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En memoria de Hugo Chávez
El 5 de marzo pasado se cumplieron cuatro años de la muerte de Hugo Chávez, el militar que tras remontar el fracaso de una intentona golpista de corte nacionalista el 4 de febrero de 1992, llegó por la vía electoral al gobierno de Venezuela para abrir una época de reformas de contenido popular y antimperialista.
El liderazgo de Chávez emergió como respuesta a una Venezuela del privilegio para unos pocos, devastada por la entrega al imperialismo, con un estado sin recursos. Su aparición, sin dudas, afectó los intereses de la asociación dominante entre esa gran burguesía venezolana y las multinacionales imperialistas que controlaron históricamente la nación.
En una nota de nuestro periódico contemporánea a su muerte señalábamos que su presencia ayudó a fortalecer “…el espacio de los países que se alinean en contradicción con Estados Unidos y que independientemente de la profundidad de cada proyecto sintetizan mayores o menores aspiraciones de cambios. Allí se juntan gobiernos de burguesía nacional con mayor grado de antiimperialismo encabezados por Venezuela, Bolivia y en menor medida Ecuador, con gobiernos de gran burguesía renegociadora como Brasil, Argentina y luego otros tantos países menores cuya burguesía se reacomoda de acuerdo a los mayores o menores tironeos del imperialismo o de los emblocamientos regionales.”
Junto a los méritos de la experiencia política venezolana también exponíamos, a nuestro entender, sus límites: “Ahora bien, no hay cambios de sistema sin revolución y no hay socialismo sin clase obrera en el poder y menos sin el control de los resortes básicos de una economía socializada.
No basta con una política antiimperialista y popular, son necesarios cambios revolucionarios en la estructura económica y en tal sentido todavía el peso de la economía privada venezolana es de 70 a 30 % por sobre la pública, habiendo crecido en 5 puntos incluso en estos 13 años que autocríticamente reconoció el extinto presidente.
Tiene que estar claramente definido quién es el sujeto social de este cambio y desde que existe el capitalismo no hay otro en ningún lugar del mundo que no sea la clase obrera, aún en aquellas naciones cuyo componente agrario sea sustantivo.
Este es un límite central del proceso venezolano donde el componente de clase no aparece ni tampoco la convicción de organizar el partido revolucionario de la clase obrera puesto que el PSVU (Partido Socialista Unido de Venezuela), no lo es.
No hay revolución triunfante sin esa organización, sin un antiimperialismo frentista revolucionario y sin que la vertiente marxista-leninista se construya independientemente del chavismo pero a su vez confluyendo en una política de unidad y lucha. La gran burguesía venezolana, atizada por el imperio vendrá por la revancha y especula con la muerte del presidente y con las dificultades económicas internas que el chavismo no supo resolver.
Soplan vientos favorables que empujan contra la dominación imperialista y sus intentos de trasladar la crisis sobre los trabajadores. El chavismo, ahora sin su líder, puede ser parte de ese auge que recorre el mundo y radicaliza posiciones a favor de un cambio en las reglas de juego a nivel continental. En ese marco la revolución deberá abrirse paso para que los países acentúen su independencia, las naciones su liberación y los pueblos la revolución y el socialismo”.
Hoy cuando Venezuela se ve agredida por los planes restauradores del imperialismo yanqui asociado a las huestes oligárquicas más recalcitrantes las razones están en los aciertos y no en los límites del camino iniciado por Hugo Chávez. Las razones hay que buscarlas, entre otras, en el mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo venezolano, en la reducción de los índices de pobreza del 60 al 27% y la desocupación del 20 al 7%, la creación de un sistema de sanidad universal y gratuita para el que apostó al servicio de miles de médicos y educadores cubanos y logró que Venezuela sea hoy el 5º país del mundo en matriculación terciaria en proporción a cantidad de habitantes; sin olvidar la expropiación de tierras, recuperando 4 millones de hectáreas de aquellos latifundios improductivos y luego aquellos destinados a fines forestales, como parte inicial de una reforma inconclusa.
A cuatro años de su muerte recordamos a Hugo Chávez, reconocemos su desafío al imperialismo y el respeto por el bienestar de su pueblo. Al mismo tiempo, confiamos en el pueblo y la clase obrera venezolanos que rechazará al revanchismo reaccionario y defenderá a la democracia popular en Venezuela, en marcha a la revolución y el socialismo.
Ramiro Casas
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