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El pasado 8 de noviembre, en las calles de Ámsterdam, luego del partido de fútbol por la Europa League entre el club neerlandeés Ajax y el Macabi de Tel Aviv, un grupo de barrabravas israelíes montaron una provocación tras arrancar banderas palestinas desplegadas por activistas locales.
Todo comenzó antes del inicio del partido, donde prendieron fuego una bandera palestina y entonaron cánticos donde se burlaban diciendo que “ya no hay escuelas en Gaza porque ya no hay niños”. Además, atacaron a varios taxistas de origen árabe. Según testigos, los barras del Macabi acusaron a quienes portaban las banderas de antisemitismo, pero sus acciones fueron claramente provocativas desde la llegada a Ámsterdam. Ya en el estadio, la barra brava del Macabi comenzó con abucheos durante un homenaje a las víctimas del desastre ocurrido en Valencia, España. Luego del partido siguieron los disturbios: los fanáticos sionistas agredieron a todo los que fuera árabe y más aún a lo referido a Palestina. Los barras del equipo visitante, conocidos por su ideología ultraderechista, marcharon por las calles de Ámsterdam provocando a los peatones y arrancando banderas palestinas que colgaban de ventanas. Según testigos, incluso el equipo del Macabi fue escoltado por agentes del Mossad que luego participaron de los incidentes.
La prepotencia sionista quizás no se esperaba la respuesta de los activistas pro palestina, que no dejaron el hecho impune. Así, mientras la policía reprimió a quienes enfrentaron a golpes a los provocadores, los medios de comunicación difundieron el relato de un “ataque antijudío”, valiéndose de las imágenes en las que los hinchas del Macabi se mostraban como víctimas luego de haber recibido su merecido: unos verdaderos cobardes.
En cualquier parte del mundo, que una hinchada vaya por la calle arrancando banderas, es un acto que necesariamente va a tener una respuesta. En cualquier país de occidente, agredir banderas israelíes es un delito que hasta puede merecer la calificación legal de terrorismo. Ahora, si un grupo de sionistas va por Ámsterdam arrancando banderas palestinas, la hipocresía de los gobiernos protege a los provocadores. El premier neerlandés Dick Schoof dijo, pomposamente, que su país le había vuelto a fallar a los judíos, al igual que durante la Segunda Guerra Mundial. Hasta Netanyahu dijo que se trató de un “pogromo antisemita”.
Este episodio no es aislado, sino parte de una estrategia más amplia del sionismo para equiparar cualquier crítica al Estado de Israel con el odio hacia el pueblo judío, intentando acallar las voces que denuncian las atrocidades cometidas contra Palestina.
En Ámsterdam, sin embargo, la respuesta fue contundente. Trabajadores, estudiantes y organizaciones locales se unieron para repudiar la provocación. Este tipo de acciones refleja un creciente movimiento internacional que no está dispuesto a callar frente a la ocupación y el genocidio que sufren los palestinos.
Los activistas han enfatizado que su lucha no tiene nada que ver con el antisemitismo, sino con una postura ética y política en defensa de los derechos humanos. Lo ocurrido en Ámsterdam evidencia cómo el discurso del sionismo busca distorsionar los hechos para desacreditar a quienes se oponen al régimen genocida de Israel. Las provocaciones serán respondidas, recordando que la lucha por la libertad y la dignidad del pueblo palestino no puede ser silenciada y, más temprano o más tarde, triunfará.
Marcela Stein
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