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En camino al Centenario de la Revolución Socialista de Octubre de 1917
“Una nueva revolución sólo es posible como consecuencia de una nueva crisis.
Pero es tan segura como esta.”
Karl Marx
Los hechos que dieron inicio de la Revolución Socialista de Octubre y dieron nacimiento al primer estado obrero de la historia fueron, desde sus inicios mismos, terreno de una batalla, teórica y práctica, acerca de su significado, alcances y consecuencias para el destino del pueblo ruso y el resto de los pueblos del mundo.
La experiencia soviética de la revolución bolchevique es un legado político que los revolucionarios que asumimos el marxismo-leninismo como guía para la acción política, defendemos en el debate contra el reformismo. En este sentido, esta una de las razones del porqué el centenario de la Revolución Socialista de octubre es un eje en la disputa teórica acerca del cómo de la revolución. Conceptos y prácticas como la de la organización leninista del partido, la relación dialéctica vanguardia-masa, el carácter violento de la revolución, la toma del poder, la destrucción del aparato estatal y su reemplazo por uno democrático y popular, la dictadura del proletariado, el gobierno provisional revolucionario, y muchas más, son parte del conjunto de la herencia soviética.
La disputa con las tesis del reformismo socialdemócrata, que había encarnado en la figura de Eduard Bernstein luego de la muerte de Engels conforman el preludio de la revolución en Rusia. El reformismo razonaba de forma mecánica y ahistórica: el análisis de Marx no se cumplía en la realidad, ya que la contradicción inevitable inherente al desarrollo del capitalismo que daría lugar al proceso revolucionario (el choque entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción existentes, por ejemplo la propiedad privada de los medios de producción, que supondrían una traba para ese mismo desarrollo) no se realizaría hasta que el capitalismo hubiera desplegado todas sus potencialidades. Por tanto, hasta que el capitalismo hubiera llegado a su máxima expresión, la revolución era imposible. Los ataques de la revisión de Bernstein al marxismo denunciaban el reduccionismo materialista y economicista, ya que el desarrollo de las fuerzas económicas no es central para entender el desarrollo histórico, la incorrección de la teoría del valor marxista y la no existencia de la lucha de clases como motor de la historia. a la vez negaba la necesidad de una revolución violenta para llegar al socialismo ya que se podía llegar mediante una evolución pacífica y la acumulación creciente de pequeñas conquistas democráticas en un proceso lineal ascendente. Allí radica la quintaesencia de todo reformismo: niega el salto cualitativo necesario del proceso revolucionario. De allí que Lenin dijera que quien no hubiera estudiado y comprendido la dialéctica de Hegel no comprendía a Marx.
En el imaginario social actual, en parte construido por las empresas cinematográficas de Hollywood, pareciera que es más factible que desaparezca la especie humana (grande terremotos, tsunamis, asteroides, plagas, enfermedades, zombies, etc). La ideología de la clase dominante impuso en los 90’ la tesis del fin de la historia: la disolución de la URSS y el derrumbe de los regímenes socialistas daban cuenta del triunfo definitivo del capitalismo como el único sistema posible de organizar la sociedad humana. De esta forma se selló el destino humano atando el destino de la humanidad al del capital.
Incluso la idea misma de la posibilidad de la revolución, del cambio revolucionario, de la posibilidad de quebrar la continuidad del sistema capitalista de organización de la sociedad, de romper la dominación y la sumisión al imperialismo, avanzando hacia una experiencia verdaderamente popular y verdaderamente democrática con vistas a una sociedad donde la explotación del hombre por el hombre sea cosa del pasado, parece tanto algo del pasado o algo ubicado en un futuro incierto.
En necesario romper el entramado ideológico que refuerza la idea de la imposibilidad de un cambio de fondo, de la posibilidad de una sociedad nueva libre, democrática, sin explotación, sin opresión, igualitaria, respetuosa de los derechos de las minorías, sin hambre ni guerras.
En ese sentido la experiencia de Revolución Socialista de Octubre nos nutre con valor y confianza en la necesidad de un cambio revolucionario posible.
Esta segunda década del siglo XXI encuentra a los pueblos del mundo, a cientos de millones de mujeres y hombres soportando con su opresión y explotación, su miseria y hambre, la crisis económica, la más profunda y grave después de la de 1929, del modo capitalista de producción en su etapa imperialista. La cadena de dominación del sistema imperialista muestra varios puntos débiles, en varios lugares las masas se encuentran dispuestas a la lucha, cientos de miles de jóvenes salen a las calles a denunciar la dictadura del capital financiero en movimientos como Indignados, Nuit Debout, Occupy Wall Street, generación de los 700 euros. El modelo euro se hunde y amenaza arrastrar a toda Europa, la ola de inmigración producto de la misma guerra imperialista dejan a la vista la fragilidad de las economías europeas. El imperialismo cruje desde sus mismos cimientos. La situación mundial se asemeja a un pez fuera del agua: se sacude sin saber adónde lo llevará su próximo aleteo.
Como paradoja de esta situación encontramos una crisis fenomenal del imperialismo, con las masas dispuestas a la lucha pero con la ausencia de organizaciones y partidos políticos que sean capaces de liderar procesos revolucionarios, capaces de quebrar en los eslabones más débiles la cadena imperialista dando lugar a nuevas experiencias de liberación popular con las masas movilizadas que tengan como horizonte político el socialismo.
En múltiples lugares del mundo se intenta romper el sistema de dominación del capital imperialista, con mayor o menor grado de inserción y de desarrollo organizativo numerosos partidos y organizaciones. Experiencias como la lucha armada de Rojavá en el Kurdistán sirio, las zonas liberadas por la guerrilla en Filipinas y en la India, los intentos de conformar repúblicas populares de Donetsk y Lugansk en la región del Donbass ucraniano dan cuenta de un ascenso en la combatividad de los pueblos que no se resignan a que la dominación imperialista, la guerra y la pobreza sean lo único que les quepa esperar.
Está sobre nuestros hombros la dura tarea de pertrecharnos ideológicamente para la batalla política que dispute la conducción del movimiento de masas desencantado y harto de la falsa democracia que nos imponen las clases dominantes, la responsabilidad de construir la herramienta política que haciendo eje en la clase obrera argentina sea capaz de arrastrar a las mas amplias masas detrás de un programa democrático, antiimperialista y de liberación nacional en camino a la construcción de una sociedad socialista. Y el Centenario de la Revolución Socialista de Octubre aporta un amplio arsenal de experiencias e ideas que está a la espera de ser trasladadas, no mecánicamente ni artificialmente, a la realidad de nuestro momento histórico.
Roberto Craviotto
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