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Editorial - Hacia un paro activo y piquetero. Los números del fracaso
La inflación de marzo publicada por el INDEC dio la cifra de 7,7%. En el primer trimestre lleva un acumulado de 21,7%, y la variación interanual es de 104,3%. Otra vez los alimentos estuvieron por encima del promedio, con un alza de 9,3%.
Con estos números que pulverizan cualquier ingreso, ya sea por salarios, jubilaciones o ayuda social, se explica fácilmente por qué un 39,2% del país está bajo la línea de la pobreza.
Son los números que grafican el fracaso del gobierno del Frente de Todos. Un gobierno que ató su plan económico al acuerdo con el FMI, sobre la base del reconocimiento del préstamo tomado por el gobierno de Macri que se usó para financiar la fuga de capitales. Un gobierno que jamás tomó medidas en contra de los grupos concentrados. Para los monopolios del agronegocio, tipo de cambio preferencial; para la banca local, un festival de endeudamiento que ahora suma el remate de los bonos en dólares de la ANSES; para el pueblo trabajador, topes paritarios, recorte de planes, jubilaciones de hambre y programas de control de precios que para lo que menos sirven es para controlar los precios.
El gobierno de los Fernández no vino a revertir el desastre macrista: vino a administrarlo. El ajuste que viene llevando adelante desde que asumió, que se profundizó con la llegada de Massa a Economía, da cuenta de ello.
Estallido de bronca
El principal capital político del gobierno peronista fue el de aplicar un ajuste profundo sin que la protesta popular se saliera de ciertos límites. Así, por ejemplo, logró sortear los masivos desafíos que le plantó el movimiento piquetero en la calle, sacrificando algún ministro en el camino y agudizando su interna, pero sin perder el control de la situación.
Esa capacidad se agotó tras el episodio del ministro Berni con los choferes de colectivos. Lo primero que salta a la vista es el desborde de bronca como hace mucho que no se ve. Pero hay más para analizar. Se trata del ministro que encubre todas las chanchadas de la policía bonaerense, el del desalojo a Guernica, el que llega a los cortes en helicóptero para anunciar que “tienen 5 minutos para levantar”. El paladín del orden fue humillado ante la furia obrera. En ese sentido debe entenderse el mega operativo de la posterior detención de los choferes: desproporcionado para tomarles indagatoria, pero con un claro sentido de clase.
Lo de los choferes no fue un rayo en noche serena. El coletazo continúa con los paros de colectivos que se vienen haciendo en reclamo por las condiciones precarias en las que trabajan. Y sobre todo debe ser inscripto en lo que viene sucediendo desde febrero por la falta de luz, con cortes y escraches, y también en la destrucción de un búnker narco en Rosario frente al asesinato de un niño.
La enumeración da cuenta de que no se trata de hechos aislados, sino de una tendencia, que se expresa de manera inorgánica, es decir, por fuera de la lucha organizada y canalizada por las organizaciones populares. Su contenido es inequívoco: esto no se aguanta más.
El brazo armado de los enemigos del pueblo
En las provincias el tema de la contención al hartazgo popular viene de hace tiempo. Si dicho hartazgo es una tendencia de masas, entonces la represión se tiene que plantear a gran escala. En Córdoba, luego de la movilización piquetera por el centro de la ciudad del miércoles 5, la justicia provincial emitió seis imputaciones contra referentes. El mes pasado, en Mendoza fueron detenidos dos dirigentes piqueteros tras una jornada de lucha, lográndose su libertad algunos días después. También durante marzo, en Chaco la policía reprimió la valiente pueblada qom frente a la desaparición de un joven en Misión Nueva Pompeya. Si a la lista sumamos Jujuy, Salta o Chubut, por citar algunas, se puede apreciar que no es un problema de identidades políticas.
Pero en este terreno las clases dominantes tienen una encrucijada. Si Patricia Bullrich sale a pedir que el ejército intervenga en Rosario, Cristina Kirchner se despega de la detención de los choferes. No hay que olvidar que, allá por 2001, De la Rúa quiso reprimir los saqueos en la provincia de Buenos Aires valiéndose del estado de sitio. Lo que pasó después es historia conocida.
Mientras tanto las barriadas se siguen llenando de policías y gendarmes, repitiendo una fórmula ya fracasada. En medio de la crisis, no se puede dejar en manos de las distintas variantes de la derecha el problema de la seguridad. Hay que reivindicar el justo derecho a la autodefensa. En tanto trabajadores y vecinos de barrios populares, hay que tomar la iniciativa para garantizar la vida y los derechos, y no confiar en las fuerzas estatales que son parte del problema. El derribo del búnker en Rosario y la recuperación del espacio barrial da cuenta de esta necesidad. Lo mismo empieza a pasar donde se produjo la muerte del colectivero: en tres barrios de la zona del km 40 en Virrey del Pino se organizan patrullas de protección vecinal para permitir que los vecinos se muevan en el barrio.
De la bronca a la rebelión popular
Aplicar el ajuste brutal que reclaman los monopolios en este marco de bronca se presenta como una tarea muy difícil. A cuatro meses de las PASO, las dos grandes coaliciones que se disputan el próximo gobierno aún no definen a sus candidatos: es un síntoma del desconcierto que impera por arriba. Arrastrar a los trabajadores y el pueblo hacia esa interna es un camino muerto para darle salida a las necesidades populares. No se puede seguir en la eterna opción por males menores o mayores: en definitiva, las elecciones de este año serán eso. La verdadera salida vendrá de un quiebre.
La bronca se viene manifestando en estallidos de furia ante hechos puntuales. Hay que trabajar por darle a la misma un cuerpo orgánico. Por un lado, esta tónica rebelde es la que tiene que primar en la intervención en las luchas en curso, por la actualización de las paritarias y contra la precarización laboral, contra los recortes en la ayuda social, por tierra para vivir, por condiciones de estudio dignas; trabajando por hacerlas confluir en un paro activo y piquetero que ponga como centro la derrota del ajuste.
Por otro lado, de esa tempestad tiene que salir la fuerza social que aplique el programa que hace falta para superar la crisis en sentido popular: suspensión de los pagos al FMI, nacionalización de la banca, del comercio exterior y de los recursos estratégicos.
En esa dirección hay que jerarquizar la jornada de lucha contra el FMI de la Autoconvocatoria por la Suspensión del Pago y la Investigación de la Deuda, con centro en Plaza de Mayo, en donde confluyó con la movilización de la CTA-A, y en varias provincias en donde se empalmó con el plan de lucha de los estatales. En ese camino, desde el PRML hemos dado un paso en la conformación de una propuesta unitaria con el lanzamiento del Encuentro Nacional de los Trabajadores y el Pueblo (ENTyP) el año pasado. Convocamos a las fuerzas obreras, populares y patrióticas a seguir trabajando por esta salida rebelde y popular.
Agustín Damaso
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