibilizar y abaratar el “costo laboral” dando garantías a la patronal, es decir quitando garantías al trabajador.
La CGT legitima estos argumentos, lo que nos entrega en bandeja en cuanto a la discusión luego en cada uno de los lugares de trabajo. No hay que perder de vista además la tendencia principal en la cual desde hace 5 meses lo que predomina son los retrocesos sufridos a diario, y donde las concesiones que se puedan conseguir son siempre hacer que el gobierno y los grupos concentrados retrocedan algunos pasos en el marco de que ya avanzaron varios kilómetros. No podemos especular ni dejar pasar más tiempo, es hora de pasar a la ofensiva.
Ese es el desafío, trabajando por dar continuidad y estimular cada uno de los paros sectoriales y de diferentes gremios que desarrollan sus conflictos particulares. Además trabajar hacia el 9 de abril por la unidad y la demostración de fuerza en la calle para que el paro se sienta, y se vea, como un golpe a este gobierno sin especulaciones ni sectarismos. El enemigo principal es el gobierno de Milei y así como el capital financiero y los monopolios locales y extranjeros que se benefician con esta fiesta.
Las condiciones para esto están más que dadas. Nadie que dependa de su salario hoy, si no es que lo ha perdido, puede permitirse continuar con la espera. Al contrario, con el aceleramiento de las condiciones de vida producto de la megadevalución de diciembre y su continuidad, tarifazos, despidos, etc, empujan a los amplios sectores de la clase trabajadora a sostener diferentes medidas surgidas como respuesta en cada lugar de trabajo. Claro ejemplo de esos son los estatales, transportistas, marítimos universitarios, y sobre todo el emblemático caso de Acindar donde en el corazón del gigante monopólico del acero y por tiempo indeterminado, se impone un paro conectando lo mejor de la experiencia histórica de nuestra clase con la realidad actual de un país que ve repetirse la vieja historia, hasta que la capacidad dormida de la clase trabajadora en su conjunto despierte e irrumpa con la quietud de la espera, y así transformar esta situación imponiendo una salida patriótica, popular y antiimperialista a la crisis en curso.
Julián Amaya
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