Reproducimos a continuación el prólogo del Partido a la edición de "El estado y la revolución" que se publicó desde la Comisión Homenaje a la revolución de octubre.
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Los eventos desarrollados entre 1810 y 1816 fueron el resultado de proyectos político-económicos que se impusieron sobre los otros. Si bien formalmente aquí se inicia el camino hacia un país libre y soberano, la forma en la que se insertó tempranamente en el mercado internacional como proveedor de materias primas, abrió paso al desarrollo del capitalismo dependiente.
Como señalaba Federico Engels en una carta dirigida a Joseph Bloch en 1890:
“(…) Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. (…) La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levantan -las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas (…)- ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma”
Partiremos de esta premisa para explicar someramente como se configuró el desarrollo de nuestro país a principios del siglo XIX. En este sentido, las “reformas borbónicas”, como se conoce al paquete de medidas político-administrativas impulsadas por Carlos III a partir de 1700, pretendían consolidar el dominio español en el continente americano, sin embargo sentaron las bases para todo lo contrario.
La nueva configuración territorial -creación del Virreinato del Río de la Plata, entre otras reformas-, favoreció el vínculo entre Buenos Aires y el Litoral con el mercado mundial, que de todas formas estaba mediado por el monopolio comercial español, intermediario entre la producción local y la demanda europea. La consolidación de la actividad pecuaria transformó en la región más rica a esta otrora marginal porción de los dominios españoles en el sur. Por aquellos años la producción pecuaria se centraba en la obtención del cuero del ganado vacuno, que era ávidamente solicitado en Europa, principalmente en Inglaterra. Secundariamente, se utilizaba el cebo para hacer velas y los cuernos para manufactura artesanal. La agricultura fue mayormente una actividad de subsistencia, excepto por algunas experiencias puntuales y aisladas, situación que cambiaría recién en la segunda parte del siglo XIX. Con el aumento de las exportaciones de cuero comenzó a organizarse la estancia, que favorecía una explotación más racional del ganado. Al mismo tiempo la organización del trabajo tiende a ser más eficiente: lentamente, las viejas relaciones laborales de la colonia basadas en la mano de obra servil y esclava, fueron abriendo paso al trabajo asalariado. A esto contribuyó también la producción de carne salada para la exportación: el saladero se convirtió así en una actividad industrial derivada de la ganadería.
Después de la independencia de las provincias respecto de la metrópoli, que en lo económico era una situación de hecho desde mayo de 1810, la actividad pecuaria del Litoral se transformó en la más dinámica del actual territorio nacional.
El proceso revolucionario -hablamos de revolución burguesa- iniciado en 1810 no es homogéneo, sino todo lo contrario, al interior de la Junta de Gobierno se expresaron distintos proyectos políticos, más o menos conservadores, más o menos moderados o renovadores. En la Primera Junta de gobierno los conservadores estaban representados por el presidente Cornelio Saavedra y los vocales Miguel de Azcuénaga y Manuel Alberti, los liberales moderados -a favor de la independencia americana pero bajo tutela inglesa- por Domingo Matheu, Juan Larrea y Mariano Moreno, y los liberales revolucionarios -enrolados en la Sociedad Patriótica, en favor del libre cambio y de un Estado independiente- por Manuel Belgrano, Juan José Castelli y Juan José Paso. Como era de esperar, tal heterogeneidad no podía durar mucho tiempo. Mientras el grupo de Saavedra se preocupaba por las cuestiones de protocolo dentro de la Junta, los sectores de izquierda lo hacían por consolidar la victoria más allá de los estrechos límites del puerto. Por eso, Castelli y Belgrano no tardaron en encarar campañas militares de liberación dirigidas al Alto Perú y Paraguay.
Para radicalizar la revolución era necesario construir una nación moderna, estas ideas están presentes en el Plan Revolucionario de Operaciones de Mariano Moreno y en la obra de Artigas. Esto implicaba el incentivo a modernizar las actividades ligadas a la ganadería, en la medida en que eran la principal fuente de acumulación de capital; ligado a ello, desarrollar las actividades industriales directamente ligadas a la exportación pecuaria; sin desmedro del primer planteo, limitar la extensión del latifundio fomentando la colonización agrícola, lo que redundaría en más cantidad de trabajadores, más producción de herramientas, y como resultado de ello la ampliación del mercado interno; la nacionalización de las rentas de la aduana y el control estatal de actividades tales como la minería. En cuanto al morenismo, fue derrotado en los años inmediatamente posteriores a 1810, lo propio ocurrió con Artigas antes de finalizar la década.
Rápidamente cambió la configuración al interior de la Junta, con la ampliación e incorporación de diputados del interior mayoritariamente afines a Saavedra se conformó la Junta Grande. En octubre de 1811 Saavedra, mientras estaba en Salta, fue destituido y su junta reemplazada por un primer triunvirato políticamente intermedio. Finalmente, este fue destituido y reemplazado por el segundo triunvirato quedaría integrado por: Antonio Álvarez Jonte, Juan José Paso y Nicolás Rodríguez Peña. Todos estos integraban la Logia Lautaro, el Partido de San Martín. A partir de aquí, si bien la emancipación de las colonias adoptó la forma predominante de una guerra de liberación, el conflicto de base trató de una guerra civil entre españoles revolucionarios liberales y españoles reaccionarios realistas, tanto en la España europea como en la España americana. Podemos decir que esto se modifica recién en 1816.
En el inicio del proceso revolucionario, las Provincias Unidas del Río de la Plata que luego se constituyen como Argentina hablamos de una formación social precapitalista en tránsito hacia el desarrollo capitalista, en el cual las viejas relaciones de producción van cediendo paso a las nuevas, proceso que es mucho más rápido -a pesar de no estar exento de contradicciones- en Buenos Aires y el Litoral que en el Interior. Al mismo tiempo una moderna burguesía va adquiriendo su forma específica, proceso que recién se consolidaría con la formación definitiva del Estado, reflejo de la estructuración de una gran burguesía de alcance nacional, a diferencia de las clases con intereses específicamente provinciales propias del período 1810-1880. A partir de aquí podemos hablar taxativamente de una formación social capitalista, de carácter dependiente por su desarrollo subordinado a los intereses del capital británico, el principal capital imperialista en este período.
Ana Shutlz
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