Éramos pocos (y parió la abuela)

En los últimos tiempos ha cobrado notoriedad la situación -real o presunta- de algunos representantes destacados del arte y la cultura.
Desde Jorge Martínez, actor de 76 años, trasladado desde un geriátrico a la Casa del Teatro en situación de altísima vulnerabilidad, o Pablo Alarcón haciendo teatro a la gorra en plaza Francia, o el propio José Larralde, gloria de la canción folclórica confesando que "rasca la olla", se vienen blanqueando situaciones de precariedad que asombran y duelen.
"La gente cree que todos los actores somos millonarios porque salimos en la tele", confesaba un referente del medio teatral. Y la realidad es que los sueldos pagados por las productoras dejan mucho que desear.
A ello debemos agregar que el trabajo de los y las profesionales de la actuación no es permanente y está sujeto a los gustos y necesidades de las grandes patronales.
Esto ha llevado a que, entre otras cosas, vivan en la Casa del Teatro unos 33 actores y actrices de edad avanzada. "Tenemos un déficit de $ 2.000.000 por mes", confiesa Linda Péretz, la ex "flaca escopeta" (personaje interpretado por ella en la década del 90) y hoy presidente de la referida institución. "La pandemia en su momento nos pegó muy fuerte, el aislamiento fue brutal, los médicos no podían venir ... acá damos las cuatro comidas", agregaba.
En la última paritaria correspondiente a los meses de julio y agosto de este año vemos que los actores y actrices cobran sueldos que van de $ 292.561 para la categoría de ensayos y apuntador hasta $ 371.489 en la categoría A, en el marco de salas con más de 200 butacas. Un poco menos se paga en las salas con menor capacidad, siendo las remuneraciones entre $ 249.132 en la categoría más baja y $ 308.287 en la más alta. Como podemos observar, la vida de quienes trabajan sobre los escenarios no escapa a las generales de la ley. Esto exime, por supuesto, a las grandes estrellas del espectáculo, quienes disfrutan, transitoriamente algunas y permanentemente otras, de una situación económica y financiera extremadamente holgada. En otro segmento, algunas "figuras" de la televisión, que operan políticamente a favor del poder, cobran sueldos altísimos pactados en millones de dólares: el caso de Mirtha Legrand es quizás el más emblemático. Para empeorarlo todo la desfinanciación permanente y las amenazas de la derecha autoasumida de "borrar el ministerio de cultura" caen como baldazos de agua fría sobre los y las trabajadores del área. 
Gestar un movimiento que sea capaz de luchar por cuestiones económico-reivindicativas y que al mismo tiempo dispute la hegemonía de las corrientes reaccionarias o reflujistas parece ser el camino a seguir para la construcción de una cultura popular al servicio de las grandes mayorías.
Carlos Ruiz