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UBA: crisis interna
Las renuncias del vicerrector Darío Richarte y el decano de la Facultad de Cs. Económicas, Jose Luis Giusti, desnudan fisuras internas en la dirección de la UBA y abren una crisis que amenaza con profundizarse.
Aprovechando el descenso en la conflictividad, los últimos años de la gestión Hallú representaron el intento de reacomodar la dirección política y “normalizar” la situación universitaria. Su principal impulsor fue el bloque de Nuevo Espacio (ex Franja Morada), liderado por la UCR-Capital e integrado también por figuras del PJ y el PRO. Este armado controla el Rectorado haciendo pie en la Facultad más grande, Cs. Económicas.
A este objetivo colaboró el retroceso del kirchnerismo a nivel universitario, con la desintegración del viejo bloque de decanos autodenominados “progresistas”, desde donde operaba el oficialismo. Y luego de un breve repunte de la militancia cristinista en algunas Facultades, impulsados por el 54% obtenido en las presidenciales de 2011, continuó cediendo terreno en la UBA hasta quedar recluido en Sociales y, en menor medida, Filosofía. Así, el gobierno nacional no tuvo más remedio que profundizar su pacto de gobernabilidad con el radicalismo universitario y apoyar la sucesión de Hallú por el actual Rector, Alberto Barbieri, vertiente “pejotista” de Nuevo Espacio. La foto de una entrevista entre Barbieri y Capitanich a pocos días de la Asamblea Universitaria fue la forma en que se manifestó el aval político del kirchnerismo.
Un verdadero papelón: entre los funcionarios elegidos por Barbieri aparecen vínculos con los servicios de inteligencia, el desvío de fondos estatales (subsidios, obras públicas), el uso de patotas y barrabravas, el negocio de los posgrados, la burocracia sindical, la famosa “mafia de los medicamentos” y tanto más. El Rector eligió un gabinete para continuar y profundizar el ajuste presupuestario, la mercantilización del conocimiento y los convenios con empresas privadas.
Quiebres y rupturas
El nuevo gobierno universitario buscaba tranquilizar el panorama político para garantizar la continuidad de los negociados, la corrupción y el clientelismo político, monedas corrientes en la UBA (ver no transar 94, “UBA: entre subsidios y espías”). Por esta razón, muchas organizaciones estudiantiles se apresuraron en ver “un avance de la derecha” con la asunción de Barbieri.
Pero la historia se desenvolvió de otra manera: Por un lado, su primer fracaso fue volver público aquello que debía mantenerse oculto: los negociados con la universidad y el perfil reaccionario de sus principales autoridades.
La designación del ex director de la SIDE Darío Richarte como vicerrector generó una corriente de oposición importante entre estudiantes, docentes y la opinión pública democrática, como Adolfo Pérez Esquivel (Nobel de la Paz) y Nora Cortiñas (Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora).
Para colmo, en paralelo salió a la luz el desvío de subsidios millonarios del Ministerio de Industria hacia funcionarios de la gestión de Barbieri, como Emiliano Yacobitti (Secretario de Hacienda) y Jose Luis Giusti (Decano de Cs. Económicas). Si bien estos hechos no se materializaron en procesos de lucha masivos, la renuncia de Richarte y el poner fin a la corrupción fueron exigencias presentes desde el primer día.
Por otro lado, a 12 meses de su conformación, el armado político en cuestión ya mostraba signos de agotamiento, producto de feroces internas políticas.
La pelea del gobierno K con un sector de la SIDE -que jugaba para la oposición- culminó con su disolución a fines de 2014, luego de varios escándalos y la sospechosa muerte del fiscal Nisman. El vicerrector Darío Richarte había construido su carrera política como operador judicial del kirchnerismo a partir de su paso por los servicios de inteligencia, con los cuales aun mantenía fuertes vínculos, por lo cual quedó en una posición incómoda. Sumado a las presiones estudiantiles, la ecuación derivó en su renuncia.
Pocas semanas más tarde, otra renuncia sacudió a la cúpula universitaria: Jose Luis Giusti (Nuevo Espacio) abandonaba su cargo como Decano en Cs. Económicas a pocos meses de asumir. La noticia que provocó tal decisión fue el descubrimiento de millonarias propiedades y negocios no declarados del funcionario, tras una investigación judicial realizada en el marco de un litigio matrimonial. Sin embargo, la verdadera razón fue una división política: si bien ambos conviven en el armado universitario de Nuevo Espacio, Giusti tenía fuertes vínculos con el PRO mientras que Yacobitti era el principal operador de Martín Lousteau (ECO). Las recientes PASO porteñas enfrentaron a estas fuerzas electorales: la ruptura política ya era un hecho, su formalización era cuestión de tiempo. Solo restaba ver cuál de los dos renunciaba.
Profundizar su crisis
Paradójicamente, el armado que venía a solucionar la inestabilidad del poder universitario terminó resquebrajado y mostrando la descomposición de la UBA bajo su gestión.
La crisis que atraviesan no necesariamente es total o definitiva, pero ciertamente abre la posibilidad a la lucha estudiantil para terminar la faena. Es necesario aprovechar las circunstancias para dar una pelea tendiente a echar al gabinete de Barbieri-Yacobitti, haciendo centro en las responsabilidades políticas, que corresponden al conjunto de los funcionarios universitarios. El ejemplo más reciente es la lucha de los compañeros en la UNLaR (La Rioja), quienes voltearon a toda una cúpula universitaria mafiosa.
Dar esta pelea es condición para avanzar con reclamos de fondo relacionados con la “mercantilización” del conocimiento, la vigencia de la LES (Ley de Educación Superior), la democracia interna de la UBA y la red de corrupción, clientelismo y negociados en que han convertido a la universidad pública.
David Paz
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