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CABA Docentes: no aflojar la lucha
Finalmente, la semana pasada comenzaron las clases en la Ciudad, parcialmente y con no pocas complicaciones.
Entre el 10 y el 12 de febrero empezaron el nivel inicial, 1°, 2° y 3° grado de la primaria y 1° año de la secundaria. Al cierre de esta edición, se irán incorporando el resto de los grados de primarias, 2° año de la secundaria y en los primeros días de marzo, toda la secundaria.
Esto según el cronograma impulsado por el gobierno porteño. La realidad es que apenas llegaron a preparar el escenario para el comienzo de los cursos citados, que son pocos en relación al conjunto de la cursada. Nadie tiene muy claro qué va a pasar de acá a 15 días.
El pomposo “todos los chicos todos los días” que promovieron Larreta y Acuña fue bajado a la realidad por los directivos de las escuelas: en la mayoría de los establecimientos, la cursada será bimodal, alternando presencialidad y virtualidad. Es apenas una cuota de sensatez para una vuelta que de cuidada no tiene nada.
Del protocolo a la realidad
“Lo importante es que se cumplan los protocolos”, repitió una y otra vez el ministro de Nación Trotta, en la conferencia de prensa con Acuña. Con este aval, el ministerio de Educación de Ciudad elaboró un protocolo que choca de lleno con las posibilidades reales de las escuelas. La relativamente poca movilización de estudiantes y docentes que significó la primera tanda de “vuelta a las aulas” pudo ser absorbida con cierta prolijidad por las escuelas cuyos edificios están en mejores condiciones que la media. La realidad es que en la inmensa mayoría de las escuelas el “metro y medio de distancia” entre alumnos dentro del aula es impracticable aun dividiendo en dos los cursos. Luego está el problema de la ventilación cruzada y de la infraestructura general de los edificios. Los elementos de limpieza llegaron a algunas escuelas y a otras no. No hace falta decir que la “prioridad en el transporte público” fue solo un comentario de mal gusto, y en el horario pico los colectivos colapsaron como lo hacían antes de la pandemia. En este marco, y aun con poca gente circulando en las escuelas, los casos positivos de Covid se multiplicaron por toda la CABA. El protocolo bajado por Ciudad con anuencia de Nación, en definitiva, no es otra cosa que una trampa para forzar a toda costa este regreso improvisado a las aulas.
El gobierno delegó en cada conducción escolar la elaboración de un cronograma de clases. Eso volcó el problema sobre escuelas con realidades sumamente dispares. Colaboró con este cuadro la línea adoptada por la conducción Celeste de UTE, cuyo “plan de lucha” consta de denuncias y de recomendar que se labren actas cada vez que no se cumple con el protocolo. Es decir, diluir el golpe contra el gobierno de la Ciudad, concentrando en cada escuela desde un punto de vista puramente legalista, dejando a los docentes e incluso a sus delegados la responsabilidad por las medidas a tomar. La conducta del sindicato mayoritario de no lanzar una medida de fuerza que unifique la pelea de la docencia de la Ciudad, repercutió entre los trabajadores en una bronca indisimulada hacia su conducción. Así paga UTE su alineamiento incondicional con el gobierno nacional, que recogió el guante de “la prioridad son los chicos” que le tiró el macrismo.
En ese marco, el paro convocado por Ademys tuvo la virtud de enfocar correctamente el blanco de la pelea. La actividad del combativismo, confluyente con las bases celestes con reservas, protagonizaron las peleas más visibles de la semana, como se dieron en algunas escuelas de los barrios del sur o en el polo Mugica, entre otras, además de una concentración en el ministerio de Educación.
A este cuadro se suma la reunión de la paritaria nacional, realizada la semana pasada. En ella, Trotta y los líderes de los sindicatos nacionales tomaron al pie de la letra el libreto del ministro Guzmán, en eso de que los salarios le tienen que ganar a la inflación, que sería este año del 29%. Ese pronóstico lleno de optimismo es el que se toma para reclamar un aumento en torno al 30%; una verdadera capitulación siendo que en enero la suba de precios fue del 4%.
En los próximos días, entonces, van a confluir la “vuelta escalonada” y la paritaria, es decir, los problemas de las condiciones de trabajo y del salario. Esto en el marco de que la “vuelta a las aulas” es hoy por hoy un problema político de primer orden.
Este es el contexto para organizar la bronca que se manifiesta por abajo y llevarla a medidas de lucha más elevadas. Seguir dándole impulso a las asambleas en cada escuela, apoyándose en los delegados o superándolos ahí en donde sean un obstáculo: el famoso argumento de que “somos pocos” es una manera de allanarle el camino al larretismo. Es momento de que surjan referentes combativos que orienten la pelea. En este sentido, la denuncia de los incumplimientos del protocolo ayudan si son un vehículo de organización y de acción concreta, es decir, para motorizar la movilización y las asambleas. No deben ser los docentes los encargados de velar por una normativa escrita para sojuzgarlos. A su vez, tampoco se trata de que docentes aislados dejen constancia de sus condiciones laborales, sin que eso redunde en medidas colectivas.
En ese camino, ir rompiendo el aislamiento en que se encuentra cada escuela sumida en sus condiciones, para ir confluyendo con las demás instituciones del barrio, distrito o región, además de tender lazos con las familias ahí en donde sea propicio, en camino de darle forma a un plan de lucha que golpee a Larreta y su ministra Acuña.
Facundo Palacios
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