Fracking: ¿sin el pan y sin la torta?
Fecha de publicación: Diciembre 11, 2014
Publicado en: No Transar Nº 92
Categoría: Nacional
La caída del barril de petróleo abre interrogantes sobre el futuro de Vaca Muerta
L
a caída internacional del precio del crudo al valor más bajo en los últimos cinco años pareciera haber reanimado la economía norteamericana, la principal consumidora de energía en el mundo, y aguado las expectativas de crecimiento de su archirivales -los dueños del crudo-, Rusia, Irán y Venezuela.
Según el gobierno norteamericano, la crisis energética instalada desde hace años habría llevado a Estados Unidos a buscar alternativas productivas que a la postre estarían rindiendo sus frutos. Concretamente, el fraking habría generado una lenta pero sostenida tendencia al autoabastecimiento, mantener la producción petrolera en torno a los 5,5 millones de barriles diarios y satisfacer la demanda interna.
Junto a ello, la pérdida de influencia de los viejos referentes de la OPEP, como Libia, con una acotada producción de entre 800 y 900 mil barriles diarios, la decisión de Arabia Saudita de no reducir la producción (recurso muchas veces utilizado para sostener el precio del barril), y el poder de Estados Unidos de soportar la toma de varios pozos petroleros en Irak por el Estado Islámico, quien hasta ahora no ha logrado el objetivo de interrumpir la producción de unos tres millones de barriles diarios ni impedir que Irán anuncie su intención de aumentar la oferta hasta llegar a los cuatro millones de barriles en marzo de 2015, si logra un acuerdo para eliminar las sanciones internacionales, etc., han contribuido a asegurar un excedente de crudo y, con ello, la tendencia a la baja del precio del petróleo.
Entusiasmados por el nuevo escenario, muchos especialistas han vaticinado el recupero de la primacía norteamericana y la reactivación de su economía en algo más del 1% por sobre las expectativas trazadas hacia 2015. Algo que pareciera haber tenido eco en Argentina donde el fraking que se aplica en Vaca Muerta por la estadounidense Chevron tendría el mismo significado “dinamizador” al asegurar el autoabastecimiento energético en un futuro cercano, mientras, en la coyuntura, la caída del costo del fuel-oil importado de Venezuela para alimentar la industria permitiría oxigenar la balanza comercial.
A tal punto llega la borrachera, que varios analistas comparan el pasaje de la producción convencional a la realizada mediante la fractura del esquisto con la que antaño significó el paso de la extracción de carbón a la extracción petrolera. Sin embargo, dicha lógica pierde de vista que junto a la caída mundial del precio del crudo se verifica una caída similar del consumo energético por parte de las principales economías mundiales, en particular China, Japón, la Unión Europea y los propios Estados Unidos, a raíz del sostenido enfriamiento de sus economías, razón por la cual la relativa bonanza energética no se corresponde con una recomposición de la producción, el empleo y el consumo de manufacturas.
Por dicha razón, a comienzos de la segunda semana de diciembre Wall Street operaba en caída debido a los datos negativos de la economía china y al desplome del petróleo. Los principales indicadores de la bolsa neoyorkina, Dow Jones, el Standard & Poors 500 y el Nasdaq, mostraban caídas debido a que las exportaciones en China registraban una reducción interanual del 4,7 %; dato que se vio reforzado por la revisión del PIB de Japón, que se contrajo un 1,9% en el tercer trimestre del año.
Junto a esto, los inversores también trataban de digerir la nueva caída de los precios del petróleo de Texas, de referencia en EE.UU., por debajo de los 65 dólares, y el de Brent (del Mar del Norte), de referencia en Europa y gran parte del mundo, por debajo de los 69 dólares el barril.
Por su parte, las bolsas de Frankfurt, Londres, París, Madrid y Milán también cerraban a la baja tras conocerse la nueva calificación (aplazo) de la deuda soberana italiana, a la cual S&P bajó la calificación a un escalón por encima del bono basura, citando un débil crecimiento económico y la poca competitividad que minan la sustentabilidad de su enorme deuda pública.
En igual sentido, la bolsa de Tokio vio sacudido su índice Nikkei tras el anuncio de una revisión negativa del PBI de Japón en el tercer trimestre, confirmando la caída del país en recesión.
La paradoja evidenciada entre el excedente energético y la caída en el consumo de energía se desprende de la decisión de la Agencia Internacional de la Energía de recortar en septiembre sus previsiones de incremento del consumo en un 25%, coincidiendo con la alerta lanzada por el Fondo Monetario Internacional sobre el riesgo de una tercera recesión en Europa.
Es que en el viejo continente, el precio del barril de Brent llegó a caer a 31 dólares, el mayor descenso desde mediados de 2012. Antes de eso hay que remontarse a la crisis financiera de 2008 -cuando la cotización se desplomó un 75%- para encontrar una caída tan pronunciada y tan rápida en los precios.
El 3 de julio de 2008, en medio de la crisis financiera que afectaba Europa, el barril de petróleo de Texas, de referencia para Argentina, alcanzaba los 145 dólares. Ese mismo año, el patrimonio neto de YPF, en manos de la empresa europea Repsol comenzaba a mermar. En tal escenario, las necesidades energéticas llevaron al kirchnerismo a tentar a otras empresas a cambio de ganancias extraordinarias. La letra secreta del acuerdo plasmado con Chevron en 2012 aseguraba tales ganancias. Sin embargo hoy, cuando la cotización del barril de Texas alcanza los 65 dólares, se abre un interrogante respecto del cumplimiento del acuerdo, precisamente porque las acciones y con ello el financiamiento de las empresas petroleras no encuentran inversores en las principales bolsas del mundo.
¿Será negocio para el país la caída del precio del crudo? Seguramente, el matrimonio de Cristina Fernández con Chevron hará que esta oportunidad de autoabastecimiento energético se vea condicionada por la conveniencia empresarial. Conveniencia asegurada por un contrato leonino propio de un país rentista y un gobierno promonopólico como el actual.
Jorge Díaz