Actores de reparto

Lunes, 11. Septiembre 2023

Tres candidatos a la presidencia dan vueltas en círculos alrededor de tres asientos al compás de la música reviviendo el viejo juego de las sillas. Saben que la diferencia entre ellos es mínima y que cualquier error de cálculo habrá de dejar a alguno parado en la vuelta siguiente, la de octubre, la del definitivo ballotage. Se trata, obviamente, de Javier Milei, Sergio Massa y Carlos Melconian. Este último con la posta cedida por Patricia Bullrich quien, inocultablemente, dio un paso al costado ante su ineptitud para sostener, entre otros, un debate en la arena de la economía donde sus oponentes la aventajan de manera elocuente.

A estas alturas es importante destacar el sentido económico del duelo en la medida que tópicos ineludibles como déficit fiscal, inflación, dolarización, deuda, reforma previsional y laboral, etc., requieren un nivel de abstracción al cual Patricia Bullrich difícilmente pueda llegar apelando -a modo de un preatendedor de call center- a sus latiguillos básicos y mal hilvanados de “caos” y “orden”.

Sin embargo, un primer ajuste de cálculo para la ronda siguiente no debiera estar necesariamente en la retórica económica sino, sorprendentemente, en el terreno de la cognición (algo más inexplorado aún para la candidata de Juntos por el Cambio).

Fue Raúl Timerman quien advirtió, precisamente, dentro del terreno del oficialismo (antes de las PASO) que la división de la torta electoral en tres tercios, como señalaba Cristina Fernández, era incorrecta, y que la división debía hacerse en cuatro cuartos, estando la cuarta silla dispuesta para el bailarín del voto bronca. Una silla cuya cuantía rondaba, de acuerdo a las elecciones ya realizadas en distintos distritos provinciales, entre el 30% y 40 % del padrón electoral. Precisamente, las PASO vinieron a confirmar tal ejercicio de razonamiento conocido en la educación especial como prueba cognitiva del “cuarto excluido”.

La cuestión ahora es ver qué puede llevar a ese cuarto actor no sólo a jugar electoralmente, algo que las apelaciones al participacionismo no parecen provocar, sino además, a que ese voto bronca termine por crecer en la recta final deslegitimando a quien resulte vencedor. Cuestión de votar o no votar, o de hacerlo en blanco o de impugnar el voto, que por estas horas le quita el sueño al elector peronista y probablemente al trotskista, sobre todo ante un eventual ballotage entre Bullrich y Milei.

Y esto es así porque a la luz de los hechos para el votante ordinario no parece sencillo establecer matices diferenciadores entre los tres candidatos firmes a la presidencia. A pocos días de la elección una divisoria de aguas tal vez pueda ser optar entre un capitalismo regulado (Massa) y uno desregulado (Bullrich – Milei); otra, elegir entre un candidato liberal (Massa), uno neoliberal (Bullrich) y uno neofascista (Milei), etc. Sin embargo, lo cierto, es que en cualquiera de los casos las tres opciones no muestran diferencias en lo concerniente a exponer credenciales de relaciones aceitadas (por no decir carnales) con la embajada norteamericana y el FMI, pagar la deuda profundizando el ajuste o modular la frecuencia electoral emitiendo la melodía más agradable al oído del gran empresariado. Por eso la pelea, aún a riesgo de dejarlos fuera del baile o de alzarse con una victoria carente de legitimidad, seguirá profundizándose en la arena económica, aún a pesar de que a esta altura el señalamiento de Timerman está sobreentendido.

Por eso, bien cabe preguntar qué está en disputa y quiénes son los verdaderos artífices de la pugna entre los actores candidateados a la presidencia.

Sin lugar a dudas, la clave para responder a estas cuestiones está en la hoja de ruta del FMI, implicando en ello el endeudamiento provocado por Macri y la consecuente remake de la estatización de la deuda vivida durante el menemismo. No por casualidad Milei ha destacado una “solución menemista” al problema, insistiendo con economistas de otrora y con la retórica de achicar el Estado, es decir, reducir el déficit fiscal por un valor equivalente al 5% del PBI (35.000 millones de dólares) como condición para avanzar con plan de dolarización, proponiendo para ello recortar puestos de trabajo en el empleo público para convertirlos en monotributistas sin derecho a indemnización, aguinaldo, vacaciones, etc., recortar salarios y jubilaciones, “sanear” empresas del Estado como Aerolíneas Argentinas para su posterior privatización, eliminar ministerios y partidas en ciencia, tecnología, educación y salud, etc., teniendo como beneficiarios del ajuste al fondo Templeton, BlackRock y demás expresiones del gran capital financiero trasnacional.

En el caso de Bullrich, la clave de su apuesta está en el “si no es todo, es nada”, asumiendo que gradualismo de Macri fue un error y que es necesario recuperar el tiempo perdido abriendo el juego al denominado “círculo rojo”, el gran empresariado representado por la Fundación Mediterránea, Banco de Galicia, Buenos Aires SAU, Migor, Sar Suela, La Mercantil Andina y distintas cámaras empresariales del campo, destacando, a partir de los dichos de Melconian, que el cambio fundamental respecto de Milei no estará en la reforma del Estado ni la reforma laboral, sino en los beneficiarios del ajuste, implicando con ello una puja intermonopólica por el reparto tras los candidatos de la ultraderecha.

Por último, las “cartas ganadoras” de Massa, en dos frentes (nacional e internacional) pasan por mostrarse como el único garante del acuerdo con el Fondo sumando paz social dada su evidente vinculación con los principales gremios, es decir, como el vehículo de una propuesta de ajuste gradualista y de regulación de los negocios por parte del Estado, sin poner obviamente en discusión tales negocios y con un abanico de oportunidades hacia y desde los BRICS, teniendo como depositarios aquellos sectores monopólicos industrialistas proclives a dicha perspectiva: Unión Industrial Argentina, Cámara de la Construcción, Asociación de Bancos Argentinos, Grupo De Narváez, Grupo Techint, Bolsa de Comercio, Pampa Energía, Grupo Vila Manzano, etc.

Estando las cartas jugadas, que muchos ven como un claro giro a la derecha, de una parte, por la vehemencia de la retórica antiobrera, antipopular, antisocialista y profascista de Bullrich y MIlei, que cuentan con el apoyo de buena parte de la sociedad y, de otra, por las insuficientes y extemporáneas políticas populistas de Massa, inconducentes para revertir esta tendencia, cabe pensar en ese “cuarto excluido” y en una solución distinta, probablemente de explosión social, antes, durante o después de ser elegido el nuevo presidente. Una salida a la “jujeña” evidenciada en un proceso creciente de puebladas a nivel nacional, realizable en la medida que ese nuevo presidente, cualquiera de ellos, no logre asegurar el “anhelado ajuste” con la “anhelada paz social”.

Jorge Díaz

Lunes, Septiembre 11, 2023 - 21:00

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