Luciano Nahuel Arruga tenía 16 años. Lo desapareció el estado en 2009. Casi 6 años después su familia lo halló enterrado en el Cementerio de la Chacarita. No hay ningún imputado en la causa,... Ver más
Atrapados sin salida
Tras el acuerdo con el FMI en agosto, el resultado electoral es el factor determinante de la evolución de la crisis económica y la incertidumbre tiñe todo el panorama.
La primera semana de octubre se vivió una escalada de los dólares paralelos, una verdadera corrida cambiaria que comenzó en $730, subió a $880 y se desconoce dónde frenará.
Diversas razones se alinearon detrás de la devaluación de facto. La devaluación del dólar oficial post PASO fue completamente esterilizada por la inflación y el gobierno no pudo achicar la brecha vendiendo dólares en el mercado paralelo (MEP, CCL). El paquete expansivo de medidas compensatorias de Massa (compre sin IVA, exención de Ganancias, nuevo “IFE”) y los subsidios a varios sectores empresariales (dólar soja, dólar Vaca Muerta, etc.) provocan una abundancia de pesos, que van a los mercados paralelos en busca de dólares. La escasez de reservas en el BCRA alimenta las expectativas de una devaluación del dólar oficial, luego de las generales y especialmente del ballotage.
La devaluación de los paralelos seguramente se traslade a las góndolas, porque en un contexto inflacionario los precios de los productos son anclados a una referencia estable, como el dólar. En otras palabras, alimenta una inflación cuya cifra ya oscila en torno al 12% mensual (septiembre). Conforme la situación se vuelva más frágil e incierta, el mecanismo de saltos devaluatorios y traslado a precios puede acelerarse en forma espiral y terminar en una hiperinflación.
Sean graduales o en forma de shock, aplicados por el gobierno o el mercado, la única certeza son los golpes al bolsillo que habrá durante octubre y noviembre. Lo que ocurra luego del 10 de diciembre, ya depende de un factor clave: qué candidato gane las elecciones, en qué fracción de la gran burguesía se apoye, qué plan inmediato aplique. Que la incógnita persista colabora con la incertidumbre y las tendencias a las devaluaciones desordenadas.
Javier Milei sostiene su promesa de dolarización, la que se haría con una cotización muy elevada porque dolarizar ya es complicado y hacerlo sin dólares es un arte riesgoso. En ese plan, las privatizaciones y la confiscación de ahorros y fondos jubilatorios son un hecho, porque no hay otras fuentes genuinas de dólares. Mientras tanto, Patricia Bullrich promete un régimen bimonetario con una competencia de monedas, lo cual provocaría una inmediata corrida hacia el dólar, porque nadie quiere tener pesos. Es seguro que Massa devaluará luego del 22 de octubre y posiblemente lo haga tras el ballotage, porque las reservas del BCRA no alcanzan para sostener la cotización en los actuales $350.
La existencia de tres candidatos empatados, tres planes económicos con falencias por doquier y unas elecciones con abstención récord muestran la falta de unidad en la burguesía sobre cómo darle una salida ordenada a una crisis que ya desbordó su condición “económica” y se transfiguró en una crisis política y de poder. Al mismo tiempo, crisis significa oportunidad: la de plantear una salida alternativa con un programa económico de emergencia basado en la suspensión del pago de la deuda, la estatización del sistema bancario, el comercio exterior y los recursos estratégicos. Naturalmente, el asunto no se dirime en un debate presidencial sino en el curso de la lucha de clases, pues todo plan económico establece ganadores y perdedores y en el fondo se trata de una disputa de poder, de un choque de fuerzas sociales. Nuestros ganadores son las familias de la clase trabajadora, los perdedores son banqueros, monopolios y multinacionales.
David Paz
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