Chile De la gran revuelta al espanto por el fascismo

Jueves, 16. Diciembre 2021

Las elecciones presidenciales y legislativas del 21 de noviembre en Chile han dejado en suspenso la definición hasta la segunda vuelta este 19 de diciembre. De los votos emitidos, José Antonio Kast (Republicanos) obtuvo el 27,9% y Gabriel Boric (Apruebo Dignidad) se quedó con el 25,8%.

Los que se quedaron fuera del ballotage suman casi la mitad de los votos emitidos, y entre ellos están los restos de las coaliciones políticas tradicionales que han ocupado la presidencia desde el retiro de Pinochet a la fecha. El tercer puesto fue alcanzado por el candidato Franco Parisi, quien está prófugo de la justicia y reside en Miami.
A todos estos datos hay que agregar uno clave: del total de chilenos/as habilitados/as para votar, solo lo hizo el 47%. El plebiscito de 2020 para modificar la Constitución había concitado el 50% de participación, y ese fue el récord de participación desde que, en 2012, se acabó con el voto obligatorio.  
Las primeras impresiones indican que el equilibrio del régimen político que se sostuvo durante tres décadas post dictadura, ha sentido fuertemente el impacto de la rebelión popular desatada en octubre del 19, ya que las alianzas tradicionales (Concertación – UDI) ya no logran retener el control del Estado. Por otro lado, el amplio y profundo descontento que colmó las calles chilenas sobre fines del 19 no ha encontrado en la oferta electoral una vía de canalización de sus reclamos. La dispersión de votos hace que, gane quien gane la segunda vuelta, tenga una minoría en el Congreso, sumando debilidad al próximo gobierno. Sea cual sea el candidato triunfante, lo hará con un respaldo de origen de uno cada ocho chilenos que integran el padrón.
Tener en cuenta este panorama es importante para bajar la espuma de una campaña mediática que ha logrado instalar unas disyuntivas alejadas de la realidad. Desde la candidatura del nostálgico del pinochetismo (Kast) se insiste con que lo que está en juego en la segunda vuelta del 19 de diciembre es “democracia o comunismo”. En la vereda de enfrente, el entorno de Boric contesta que la elección es “democracia o fascismo”. La pretendida “polarización ideológica” que ven algunos analistas no es tal.
Si bien son repetidas las añoranzas pinochetistas de Kast, esto no desentona con un sector del electorado chileno que, en treinta años de democracia formal, nunca dejó de expresar su simpatía con la dictadura precedente. Es el mismo núcleo social-empresarial que mantuvo al asesino como senador vitalicio en plena “democracia” y que conmemora su muerte como la de un héroe nacional. Es el mismo sector que tembló de miedo con la rebelión de 2019 y que agradece la represión de los carabineros con 40 muertos del pueblo por “salvar la institucionalidad”. Esa derecha sin filtro no es nueva en Chile. Está gobernando hoy y es el blanco principal de la revuelta popular que eclosionó hace dos años. Por otra parte, la nostalgia pinochetista tampoco está en alza. En el plebiscito constituyente del año pasado (el de la participación récord), el 80% votó por sacarse de encima la constitución del dictador.
Si el fantasma del “fascismo que avanza” está inflado, el del presunto “comunismo” es aún menos serio. En el programa de Boric no figura ninguna medida de gobierno que le toque el bolsillo a ninguno de los dueños de Chile, ninguna transformación de fondo que afecte la estructura económica, financiera o impositiva que hunde en la miseria a las mayorías populares. Sí ha dedicado largos minutos televisivos en su campaña para tomar distancia de Cuba, de Venezuela, de Nicaragua, de Irán, de China y de todo lo que pueda preocupar al patrón del norte. Ha puesto al tope de sus preocupaciones el tema de la “seguridad”. Consultado sobre los miles de presos políticos que permanecen en las cárceles del país, ha sido explícito en su voluntad de no indultarlos. No prevé reforma alguna sobre las fuerzas represivas que asesinaron a cuarenta manifestantes a lo largo de la reciente rebelión y que torturaron a centenares durante su detención. Ese fascismo no lo desvela.
A Chile no lo espera un gobierno fascista -al menos no más que el de mandato vigente-, y mucho menos uno comunista. Más aún, tampoco lo espera un gobierno democrático. Los tres términos son ilusorios gane quien gane. La verdadera disyuntiva para los chilenos sigue siendo la del pueblo trabajador contra el imperialismo yanqui y los monopolios locales, que enfrenta a una inmensa mayoría popular harta e insubordinada contra un régimen político y económico que apela a todo para preservarse.
Es esperable que a medida que se acerque el día de la votación, las reminiscencias pinochetistas de Kast le sumen votos a la candidatura de Boric desde sectores genuinamente demócratas, progresistas y de izquierda, y esto será una buena señal. Sin embargo, los trabajadores y el pueblo de Chile, que hace dos años hicieron temblar la estantería y que conmovieron a todos los pueblos vecinos, tienen por delante un desafío que no está planteado en esta elección. Es el de recomponer las fuerzas de la movilización masiva; revitalizar la democracia popular en las fábricas, puertos, barrios, escuelas y universidades; gestar una conducción consecuente con los reclamos históricos pendientes, y con esas fuerzas retomar el camino de la rebelión pausada para desalojar por sus propios medios a las clases dominantes, avanzando hacia un Chile verdaderamente democrático y liberado del imperialismo y sus personeros locales.
Leo Funes

Jueves, Diciembre 16, 2021 - 00:15

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