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Fue lesbicidio: Justicia por Andrea, Pamela y Roxana
En el barrio de Barracas, ubicado en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires, el pasado 5 de mayo por la noche cuatro mujeres lesbianas fueron atacadas y masacradas mientras dormían en la habitación del hotel en el que vivían. Justo Fernando Barrientos, vecino del hotel, les arrojó una molotov y, según testigos, bloqueó la puerta impidiendo que pudieran escapar. Barrientos perpetró un crimen atroz, en el cual fallecieron Pamela Cobas, Roxana Figueroa y Andrea Amarante; del ataque solo sobrevivió Sofía Castro. Andrea y Roxana ya habían denunciado ante la policía las amenazas de muerte proferidas por Barrientos meses antes, quien las había estado hostigando por ser lesbianas, pero no obtuvieron respuestas.
Como suele suceder, la respuesta que sí llegó rápidamente acompañando y exigiendo justicia fue de parte de las organizaciones del colectivo LGTBIQ+ y del movimiento de mujeres. Salimos a denunciar este acto como un triple lesbicidio, visibilizando los asesinatos como crímenes de odio enmarcados en un contexto de creciente discriminación hacia la población LGBTIQ+ por parte del gobierno nacional y voceros de La Libertad Avanza. El triple lesbicidio no fue simplemente el resultado de una acción individual: se llevó a cabo teniendo como telón de fondo a Milei atacando al colectivo de la diversidad y al movimiento de mujeres, a la par que recorta presupuesto y cierra dispositivos que brindan acompañamiento y asistencia ante situaciones de violencia de género, además de efectuar despidos como en el INADI.
Sin ir más lejos, días antes del triple lesbicidio, Nicolás Márquez, el biógrafo y amigo de Milei, que además de la biografía del presidente escribió libros como Milei, la revolución que no vieron venir, y El libro negro de la nueva izquierda junto a Agustín Laje, en una entrevista radial reprodujo prejuicios reaccionarios respecto a la homosexualidad, calificándola de “insana y autodestructiva”, colocando al colectivo de la diversidad como portador de enfermedades entre otros descalificativos patologizantes. Las redes se llenaron de repudios ante tamaña brutalidad. Días posteriores, el 13 de mayo, el vocero presidencial Manuel Adorni se refirió al ataque en Barrracas como la expresión de una violencia “generalizada” y “abarcativa”, describiéndolo como un asesinato sin móvil social y meramente aleatorio; luego continúo la conferencia de prensa sosteniendo que la palabra lesbicidio no estaba en el diccionario de la Real Academia Española.
Desde la LLA son negacionistas de todo. Sostener que estos crímenes son eventos aislados es ignorar deliberadamente las condiciones sociales y estructurales que subyacen a estos actos de violencia, que ahora son legitimados por el gobierno, incentivando discursos de odio que se materializan en acciones violentas en medio de un brutal ajuste. En este sentido con justeza, “no es libertad es odio” fue una de las consignas que recorrió las movilizaciones en pedido de justicia, junto a denunciar las condiciones de vida del colectivo LGBTIQ+, históricamente expuesto a la discriminación, la expulsión y la precariedad laboral y habitacional, que se agrava con la crisis en curso.
Dijimos en no transar de abril que “la lucha contra el gobierno tiene un claro componente material dado el violento ataque a nuestras condiciones de vida (…) exponiendo además que “el ataque a los sectores populares (del cual es parte el movimiento de mujeres y la diversidad) tiene un fuerte componente ideológico y reaccionario que hay que combatir”. A esto nos referíamos. Los ataques contra nuestro movimiento, así como expresiones que llaman a combatir “la ideología de género”, son utilizados por los sectores reaccionarios y por LLA para estigmatizar a las mujeres, a la comunidad LGBTQ+, ubicándonos como sectores que le generaríamos gastos al Estado, así como sucede con las y los trabajadores estatales, o el movimiento piquetero, calificándolos de “ñoquis, vagos” etc. Estos ataques buscan configurar culpables y chivos expiatorios de una crisis que no generamos, intentando enfrentar a pobres contra pobres bajo el mensaje de la meritocracracia, el individualismo y el sálvense quien pueda, con el fin de justificar el ajuste mientras la casta sigue impune y el gobierno intenta vender el país.
Hay que combatir al gobierno en toda la línea, y la marea verde tiene que ser parte de ese pueblo que, como en Misiones, está poniéndose de pie y rebelándose en las calles. El próximo #3J tenemos por delante la tarea de volver a construir una enorme movilización, con la mayor unidad posible, exigiendo justicia por Pamela, Andrea y Roxana, por los femicidios que se siguen perpetrando a diario, contra el ajuste, la ley Bases y todo nuestro programa de lucha, agitando el fuera Milei.
Julia Quinteros
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