El libreto sionista puesto en cuestión

Jueves, 28. Marzo 2024
El libreto sionista puesto en cuestión

Hasta hace poco más de una década el conflicto árabe - israelí discurría por canales conocidos y, en gran medida, controlados por Estados Unidos y sus aliados. El enfrentamiento entre sunitas y chiitas, referenciados principal y respectivamente en Arabia Saudita (socio de EE.UU.) e Irán (enemigo de los yanquis), aseguraba la división y la debilidad relativa de los países árabes frente a Israel.

Si bien desde su creación en 1947 el Estado israelí implicó el desplazamiento forzado de palestinos, el diseño de tales relaciones asimétricas al gusto de Estados Unidos se remonta fundamentalmente a 1996, cuando el informe conocido como Clean Break (ruptura limpia), elaborado para Benjamín Netanyahu por el Grupo de Estudio sobre una Nueva Estrategia Israelí hacia el 2000, propuso que Israel tenía la oportunidad de hacer una ruptura clara, forjar un proceso y una estrategia de paz asentados en una base intelectual completamente nueva, que restaurase la iniciativa estratégica y proporcionase a la nación el espacio para comprometer todas las energías posibles en la reconstrucción del sionismo, cuyo punto de partida debía ser la reforma económica.

Dicho informe aseguraba que ninguna cantidad de armas o victorias garantizaría a Israel la paz que buscaba, destacando que cuando Israel tuviese una base económica sólida y fuera libre, poderoso y saludable internamente, ya no podría simplemente gestionar el conflicto árabe - israelí; lo trascendería. Sin lugar a dudas, la actual carnicería perpetrada por el sionismo contra el pueblo palestino es un intento de evidenciar, precisamente, el poder arrasador de Israel y mostrar que pese a los pedidos (fingidos o reales) de Estados Unidos e Inglaterra de detener la ofensiva, quien finalmente tiene la última palabra es justamente Netanyahu.

Por eso, en los últimos años Israel ha insistido en demandar un reconocimiento de sí como un Estado-nación específicamente judío más que como un Estado israelí con inclusión de ciudadanos árabes. Un Estado judío que, en principio, permanezca abierto a cualquier judío que quiera regresar a “su tierra”.

Sin embargo, el tiempo transcurrido desde la confección de dicha hoja de ruta y la situación actual marca un escenario diferente que puede frustrar el cometido del sionismo en el cercano oriente. Como es sabido, antes de la invasión de Israel a la Franja de Gaza, Arabia Saudita se aprontaba a firmar un acuerdo de coexistencia con el Estado de Israel, propiciado por Estado Unidos. Sin embargo, el mismo se vio frustrado precisamente por el estallido del conflicto.

Como contrapartida, Arabia Saudita ha venido distanciándose progresivamente del yihadismo salafista (apuntado a sostener una guerra santa contra la ex URSS tras la invasión de ésta a Afganistán), y ha establecido relaciones con Rusia limando asperezas, incluso, en torno sus posiciones encontradas sobre Siria. Esto ha llevado a Riad y Moscú a sostener la mayor alianza petrolera mundial y, sobre todo, a definir el precio del crudo.

Por su parte, Irán se ha unido a la Organización de Cooperación de Shanghái y está firmemente anclado como potencia regional enfrentada a Israel, soportando militarmente a los huties, el grupo chiita de Yemen que impide el acceso al mar Rojo a embarcaciones aliadas a Israel.

En cuanto a Siria, otro país enfrentado al sionismo, este ha crecido en protagonismo y ha sido acogido nuevamente por la Liga Árabe con una gran ceremonia.

Este cambio propició las condiciones para que China impulsara en 2023 el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudita y acordase con el resto de sus socios del BRICS aceptar la incorporación de ambos países junto a Emiratos Árabes, Egipto y Etiopía a dicha alianza, ahora llamada BRICS+, probablemente el mayor acuerdo político y económico del presente.

¿Qué impulsó este giro de 180º? Un primer factor fue la intervención militar de Rusia en Siria que hizo posible derrotar el Estado Islámico, grupo terrorista que, “sorprendentemente”, nunca atacó a Israel ni viceversa. Un segundo factor fue, sin dudas, la aparición de China en la escena en el momento en que Estados Unidos iniciaba la guerra comercial y se distanciaba de la globalización.

De esta forma la situación evolucionó hasta convertirse en un acuerdo estratégico clave en el cual tanto suníes (Hamás) como chiíes (Hezbolá) llegaron a sostener una lucha anticolonial por la liberación bajo el símbolo de Al-Aqsa, la mezquita más grande de Jerusalén, que no es ni suní, ni chií, ni de los Hermanos Musulmanes, ni salafista, ni wahabí, sino más bien, el emblema de la cultura islámica.

Israel tiene un enorme poder de fuego y experiencia, también saldos históricos favorables en materia militar y un enorme apoyo nada menos que del grueso de los países de la OTAN, por eso no puede ni debe ser subestimado. Como contrapartida los diferentes grupos enfrentados a Israel han logrado fabricar sus propios drones enjambre, asistidos por inteligencia artificial, y misiles inteligentes que se vuelcan diariamente a lucha contra el sionismo.

Esto ha convertido a la región en el teatro más significativo en materia militar donde Estados Unidos, Inglaterra e Israel están jugando al todo o nada, mostrando su enorme poder al mejor estilo fascista contra un pueblo atrapado, hambreado y desprovisto de toda posibilidad de asistencia, que empequeñece por su barbarie al Gueto de Varsovia.

Sin lugar a dudas, la verdadera cara del imperialismo se retrata hoy en Palestina, cuyo pueblo es el emblema de lucha para todos los pueblos oprimidos del mundo.

¡Palestina triunfará!

Jorge Díaz

 

Jueves, Marzo 28, 2024 - 11:30

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