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Entre inseguridad e inseguridad, problemas estructurales sin resolver
Ya hace varios años que Rosario se encuentra en los primeros puestos de la opinión pública.
De ser una ciudad de paso de la droga, ya es certero que se ha trasformado en un centro de producción de la misma.
Allí donde las condiciones de vida son de pésima calidad, donde los habitantes no tienen cubiertas las necesidades básicas, y la falta de empleo digno se traspasa de generación en generación, esos son los problemas reales de seguridad que gran parte del pueblo padece cotidianamente.
Éste, además, es el terreno propicio para que las lacras narcos se instalen aprovechándose de nuestros pibes quienes, sin futuro en vista, se ven tentados por ser soldaditos de estos mercenarios. La vorágine de que cada uno se salva su propio culito es propiciada por este mismo sistema en el que nos encontramos. Así es que el Partido Socialista hace la vista gorda en cuanto a las condiciones del pueblo y deja hacer a quienes lucran de esas condiciones, empantanando aún más el camino.
Es el propio Estado, en permanente degradación, el que genera esta verdadera fuerza económica- política-militar paralela al Estado y del cual se sirve y a la vez depende. La proliferación e incremento de la venta y producción de drogas está reforzada por la de las armas, provenientes tanto del mercado ilegal interno como el externo. El control y las zonas liberadas son la materialización de esos avances, objetivos en el que participan grandes inversores, funcionarios del ejecutivo, buena parte del poder judicial y un verdadero ejército legal y clandestino, compuesto por las fuerzas de “seguridad”, la oficialidad narco, sicarios y “soldaditos” diseminados por toda la geografía urbana y suburbana. Por lo tanto no es posible desde éste poder político y desde este Estado avanzar contra estas “calamidades”, que combinan una pobreza estructural y crónica con una degradación del sistema en su conjunto, puesto definitivamente al servicio de monopolios, multinacionales y banqueros.
En las barriadas bajo control narcopolicial no existen el debate ni democracia alguna; la ley es la de ellos, es la lógica de la muerte, han sido creados para crear sus propias leyes y desarrollar su negocio-estado. En los hechos, mucho más fuerte que el Estado burgués y decadente, entre otras cosas porque se engendró, se nutre y viene de aquél. En tanto esta realidad de virtual poder paralelo de tinte fascista siga ganando terreno, seguirán habiendo muertes en los propios barrios y en todas las zonas.
Las marchas que tuvieron lugar en la ciudad, estas últimas semanas, muestran y reafirman el descontento popular hacia el poder político en general. Dentro de esa heterogeneidad propia de este tipo de bronca, las consignas son variadas, pero es necesario trabajar para revertir alguna de ellas, mostrando que el camino no está en las urnas, sino en la propia organización del pueblo y sus trabajadores, denunciando el sistema corrupto y perverso que hace que nuestros pibes no tengan futuro.
De ninguna manera el refuerzo de gendarmes y policías federales constituye una solución, por el contrario, solo profundizaría la discriminación y persecución sobre los jóvenes, y de las capas más humildes en particular. La historia de complicidades, los límites difusos entre las ‘fuerzas de seguridad’ y el delito organizado forman parte del problema no de su solución.
Por lo tanto una política verdaderamente popular y democrática consiste en unir a todas las fuerzas posibles contra ése poder de muerte, denunciando la connivencia estatal, apoyando a vecinos y jóvenes a rebelarse y recuperar sus propios barrios y ejerciendo la autodefensa para expulsarlos. Son las tareas necesarias para aportar al conjunto de las clases populares -quienes sufren en carne propia este gobierno y sus engendros- que ya empiezan en las calles a anunciar un nuevo y más profundo “QUE SE VAYAN TODOS” en la búsqueda de una verdadera democracia.
Corresponsal
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