1976-24 DE MARZO-2016
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A 40 AÑOS DEL GOLPE GENOCIDA
A 20 AÑOS DE LA CREACIÓN
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Rebelión popular con los trabajadores al frente: ese es el camino para enfrentar a los enemigos del pueblo.
El 7 de mayo se realizaron las elecciones provinciales en Jujuy. Luego de dos mandatos consecutivos como gobernador, Gerardo Morales le heredaba el sillón a su Ministro de Hacienda, Carlos Sadir, en lo que debía ser una sucesión ordenada. Habiendo sacado casi el 50% de los votos válidos (cerca del 30% del padrón no votó o lo hizo en blanco), y con la mayoría de los convencionales constituyentes de su lado, la reforma de la constitución provincial debía ser poco más que un trámite de final de gestión donde el apoyo popular en su provincia lo llevara en andas hasta la primera plana de la discusión presidencial. Sin embargo las elecciones no son el único ni el mejor termómetro para medir el ánimo social.
Pocos días después las asambleas docentes empiezan a poner sobre la mesa un tema incómodo en campaña: los salarios no alcanzan, en muchos casos ni para pelearle a la indigencia. Esto rápidamente se traduce en paros y movilizaciones que se van volviendo masivas y van despertando el reclamo de otros trabajadores como los municipales, profesionales, empleados de la salud, entre otros.
Despreciando estos reclamos, Morales decide avanzar con la reforma constitucional y esto eleva la tensión.
La reforma en cuestión es un compendio de parches reaccionarios que intentan blindar un orden social opresivo para las mayorías obreras y populares, pensado para afrontar tiempos en los que estas mayorías están impelidas a luchar para sobrevivir al ajuste creciente. Refuerza la defensa de la propiedad privada monopólica, relativiza el reconocimiento a la propiedad comunal de la tierra, supedita el acceso al agua a los emprendimientos extractivistas de las multinacionales, prohíbe el derecho a la protesta en calles y rutas de la provincia, endurece las penas contra los dirigentes y organizaciones que reclamen en la vía pública, entre otros arrebatos antidemocráticos y proimperialistas. No en vano la reforma recibe el apoyo explícito de todas las cámaras empresariales de la provincia.
La resistencia de las comunidades originarias, de las organizaciones de desocupados y de los trabajadores no se hizo esperar. “Arriba los salarios, abajo la reforma” es la consigna que sintetiza una unidad en la acción que se pone en marcha en toda la provincia con decenas de piquetes en las rutas y movilizaciones incesantes en San Salvador.
En la Legislatura la reforma avanza a paso firme con la mayoría radical y el apoyo del PJ. Los constituyentes del trotskismo, que habían legitimado esta estafa al pueblo con su participación, renuncian sin pena ni gloria cuando llega el tiempo de definiciones.
En las calles la temperatura sube. Morales saca un decreto de urgencia para impedir las manifestaciones y al día siguiente la masividad en las calles del centro sanciona la caducidad de ese decreto. Manda a reprimir el corte de ruta en Purmamarca y se encuentra con una lluvia de piedras que baja desde los cerros, provocando la huida de la policía. Después de una breve interrupción, el corte se retoma con más gente y más bronca. Desde ese momento, todas las asambleas del norte provincial definen que los cortes se mantienen hasta que caiga la reforma. En palabras de una de las autoridades de las comunidades: “para nosotros el único diálogo es que se vaya Morales”.
El junio jujeño tiene un pico de tensión el martes 20, día en que se vota el texto definitivo de la reforma y se jura la nueva constitución. A este día se llega con más de veinte piquetes permanentes en todas las rutas de la provincia, con paro por tiempo indeterminado de la docencia y medidas similares de los trabajadores municipales y otros gremios, y con una movilización de las organizaciones populares convocada en inmediaciones de la Legislatura. El “Fuera Morales, que caiga la reforma” avanza sobre el vallado policial y hace retroceder a la infantería y a la caballería hasta la misma Legislatura. Se desata un enfrentamiento en el que a las fuerzas represivas les lleva más de cuatro horas hasta poder retomar el control de la zona.
Las imágenes de la aguerrida lucha popular en el puente Gorriti, de la policía desbordada tirando piedras, de los disparos a la cara de los manifestantes como lo hacía Piñera en Chile, de las evidencias del uso de cartuchos con munición de acero, del ejército de policías de civil reventando puertas, del uso de vehículos privados para trasladar detenidos, recorrieron el país. De inmediato, en todas las principales ciudades se congregaron de a miles para respaldar al pueblo jujeño y repudiar la represión, incluyendo el paro nacional de la docencia y el paro general de la CGT jujeña por 48hs.
Pasados unos días, el gobierno ha cedido en varios aspectos. Mejoró su oferta en las paritarias buscando descomprimir el paro docente, liberó a la mayoría de los detenidos por la represión, se abstuvo de mandar las fuerzas represivas a los cortes en el interior. La tarea inmediata es conformar comités de lucha en cada una de las localidades, que aglutinen a todos los sectores en lucha, evitando la dispersión, elaborando un programa en común que solidifique la unidad y le dé un comando unificado al “Arriba los salarios, abajo la reforma”.
Estamos en el calentamiento previo de una campaña electoral donde todos son Braden. Si este va a ser el libreto del próximo gobierno, deberán tomar nota de la tormenta social que se está incubando al calor de las políticas actuales. El verso de que se puede acordar con el FMI sin ajustar es tan falso como que se puede ajustar sin desatar la furia obrera y popular.
Las organizaciones populares debemos tomar nota también de que Jujuy le ha puesto fecha de vencimiento a las ilusiones electorales y al cabildeo parlamentario, como canales de participación popular. El que quiera democracia tiene que buscarla en las asambleas sobre la ruta, en los paros activos, en los gremios recuperados para sus laburantes. El que no entienda esto atrasa.
Jujuy insinúa el camino de las puebladas como antídoto para los gobiernos del ajuste y la represión, y para quienes hacemos política revolucionaria esto es una alerta para desempolvar el “que se vayan todos” junto con la certeza de que la liberación nacional y el bienestar popular sólo vendrán de la mano de un gobierno de los trabajadores y el pueblo, parido por la rebelión popular.
Leo Funes
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