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Venezuela, entre la invasión y la amenaza

El riesgo de invasión norteamericana a Venezuela se produce en un contexto de beligerancia yanqui contra distintos países de Sudamérica y el Caribe, cuyo trasfondo es la propia situación interna de Estados Unidos, una de cuyas aristas es el intento de relanzamiento industrial que persigue Donald Trump con base en el petróleo, distintas materias primas y demás recursos naturales a conquistar no por medios comerciales sino por el saqueo liso y llano.
Como se recordará, durante la última campaña presidencial en los EEUU, Trump llegó a afirmar: “Cuando me fui, Venezuela estaba lista para colapsar. Si la hubiéramos tomado, tendríamos todo ese petróleo, pero ahora estamos comprando petróleo de Venezuela, así que hacemos a un dictador rico. ¿Pueden creerlo?”
Es cierto que EEUU es un país productor y exportador de petróleo y que cuenta con las denominadas reservas estratégicas, pero la necesidad de crudo resulta de la seguridad energética, el sustento de su economía, la provisión de combustible al mercado interno y el abastecimiento de su industria de transporte. Por eso sigue importándolo, para satisfacer dicha demanda y procesar los tipos de petróleo que no produce internamente.
Dada esta necesidad, el punto para lograr el preciado hidrocarburo fue encontrar una “coartada” perfecta y así poder acometer con el saqueo de manera “legítima”.
El 8 de agosto el New York Times dio cuenta de una acción clave para posibilitar la injerencia de Trump en Venezuela: la firma, en secreto, de una directiva dirigida al Pentágono para que el alto mando militar comenzase a utilizar la fuerza contra aquellos cárteles de la droga que el gobierno calificase como organizaciones terroristas. Según dicho diario, la orden proporcionó una base oficial para desarrollar operaciones militares directas en el mar y en el territorio extranjero contra aquellos gobiernos tildados de narcoterroristas, sin mayores pruebas y sin necesidad de atenerse al derecho internacional; es decir, a lo guapo. Consecuentemente, poco tiempo después, Marco Rubio confirmó el despliegue de fuerzas navales y aéreas al sur del mar Caribe para combatir el narcotráfico.
El pretexto del narcotráfico de fentanilo y otras drogas que se consumen en EEUU puso en la mira a varios países tildados de responsables, como China, México y, obviamente, Venezuela, a cuyo presidente, Nicolás Maduro, puso precio (nada menos que USD 50 millones) con la clara intención de provocar defecciones y delaciones dentro del círculo íntimo del poder venezolano.
Dado el carácter burdo de la maniobra el presidente de Colombia, Gustavo Petro, no tardó en afirmar que “cualquier operación militar que no tuviese aprobación de los países hermanos sería una agresión contra Latinoamérica y el Caribe” y recordó que Colombia y Venezuela “son el mismo pueblo, la misma bandera y la misma historia”, para rematar que una intervención militar estadounidense en Venezuela sería “el peor error”.
Vale destacar que la jugada yanqui no tiene nada de original: enfrentar al chavismo apoyando a la derecha. En el pasado reciente Trump utilizó al títere de Juan Guaidó como cabeza de un gobierno trucho, capaz de acaudillar a toda la reacción pro imperialista en un claro intento de desplazar al chavismo del poder. La medida incluyó alentar las guarimbas, acciones de sabotaje e intentos de desembarcos de fuerzas mercenarias para derrocar a Maduro. Simultáneamente, EEUU apeló a la reacción internacional, por caso de Paraguay y Argentina, para desconocer el resultado electoral y tildar al gobierno electo de ilegítimo. En el caso de nuestro país las acciones contra el chavismo incluyeron el secuestro de un avión venezolano, actos de provocación de la derecha libertaria frente a la Embajada venezolana y la infiltración de un gendarme en Venezuela, instruido por Patricia Bullrich.
Habrá que ver ahora hasta dónde escala la aventura militar norteamericana, sobre todo teniendo presente que Venezuela cuenta con un ejército y una milicia pertrechada y dispuesta a defender al país de la agresión imperialista, y con el apoyo explícito de Nicaragua, Cuba, Colombia, Brasil, además de Corea del Norte, Rusia, Irán y China.
Aun así no hay que subestimar la decisión yanqui de avanzar con su plan imperial, en gran medida urgido por la desesperación y también por la pérdida de hegemonía en la región. Veamos rápidamente el curso de las acciones:
El14 de agosto EEUU ordenó un despliegue militar en el sur del Caribe. El Departamento de Defensa ordenó movilizar sus fuerzas aéreas y navales para combatir a los cárteles del narcotráfico que operan en esa parte del continente como parte de la política del gobierno de Trump que prevé el uso de la fuerza contra las bandas criminales que comercian con la droga.
Pocos días después de que se conociera dicha orden, la administración republicana confirmó el envío de 4.000 soldados en tres buques, efectivos que, según el gobierno estadounidense, “buscan detener las toneladas de drogas que salen del sur de ese cuerpo hídrico hacia suelo norteamericano”. Según el parte, la función del USS Gravely, el USS Jason Dunham y el USS Sampson -todos equipados con el sistema de misiles guiados Aegis- es detectar cualquier posible amenaza cerca de las costas venezolanas.
En respuesta a esta acción, miles de simpatizantes del chavismo y empleados públicos hicieron fila en plazas y cuarteles de la capital venezolana para registrarse en la Milicia Nacional Bolivariana (MNB), un cuerpo de voluntarios creado en 2009 por Hugo Chávez e incorporado formalmente a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en 2020.
Una semana después de que el Departamento de Defensa ordenara un primer despliegue militar en aguas caribeñas se conoció que, para la primera semana de septiembre, Washington ampliaría su presencia en el Caribe con más buques. El nuevo bloque de navíos incluiría el USS Lake Erie, un crucero de misiles guiados, y el USS Newport News, un submarino de ataque rápido de propulsión nuclear.
El mismo día en el que se conoció esto, el gobierno bolivariano anunció su propio despliegue naval. La confirmación llegó por parte del titular de Defensa, Vladimir Padrino quien señaló: "aquí vamos a tener también un despliegue importante de drones con distintas misiones, puntos de atención ciudadana, puntos de exploración y vigilancia, puntos de recorridos fluviales con la Infantería de Marina por todos los ríos (...), patrullas navales en el Lago de Maracaibo, patrullas navales en el Golfo de Venezuela y buques de mayor porte, más arriba al norte, en nuestras aguas territoriales".
El 1ro de septiembre además de anunciar su propio despliegue naval, Venezuela enfrentó a EEUU con las palabras. Maduro subió el tono y denunció la gravedad de las acciones yanquis cerca a sus costas: "Venezuela se enfrenta a la mayor amenaza que se ha visto en nuestro continente en los últimos 100 años”.
Al día siguiente EEUU asesinó a 11 pretendidos “terroristas” en un ataque en el mar Caribe. Así lo confirmó el jefe de su diplomacia, Marco Rubio, quien aseguró que sus fuerzas llevaron a cabo un “ataque letal” contra una pequeña embarcación “cargada con drogas” procedente de Venezuela.
Tras el letal ataque el secretario de Defensa Pete Hegseth, reiteró las acusaciones contra Venezuela y su presidente, a quien le dijo que “debería estar preocupado” y lo acusó de estar presuntamente vinculado con el narcotráfico. Ese mismo día, Trump defendió el ataque a la mencionada embarcación.
Elevando la apuesta Rubio tildó al presidente venezolano de ser un criminal buscado por la Justicia estadounidense: “Maduro es un narcotraficante, un terrorista (...) No lo digo yo, lo dice un gran jurado en el estado de Nueva York”. Además, criticó la posición de otros actores internacionales que no respaldan la posición de la Casa Blanca frente al líder chavista.
Por último, sobre el fin de la primera semana de septiembre, el gobierno de Trump desplegó diez aviones de combate F-35 en un aeródromo de Puerto Rico, incrementando la presencia militar en el Caribe. Ese mismo día dos aeronaves F16 venezolanas sobrevolaron al USS Jason Dunham, dando una clara señal de disposición al choque de fuerzas en caso de ser necesario.
Frente a esta situación, sin perder de vista las diferencias que mantenemos con Maduro, denunciamos las provocaciones del gobierno estadounidense y cerramos filas con el pueblo y el gobierno venezolano en su lucha contra la prepotencia yanqui.
Jorge Díaz
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