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Editorial - Jujuy anticipa la Argentina que se viene
El gobernador Morales impuso su Constitución a un costo muy alto. Tuvo que hacer concesiones respecto de los artículos que atacaban los derechos de los pueblos originarios. Luego de varios días de cortes de ruta y movilizaciones, con esa maniobra trató de dividir al movimiento popular. No lo logró, y el martes 20, día de la jura, fue el de mayores combates en San Salvador, con fuego en la Legislatura y barricadas incluidas. Así, su proyecto de prohibir “constitucionalmente” las protestas con cortes nació muerto. Amarga lección para el precandidato a vicepresidente: se puede imponer legislación más represiva, pero lo que no se puede es legislar sobre la bronca de las masas. A esa bronca solo se la puede tratar de frenar a palazo limpio, pero con resultado incierto. Ante una represión que buscó sembrar el terror, con allanamientos ilegales, autos de civil, centros de detención improvisados, más de 50 detenidos y varios heridos, el pueblo movilizado no se dejó amedrentar. La CGT provincial llamó a un paro regional y en el resto del país se multiplicaron las manifestaciones masivas de solidaridad, que incluyeron paros nacionales de docentes, universitarios y estatales.
Morales denunció una conspiración no solo contra su gobierno, sino contra “la democracia”. Hace ya un tiempo que para estos personajes la democracia es la libertad para rifar los recursos naturales y ajustar al pueblo, al que se deja por fuera de las decisiones. Por su parte el gobierno nacional acusa al de la provincia de no respetar los Derechos Humanos, haciendo discreto silencio sobre la participación del PJ en la aprobación del proyecto de Morales. En medio de acusaciones cruzadas de todo tipo, mediáticas, por redes, incluso judiciales, lo que asoma es el temor de todo el elenco político a la irrupción del tercero en discordia, el movimiento popular encabezado por los trabajadores, que sin mediaciones institucionales intervenga en la escena política para imponer sus intereses. Más allá de la hipocresía de quienes lo plantean, el “ataque a la democracia” esconde una observación aguda: lo que se vio amenazado no es un gobierno provincial, sino un régimen.
Jujuy anticipa lo que se viene. El próximo gobierno, del bando que sea, va a profundizar el ajuste a niveles más insoportables que los actuales, además de preparar la timba de nuestros recursos. Frenar ese plan va a requerir una respuesta como la del pueblo jujeño, pero aún más profunda y mejor organizada.
Una bronca que se extiende
La pueblada jujeña estuvo precedida por la gran huelga docente en Salta. En ambos casos se trata de provincias en los que los oficialismos -en un lugar la UCR y en el otro el PJ- habían sido recientemente reelectos. Un dato que se repite: se equivoca feo el que cree que una victoria electoral es igual a un cheque en blanco. El gobierno salteño avanzó en una legislación represiva hacia la protesta, lo que encendió aún más la furia popular. Frente a la huelga docente intentó que se recuperaran días de trabajo en fines de semana y feriados, cuestión sobre la que tuvo que retroceder. Ni la represión, ni los 19 detenidos aplacaron a un movimiento que tuvo su motor en los autoconcovados que le movieron el piso a las conducciones sindicales. Meta movilización y corte de ruta, la lucha de más de un mes de la docencia repercutió en otros gremios, como salud, municipales y transporte.
Mientras se desarrollaba la huelga docente en Jujuy, el pueblo chaqueño reaccionaba con una inmensa movilización ante la desaparición y posible femicidio de Cecilia Strzyzowski, crimen vinculado con Emerenciano Sena y su familia. Sena y su esposa dirigen un movimiento social oficialista, es decir, son lo contrario de los piqueteros que luchan contra el gobierno. Iban como candidatos en una boleta que apoya a Capitanich en las PASO. La bronca se expresó electoralmente con más de 41% de abstención y un 9% de votos en blanco: o sea, la mitad de la provincia no votó a nadie.
Sin dudas impulsado por la coyuntura puntual, lo de Chaco no es un rayo en noche serena. Mendoza es la quinta provincia del país por su cantidad de votantes. Allí el ausentismo fue del 33,9% y los votos blancos y nulos sumaron un 12,6% del total de emitidos. En Corrientes, el ausentismo fue del 34% y la suma de blancos y nulos de 7,7%. Del 7% fue la suma de blancos y nulos en San Luis.
Que estos números hablan de un hartazgo no es algo que solo digamos nosotros. En su nota de tapa del 17 de junio, La Nación tituló que “Crece con fuerza el 'voto bronca'”. Allí se desarrolla que en las 13 elecciones realizadas hasta esa fecha se acumuló un 35% entre abstenciones, blancos y nulos. Esto es un aumento del 8,25% respecto de los comicios de 2021, que fueron solo legislativos.
La rosca infame
La bronca es el resultado de las condiciones de vida del pueblo trabajador, castigado por una inflación galopante que todos los días tira hacia abajo sus ingresos. Aumenta la pobreza, falta la comida en la mesa y se deterioran sin pausa las condiciones de trabajo. Pero las coaliciones que se disputan la presidencia no pierden su tiempo con estos temas. En los últimos meses vienen ocupadísimos con sus internas, arrojando acusaciones contra propios y ajenos.
El oficialismo cambió de nombre: ahora, con el sello de Unidos por la Patria, nos van a querer convencer de que en realidad los últimos cuatro años no gobernaron. Esa es la tónica del discurso de la vicepresidenta, quien habla como opositora mientras le da el visto bueno a las negociaciones de Massa con el FMI, que si adelanta plata será a cambio de un candidato que le ofrezca garantías: luego de coquetear con la interna entre De Pedro y Scioli, se impuso a última hora el instinto de supervivencia de la mano del superministro. Si a alguno lo había ilusionado una candidatura con algún grado de progresismo, aunque fuera más imaginario que real, siempre le va a quedar el consuelo de “votar en contra de la derecha”. Es eso, o asumir al FdT -hoy UP- como lo que siempre fue: una estafa a las genuinas expectativas de cambios progresivos.
Por el lado de JxC, luego de la represión en Jujuy, que Morales y Larreta representen al “ala blanda” parece de risa. Larreta presentó su fórmula reivindicando la actuación de su compañero radical esta semana. Esto es muy gráfico de cómo se imaginan la Argentina que vendrá: al borde de lo ingobernable, conteniendo la situación en base a reprimir de lo lindo. Si Bullrich ve desdibujado su perfil de dirigente dura, es porque la profundidad de la crisis hace que tanto los halcones como las palomas de todos los bandos converjan en un plan de ajuste leonino. Pero para eso hay que enfrentar al movimiento de masas, cuestión que Jujuy desnudó en toda su magnitud.
De la rebelión hacia una salida popular
Los poderosos se rasgan las vestiduras por “la democracia”. Pero el régimen que ellos defienden no tiene nada de democrático, ya que el verdadero poder de decisión está en los grupos concentrados, tanto locales como extranjeros. No importa quién gane, sino sostener las estafas al pueblo como la deuda con el FMI, la timba financiera de la banca local y la depredación de nuestros recursos naturales y estratégicos. Cuando los de abajo se hartan, los de arriba repudian la legítima violencia que ejercen las masas, al tiempo que reivindican la violencia represiva del aparato estatal. De manera infame utilizan la desaparición de Cecilia para atacar al movimiento piquetero, cuando todos los oficialismos promueven el punterismo y la cooptación de los movimientos sociales.
La democracia es otra cosa. Es la libre deliberación de los sectores populares para la resolución de sus problemas. Es la que germina en las asambleas y los espacios multisectoriales, en los cortes de ruta y en la solidaridad de los trabajadores. Esa es la verdadera democracia, popular, patriótica, antiimperialista y antimonopólica. Su escenario son las calles, las rutas, los lugares de trabajo y de estudio, los barrios. Su programa inmediato apunta al bienestar, pero también ataca los nudos de la entrega y la dependencia.
Hacer madurar esa democracia de nuevo tipo es una tarea de primer orden para abrir un curso nuevo en nuestro país, de bienestar y de soberanía. Hacia esa dirección hay que avanzar en la imposición de un paro activo y piquetero contra el ajuste. Ese es el sentido de la pueblada en Jujuy, y hacia allí hay que orientar las rebeliones que vendrán en función de derrotar a los enemigos del pueblo.
Agustín Damaso
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