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¿Golpe palaciego?
Luego del caos desatado tras la renuncia de Guzmán, que el interregno de Batakis no pudo contener, la asunción de Massa a Economía le dio un respiro al gobierno nacional. La precariedad es tal que el canje de deuda en pesos exitoso y las declaraciones medidas de los referentes de la Mesa de Enlace alcanzaron para cerrar positivamente los primeros días del nuevo ministro.
Sin embargo, el corto plazo no debe tapar la tendencia de fondo. La llegada de Massa es el resultado de la crisis terminal del gobierno de Alberto Fernández. Del lado de Cristina, quienes ayer condenaban furiosos el ajuste de Guzmán hoy guardan silencio frente al ajuste de ahora, que se presenta incluso con menos eufemismos. El ex presidente de la cámara de diputados asumió como última carta de un gobierno al borde del abismo. Con Massa, la cartera de Economía va a absorber las áreas de Producción y Agricultura; además el nuevo ministro despejó los resabios de funcionarios kirchneristas en Energía y en el directorio del Banco Central. Así las cosas, el mote de “superministro” se queda corto. Una verdadera concentración de poder que deja en segundo plano a la fórmula presidencial: Alberto y Cristina quedan francamente eclipsados frente a este personaje a quien no eligió nadie; o mejor dicho, que fue elegido por los que toman las decisiones de peso en esta democracia tutelada.
Dados los anuncios, con Massa ganan los tenedores de deuda, las empresas de energía y los exportadores, con especial énfasis en el litio. Pierden los trabajadores y el pueblo, con un tarifazo en servicios públicos en el marco de una inflación que el mes pasado fue del 7,5%. Sigue en carpeta una mega devaluación que licúe aún más los ingresos populares y le de otro salto a los precios, por más que en público el ministro diga otra cosa. De fondo, está el Fondo, ratificando las metas impuestas por el acuerdo con el FMI en pos de más ajuste fiscal.
A la par –y en sugestiva línea con las declaraciones de Cristina- se la agarró contra los planes sociales, con promesas de auditorías y demás controles. Poner la lupa sobre los planes y las organizaciones de desocupados es la consigna del momento: nunca se investiga lo que hacen los monopolios, los fugadores, los dueños del comercio exterior, que tienen carta blanca para hacer sus negocios con el estado.
Un plan contra el pueblo
Con Massa el gobierno recupera algo de la iniciativa perdida. Esto se refleja en la conducta asumida por la oposición de JxC. El ala “dialoguista” se apresta a la espera de los resultados del nuevo plan; después de todo, ajuste con consenso político es la hoja de ruta de, por ejemplo, un Larreta. El ala “dura” sintoniza por derecha con los liberfachos de Milei y Espert. Macri y su asesor Dujovne salen a hablar abiertamente de reformas jubilatorias regresivas como muestra de un ajuste en toda la regla. Los voceros de un golpe implacable a las condiciones de vida a las mayorías asumen que tal programa solo es aplicable en base a una represión de igual escala. Los oficialismos provinciales de distintos colores toman nota y avanzan en esa dirección. Allí está la Chubut del massista –justamente- Arcioni, que criminaliza al dirigente de Atech Santiago Goodman. A la vanguardia está el radical Morales, que en Jujuy no solo persigue y reprime a cuanto movimiento opositor se le ponga adelante, sino que también practica la represión parapolicial con el secuestro durante 12 horas de un militante del MTE. El gran problema de los Arcioni, los Morales y demás que siguen ese camino, es que su objetivo no se cumple: no logran sacar al pueblo de las calles.
Así las cosas, en el FdT son varios los sectores que toman distancia, aunque no terminen de romper. Hay que dar cuenta del malestar por abajo: de ello tomó nota por ejemplo la CTA de Yasky, y su principal federación, la CTERA, viene de un paro nacional de muy alto acatamiento. Otro tanto ocurre con la CGT. Su convocatoria abstracta del 17 viró hacia una crítica menos disimulable a la política económica, donde se intercalaron de manera casi esquizofrénica los apoyos y los reclamos. Además del malestar por abajo, está la disputa por arriba. Sin convocatoria a paritarias, la jerarquía sindical pierde buena parte de su legitimidad. Además de que no se llegó a un acuerdo por la deuda que el gobierno mantiene con las obras sociales: obsecuentes sí, pero hasta cierto punto.
Unidad para la liberación
La crisis local se agrava a pasos agigantados, acicateada a su vez por la crisis internacional, con la recesión y la inflación en el corazón de Europa, junto a la guerra en Ucrania y la provocación yanqui contra China al visitar Taiwán. Así las cosas, en nuestro país el empoderamiento de Massa es una apuesta por aplicar un ajuste en toda la línea respaldado en la legitimidad de un gobierno peronista. Pero como toda apuesta puede fallar, y sus consecuencias serían graves, no solo para la continuidad electoral del FdT, sino para el régimen de conjunto.
Amplios sectores de masas van comprendiendo por su experiencia la necesidad de salir a intervenir en esta situación. A la cabeza de esa movilización sigue estando el movimiento piquetero, que de la mano de la Unidad Piqutera el pasado 10 de agosto volvió a protagonizar una jornada contundente: no solo acampó en la Plaza de Mayo, sino que en el mismo día movilizó a los ministerios de Economía y de Desarrollo Social. Con otra orientación, pero por las mismas necesidades, debe ser contemplada la marcha del 7 de agosto organizada por los Cayetanos.
En el movimiento obrero van despuntando las experiencias antiburocráticas y combativas, entre la docencia, portuarios, metalúrgicos y neumático, entre los principales. La jornada del miércoles 17 expresó masivamente en el centro porteño y otros puntos del país la bronca hacia esta situación, que tiene como destinatario al gobierno nacional. La CGT maniobró para amortiguar esa bronca y diluir la responsabilidad del oficialismo: esta loza sobre la conciencia obrera pone en valor los esfuerzos de los sectores en lucha que llevaron adelante acciones de mayor combatividad, en la disputa por imponer el paro activo y piquetero para enfrentar el ajuste.
Entre los sectores populares que se vienen movilizando, más allá de la lectura de la situación o de la identidad política, algunos puntos se vienen aclarando. Por ejemplo, se visualiza con cada vez mayor nitidez el problemón que significa la deuda con el FMI. Con matices, va apareciendo cada vez más el problema del control del comercio exterior y de los recursos naturales, así como el rol nefasto de la banca que financia al estado a precio usurario.
Así, en un proceso que no está exento de contradicciones, el campo popular va configurando un programa. El tema es cómo se construye la fuerza social necesaria para aplicarlo, con qué alcances y con qué métodos.
En este marco, talla la convocatoria realizada por el Encuentro Nacional de los Trabajadores y el Pueblo. Votada en su encuentro de Chaco el 9 de julio, y coincidente con la jornada nacional de la CGT –es decir, en un escenario amplificado, con mayores sectores en movimiento- su intervención el 17 de agosto puso como centro la necesidad de luchar por una salida patriótica, popular y antiimperialista a la crisis.
Nuestro partido llama a fortalecer este punto de vista, para avanzar en la unidad de los sectores políticos, sindicales, desocupados y populares en general, comprometidos con la liberación y la conquista de una democracia de nuevo tipo. En función de una salida popular que, junto con medidas urgentes para resolver el tema del salario y del trabajo, parta de la suspensión de los pagos al FMI y la investigación de la deuda, la nacionalización de la banca, del comercio exterior y de los recursos estratégicos. Se trata de un programa que no se va a imponer en elecciones, sino en la intervención rebelde de los de abajo que abra una nueva situación.
Agustín Damaso
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