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Cachetazo al imperialismo
Las elecciones del 25 de enero en Grecia, que dieron el triunfo a la coalición Syriza, expresan un contundente rechazo a las políticas de austeridad que durante cinco años de aplicación bajo los mandamientos de la llamada troika (UE, BCE y FMI), han hundido al país en la peor crisis en décadas.
En efecto, desde 2010 el gobierno griego de Nueva Democracia (ND) se guió por un plan de rescate delineado por los tres órganos internacionales, cuyos resultados están a la vista: el endeudamiento estatal supera el 175% del PIB, con un 80% de la deuda en manos de la troika, la producción industrial se destruyó en un 30%, se han reducido drásticamente los salarios, la desocupación está por encima del 25% y entre los jóvenes alrededor del 60%. La mitad del dinero proveniente del rescate ha sido destinada a pagar intereses a los propios rescatistas. Es decir, un rescate de las ganancias de los bancos extranjeros (particularmente alemanes) que permitió brindar una endeble estabilidad al sistema financiero, mientras que el costo ha corrido exclusivamente por cuenta de los trabajadores y el pueblo griego.
El masivo repudio a estas políticas de sumisión ante el capital financiero ha transitado las calles de Grecia desde el momento en que la crisis se anunció. Durante estos años críticos el enfrentamiento con la oligarquía financiera local e internacional fue buscando su forma, y en general ganaron espacio las expresiones políticas que, desde posiciones antagónicas planteaban la ruptura con la troika y el desacople con la eurozona. Así, crecieron los comunistas del KKE entre los trabajadores y en su momento también los ultranacionalistas neo-nazis de Amanecer Dorado. Con muchas menos definiciones ideológicas y mucho mayor pragmatismo, avanzó en estos años también la Coalición de Izquierda Radical, conocida por sus siglas, Syriza. En las últimas elecciones generales, esa tendencia creciente a descartar las recetas antipopulares de los conservadores y socialdemócratas (ND y Pasok) que se han sucedido en el poder, se ha expresado contundentemente por izquierda, y mayoritariamente por la opción de Syriza. El pueblo griego ha dejado en claro su voluntad de romper con las políticas fondomonetaristas, de ajuste y promonopólicas que lo han hundido en la miseria en que hoy se encuentra. Los resultados electorales del 25 de enero reflejan esta situación.
Junto con estos resultados conocidos, hay otro dato que no es tomado en cuenta, y es que se mantiene la tendencia a la no participación electoral por parte de un importante porcentaje del padrón. Hasta el inicio de la crisis la participación rondaba un 75% promedio, y con el inicio de las turbulencias económicas y la claudicación de la primera plana de los políticos locales, este porcentaje cae hasta un 63,8% en 2015. Considerando ese 36% de la población que se abstuvo de votar, la base de apoyo electoral de Syriza se reduce al 22% del padrón. La caída de la participación electoral sería un reflejo del desencanto con el régimen político burgués al tiempo que se lo asocia con las causas mismas de la crisis.
Los primeros días de gobierno de Alexis Tsipras empiezan a despejar algunas de las dudas que se fueron sembrando durante la campaña. Por un lado tomó algunas medidas tendientes a ratificar su vocación de atender los problemas más sensibles y urgentes del panorama social explosivo: mandó a restablecer el servicio de electricidad a 300.000 familias que no podían pagarla, frenó algunas privatizaciones en curso, aumentó el salario mínimo, propuso reincorporar a miles de empleados públicos que habían sido despedidos y reconoció la nacionalidad griega a todos los hijos de inmigrantes. Al mismo tiempo realizó una gira por los principales centros financieros de Europa para reclamar respeto a la soberanía griega y plantear una reestructuración de la deuda, aunque volvió con las manos vacías.
Por otro lado hizo gestos tranquilizadores para el mercado. En 2012, frente a un avance electoral de Syriza, uno de sus eurodiputados sostenía: “No existe ninguna posibilidad de formar un gobierno de coalición con Panos Kamenos (líder de ANEL)… Un gobierno izquierdista-antimemorándum que dependerá del voto de Panos Kamenos no puede durar.”1
En 2015, Syriza ha formado gobierno junto con el grupo de derecha ANEL (“Griegos Independientes”, conservadores y nacionalistas, muchos ex ND) y Panos Kamenos ha sido nombrado Ministro de Defensa… Así ha ido allanando el camino para una acogida un poco menos hostil por parte del establishment local y regional. El saludo de bienvenida de la Federación Helénica de Empresas habla por sí solo: “La Federación, como el representante básico de las empresas griegas organizadas, estará al lado del gobierno y proporcionará al primer ministro las posiciones de la política industrial y el plan para el crecimiento de la economía griega, así como la red de relaciones con la comunidad empresarial europea e internacional”.
Asimismo, Syriza manifestó su intención de mantenerse dentro de la UE y de la OTAN, lo que implica la permanencia de bases militares extranjeras en su territorio. Y luego de un desplante mediático contra una resolución de la UE que extiende las sanciones contra Rusia, a los pocos días resuelve acompañar aquella resolución.
Tsipras pretende renegociar la deuda para seguir pagándola sin tener la soga al cuello. El problema es que en lo inmediato, está seriamente apremiado porque el 28 de febrero se vence el programa de rescate. El reclamo del nuevo gobierno es un “programa puente” hasta mayo, que le permita seguir negociando mientras va delineando su plan de gobierno. De igual manera, para el BCE y Alemania, el peligro está en que si permiten a Grecia apartarse del plan de reformas y seguir negociando, estarían avalando que se desafíe a la troika, lo cual tensaría más la actual situación de inestabilidad en Europa. Por su parte, tanto EEUU como Rusia intentan aprovechar la tensión con Alemania para hacer su propio juego. Para EEUU, Grecia es la oportunidad de intervenir en el escenario europeo, donde está en juego la autoridad de Merkel y el Banco Central Alemán para subordinar al nuevo gobierno griego y mantener el orden en una eurozona cada vez más turbulenta. Putin especula con la posibilidad de que la inflexibilidad del poder financiero empuje a Tsipras a buscar la salida por fuera de la UE.
Si bien nada está dicho, y lo delicado del equilibrio económico y político en Europa hace que cualquier movimiento apresurado altere todo el tablero, lo cierto es que no habrá salida favorable a los intereses populares sobre la base del pago de la deuda, aunque se la suavice con quitas y moratorias. La posibilidad de aplicar un plan de emergencia que atienda los padecimientos de un pueblo en ruinas implica necesariamente la ruptura con los órganos financieros internacionales que han llevado a Grecia a la situación en que se encuentra. Una perspectiva de soberanía nacional y bienestar popular es incompatible con el chantaje del capital financiero y el imperialismo. El apoyo en las urnas que ha recibido Syriza dista mucho de ser un cheque en blanco, y las movilizaciones de la semana pasada para repudiar a la troika son también una muestra de la actitud vigilante que mantiene el pueblo respecto a los movimientos del nuevo gobierno.
Si Grecia ha llegado al punto de erigir a un gobierno que mantiene en vilo al establishment europeo, es porque se ha ido fogueando en los últimos años en la movilización callejera, al punto de barrer con las opciones reaccionarias. La nueva coyuntura está apoyada en un pueblo que se ha manifestado claramente por el no pago de la deuda, contra los planes económicos de austeridad, por una recomposición del nivel de vida de los trabajadores, por el pleno empleo, etc. Este es el mandato popular que debe regir a toda fuerza que se reclame democrática y popular. Esto requiere un reagrupamiento por abajo que luche por instalar en las calles el timón del proceso que se abre, y se constituya como garantía de consolidación de una decisión que sigue madurando entre los oprimidos: la de pelear por una Grecia basada en el poder popular, que recupere la soberanía nacional desalojando del poder al capital financiero internacional y los grupos locales asociados, para poner en marcha un proceso de recuperación económica con centro en los trabajadores y el pueblo. Desde este punto de vista, la experiencia de Syriza en el gobierno – con sus contradicciones –, abre un capítulo que debe ser aprovechado para el avance de las fuerzas populares, antimperialistas y revolucionarias, consecuentes con la legítima voluntad de cambio, y con vistas a preparar una vanguardia obrera y popular en condiciones de encarar las confrontaciones de mayor calibre del futuro próximo. Los hechos futuros dirán si Syriza seguirá a la cabeza de ese camino o se convertirá en una nueva variante socialdemócrata de capitulación frente al gran capital financiero y las pretensiones imperialistas.
Leo Funes
Referencias
1http://es.kke.gr/
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