¿Golpe palaciego?
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De punta a punta, un mundo en crisis
En las últimas semanas fue noticia Sri Lanka, una nación asiática ubicada en el océano Índico. Se replicaron las imágenes de la residencia presidencial tomada por manifestantes, en una pueblada que forzó la renuncia del presidente y el primer ministro. La intervención popular fue detonada por una situación que incluye una deuda impagable con el FMI -Sri Lanka declaró la moratoria en abril-, el agotamiento de las divisas y una crisis energética con faltante de combustibles. Si a estos problemas sumamos la elevada inflación, son varios los países de distintas partes del mundo que se anotan con este cóctel explosivo: Zimbabue, Laos, Líbano, Panamá, por mencionar algunos. Y por supuesto, la Argentina.
La guerra entre Rusia y Ucrania tiene su teatro de operaciones en el este europeo, pero sus repercusiones son mundiales. Son el alza generalizada de la inflación y del precio de alimentos y combustibles, así como la amenaza de recesión que golpea las puertas de las economías centrales de Europa. Condiciones que desnudan la fragilidad de las economías dependientes.
Es el mundo de las tensiones interimperialistas que se exacerban. También el de las rebeliones populares que, con mayor o menor claridad, buscan una salida distinta. Es el mundo del que forma parte nuestra región, en donde el pueblo ecuatoriano reanudó la movilización rebelde, apenas pausada por las restricciones de la pandemia. En Colombia, el triunfo de Preto ofrece un dato político que no se puede pasar por alto, así como tampoco se puede soslayar que la rebelión chilena hoy se ve desinflada en el deslucido gobierno de Boric, amén de haberse enredado en la redacción de una Constitución que los sondeos anuncian que será rechazada.
En el mundo en crisis, se desarrollan dos tendencias contrapuestas: una en dirección hacia la guerra interimperialista y otra en dirección hacia la rebelión de los pueblos. El reagrupamiento del antiimperialismo en general y de los revolucionarios en particular será una de las claves para que la salida a esta crisis alumbre un futuro de bienestar, que salve a la humanidad de nuevas catástrofes. Nunca tan vigentes las banderas de la Liberación, la Revolución y el Socialismo.
Al borde del abismo
La renuncia de Guzmán puso al gobierno al borde del abismo. El plan que estaba a su cargo, cuyo eje principal era el cumplimiento de las metas impuestas por el FMI, era simplemente inviable. En el marco del fuego cruzado dentro del oficialismo, su salida estuvo a punto de formalizar de manera irreversible la fractura dentro del Frente de Todos. Con la cautela propia de quienes no quieren saltar al vacío, la designación de Batakis supuso una paz provisoria entre Alberto y Cristina. La nueva ministra fue recibida con una corrida, especulación y aumentos siderales de precios. Pero sus declaraciones calmaron a lo que se suele llamar “los mercados” y que en criollo son los monopolios especuladores, fugadores y fijadores de precios. Así, Batakis se despachó con anuncios que profundizan la línea de su antecesor: ratificación de los compromisos con el Fondo, pago de la deuda en pesos con bonistas locales, suba de tasas de interés, y ajuste, más ajuste.
Con matices, la oposición por derecha apuntó a la falta de “un plan” y hasta criticó los anuncios por “tibios”. El descalabro del gobierno los envalentona, y cada capítulo de la crisis avanza en dirección a resolver la inestabilidad económica sobre la base de un gran zarpazo a las condiciones de vida de las masas populares. La viabilidad política de un programa de esas características es el eje de la interna de Juntos por el Cambio.
En esta clave hay que entender la última medida de fuerza de la Mesa de Enlace, que si bien tuvo algún reparo de sus integrantes, estuvo fogoneada sobre todo por los sectores autoconvocados. Luego de que no se anunciaran aumentos a las retenciones, más que un reclamo sectorial se trató de un desafío político. La demostración de fuerzas es hace tiempo un elemento central de la política. En ese marco, que el pasado 9 de julio, convivieran en el centro porteño y bajo el mismo cielo el “banderazo” promovido por la oposición y la marcha contra el FMI encabezada por el FITU, habla principalmente de límites en la intervención popular, que más temprano que tarde habrá que superar.
Tormenta de Frente
Si la nueva ministra trajo paz en las cúpulas del FdT, hacia abajo desató una tormenta difícil de pilotear. Entre las voces críticas a los anuncios de Batakis se presenta como argumento principal la ausencia de cualquier mención al ingreso universal. Pero ese proyecto que vienen impulsando sectores del kirchnerismo ya había sido desestimado por el presidente a través de su vocera. De fondo, están recalculando ante la evidencia de que lo que viene se va a parecer menos aun a “la vida que queremos”.
Es el caso de la CTA oficialista, que a través de Yasqui y Baradel salió a marcar que no hubo ningún anuncio ligado a las necesidades populares, y que en función de ello están evaluando un plan de lucha. Catalano de ATE Capital puntualizó que el anuncio de congelar la planta del Estado haría peligrar unos 30.000 pases a planta. Incluso la cúpula de la CGT anunció una movilización para el 17 de agosto, sin dudas apurada por la proyección inflacionaria, calculada en 90% anual, y para no quedar pegados a los anuncios.
Por el lado de los desocupados, fue la UTEP la que salió a criticar con más fuerza, anunciando la movilización que confluyó en la fecha con la jornada de la Unidad Piquetera. El sector desocupado es el más castigado. No solo por el impacto de la crisis en la población más vulnerable: también hay un ataque político. Eso se desprende tras las declaraciones de Cristina alrededor de los manejos de los planes. No se trató de un debate técnico o administrativo. Fue por un lado una señal dentro de la interna del FdT, atacando al Triunvirato Cayetano por su alineamiento con Alberto y dando un guiño a intendentes y gobernadores de cara al rearmado propio. Pero la señal también sirvió para golpear a las organizaciones. Así lo entendió el radical Morales que desplegó una jornada de redadas sobre un amplio arco de organizaciones, que se suma a su ensayo sobre cómo atender la cuestión social en un marco de ajuste. La persecución en Jujuy fue tan obscena que tapó la que sufrió la CCC en el AMBA, con varios allanamientos.
Retóricamente enfrentada al liberalismo conservador de Alberto, esto es lo que tiene para ofrecer Cristina, quien luego de su reunión con el neoliberal Melconián usó el escenario que le ofreció la CTA de Yasqui para atacar a los desocupados. Poner la lupa sobre los movimientos de desocupados sí; auditar la deuda externa no. Que los pobres usen sus ingresos para hacer política es un problema, y hasta quizás un delito; no así que la guita de los fugadores financie campañas presidenciales millonarias. Esto es lo que quedó del peronismo, hoy ya definitivamente incapaz de retomar alguna de sus banderas históricas y de tomar, aunque sea tibiamente, alguna medida en relación a la deuda, el comercio exterior o los recursos estratégicos.
Construir una salida
Si el año había arrancado mal, las últimas novedades anuncian un segundo semestre de mayores penurias para el pueblo trabajador. Contra ello, bien la iniciativa de la Unidad Piquetera de salirle al cruce a los anuncios de ajuste movilizando a Plaza de Mayo. En dirección a ampliar la fuerza del golpe, son útiles los esfuerzos de tratar de confluir con el resto de las organizaciones atacadas ahí en donde se pueda. Las caracterizaciones políticas son todavía muy disímiles, pero el ataque desde arriba unifica.
Con el desarrollo de la crisis, más urgente se vuelve para el campo del pueblo la necesidad de tener una intervención propia. El movimiento piquetero combativo viene haciendo punta con su pelea contra el hambre y la desocupación. Vienen creciendo las experiencias antiburocráticas y combativas entre los trabajadores. Las luchas por la defensa del medio ambiente y contra el extractivismo suman a ese torrente. El principal desafío actual pasa por dotar a esa de la lucha popular de un programa que oriente su intervención y sobre todo que ayude a concretarla. Una intervención que le pare la mano al ajuste y al saqueo permanentes, contraponiendo una salida de bienestar y soberanía. Que unifique a los sectores en lucha golpeando a los enemigos del pueblo, monopolios, multinacionales y banqueros. Que plantee la suspensión del pago de la deuda y su investigación, junto con la nacionalización de la banca, el comercio exterior y los recursos estratégicos, y que unifique a los sectores combativos, democráticos y patrióticos en torno a estas tareas. Una intervención rebelde desde la fuerza de los piquetes, los paros y las tomas, que plantee una salida que no viene de la mano de esta democracia tutelada, en donde tras décadas de continuidad institucional los problemas del pueblo y de la nación no hacen más que profundizarse.
El Encuentro Nacional de los Trabajadores y el Pueblo realizado el 9 de julio en Resistencia busca recorrer ese camino, desde la virtud de haber tenido al SOSCh –un gremio combativo- entre sus principales convocantes, y de haber reunido una serie de expresiones sindicales y populares en torno a este debate. Se trata de una experiencia que pretende aportar en función de que esta crisis no nos tenga como meros espectadores ni a la simple espera del estallido espontáneo, que de suceder -y no es imposible que suceda- nos debe encontrar en las mejores condiciones para intervenir hacia una salida rebelde y popular.
En esa dirección, en lo inmediato hay que luchar porque en la jornada de la CGT del 17 de agosto se imponga el paro nacional obrero y piquetero, por la aplicación de medidas de emergencia para frenar la inflación y el saqueo a los ingresos. Este reclamo, así como el planteo de ingreso universal o bono de refuerzo, solo cobra sentido sobre la base de tener clara la necesidad de derrotar la política de ajuste y a sus ejecutores.
Agustín Damaso
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