Finalmente se concretó el acuerdo con los bonistas, no hubo default y la nota destacada fueron los festejos en el gobierno a la par del reconocimiento por parte de CEOs y ex funcionarios... Ver más
Editorial - Avanzar hacia una salida popular
El espejo de Brasil
La primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil arrojó un balotaje entre Lula y Bolsonaro, luego de una ventaja del primero que deja con vida al segundo.
El actual presidente basa su campaña en la estabilidad económica que atraviesa el país, donde lo más destacable es la inflación negativa, a contramano de gran parte del mundo. Este “milagro brasileño” tiene como base las reformas laboral y previsional aprobadas al comienzo de su mandato, que prácticamente retrotraen los derechos de los trabajadores al siglo XIX.
En nuestro país, oficialismo y oposición se miran en el espejo brasileño. En el Frente de Todos se entusiasman con que un nuevo mandato de Lula permitiría reposicionar a los países de la región para renegociar los términos de la dependencia, profundizando los lazos con las potencias “amigas” como China y Rusia. Del otro lado, Juntos por el Cambio ve en Bolsonaro a quien encarna el proyecto de estabilización basado en un ataque en toda la línea al movimiento de masas. No es casual que en su suerte de gira política Eduardo Bolsonaro -hijo del presidente- se reuniera con referentes del PRO, con Pichetto y con Milei.
Así, para enfrentar al filofascismo antiobrero que se perfila por derecha, el progresismo propone la diversificación de la dependencia, prendiendo una vela para que el precio de los commodities acompañe el proceso. Demasiado poco para afrontar una crisis mundial que tiene en Ucrania su expresión en el terreno militar. Demasiado débil, visto el presente errático de gobiernos como el de Boric en Chile y de Castillo en Perú. Y demasiado por detrás de la rebeldía que las masas de distintos países latinoamericanos vienen demostrando desde antes del estallido de la pandemia.
Quién cede y quién crece
En nuestro país los ingresos populares se ven pulverizados por la inflación, que en los últimos tres meses pegó un salto descomunal. El 6,2% de septiembre, si bien algo más bajo que en las mediciones anteriores, lejos de representar una desaceleración ratifica la escalada inflacionaria.
En el marco de las condiciones que impuso el acuerdo con el FMI, el gobierno nacional otorga concesiones a los grandes capitales, vía tipos de cambio diferenciados, mientras que para el pueblo ofrece un relanzamiento de los “precios cuidados”, 30 cuotas y un bono para desocupados que están afuera de la ayuda social, además de paritarias que corren de atrás a la inflación, que en el presupuesto 2023 se proyecta en un 60%.
Con este telón de fondo, se instala en el debate público la necesidad de un plan de estabilización. Para reordenar el conjunto de los precios de la economía, sería necesario partir de una devaluación brutal -lo que redundaría en una hiperinflación-, de una reforma laboral leonina y un mayor ajuste en las cuentas públicas. Es lo que se plantea desde el Fondo. También lo que decía públicamente Rubinstein antes de ser nombrado viceministro de Massa. Es lo que, sin disimulos, cacarea Macri en cada entrevista. Es lo que, con eufemismos, reclamaron los grandes empresarios reunidos en el coloquio de IDEA, secundados por la burocracia sindical infame. La reunión del empresariado fue convocada con el sugerente título de “Ceder para crecer”. Lo que no dice el título es que, gobierne quien gobierne, en tiempos de crisis siempre cede el pueblo trabajador y siempre crecen los monopolios, las multinacionales y los banqueros.
Conscientes de las dificultades políticas que tal hoja de ruta supone, e inmersos en sus contradicciones internas, el FdT avanza en esa misma dirección pero a los tropezones. Si hay sectores convencidos de ese camino, también hay otros que no están dispuestos a pagar los costos a nivel social, que necesariamente incluyen enfrentar de lleno a la lucha popular. A este respecto, no es un dato menor el calibre de la represión a las tomas de tierras efectuadas por los mapuche en Villa Mascardi. Además de todas las violaciones a las garantías que supusieron las detenciones y posteriores paseos por distintos puntos del país de los detenidos, la propia formación de un comando conjunto entre fuerzas federales y de la policía de Río Negro supone un antecedente serio en esta materia, impulsado por el ministro Aníbal Fernández con apoyo explícito de Alberto Fernández y ante el silencio de Cristina Kirchner.
Todos separados
Tras el ataque fallido contra Cristina, el oficialismo había pactado una tregua interna que le dio cierto aire al gobierno. Pero la coexistencia pacífica dentro del FdT solo duró unas cuantas semanas.
A nivel de gabinete, fueron tres los ministros que salieron eyectados en las últimas semanas. La renuncia de Moroni muestra las dificultades en la contención de los trabajadores vía acuerdo con la burocracia sindical, con el moyanismo que vuelve a la carga y amenaza fracturar a la CGT y con conflictos que pujan por perforar la miseria de las paritarias que corren de atrás a la inflación. En cuanto a Zabaleta, su salida venía planteada prácticamente desde que había asumido. Quien se presentó como un duro para contener al movimiento piquetero vivió desde su despacho los acampes y movilizaciones más masivas del último tiempo; su vuelta a Hurlingham era cuestión de tiempo. Por último, Gómez Alcorta finalmente se cansó de encabezar un ministerio de cartón, situación gatillada por el ensañamiento con las mujeres mapuche en la represión de Mascardi.
La celebración del 17 de octubre, con cuatro actos, dio otra muestra de la dispersión en el oficialismo. Que el presidente Fernández haya pasado la principal fecha del peronismo inaugurando una autopista habla con elocuencia de su nivel de liderazgo dentro del movimiento. La Plaza de Mayo fue ocupada por el kirchnerismo, el moyanismo y las dos CTA, bajo una consigna en la que la soberanía y la justicia social se subordinaban a un llamado a la “unidad nacional”. ¿Unidad con quiénes? Problema sin resolver de los que ven la magnitud de la crisis pero no sacan los pies del plato. En el conurbano bonaerense estuvieron los Cayetanos, que tienen claro cómo la crisis viene castigando a los más pobres pero no piensan en soltar sus cargos en el gobierno. Por su parte el grueso de la CGT hizo su acto en Obras Sanitarias con el eje puesto en el armado de listas del año que viene, es decir, bien lejos de las preocupaciones del movimiento obrero. Sin embargo, fue de este sector de donde salió la definición más clara, cuando el eterno Barrionuevo declaró que “el peronismo está hecho mierda”. Más gráfico imposible.
La oposición de JxC tampoco escapa a los coletazos de la situación que se traducen en internas bravas. Con los radicales apostando a su juego propio, las bravuconadas del tándem Macri-Bullrich le cierran cada vez más el paso al sector de Larreta. No se trata de un problema del orden de los discursos. La pelea se trasladó hace ya varios meses al principal distrito que maneja el PRO, la CABA. La intransigencia que pretende mostrar Acuña en su conflicto con estudiantes y docentes es en realidad signo de debilidad, propia de quien no está controlando la situación. A este respecto, es importante anotar que el movimiento de tomas de escuelas, confluyente con los paros y movilizaciones docentes, carece de una dirección que unifique al conjunto sobre la base de objetivos claros; pero incluso así muestra toda la potencia de la rebeldía de los de abajo en acción como camino para enfrentar los planes de ajuste.
Por una salida popular a la crisis
Con la inflación descontrolada al tope de las preocupaciones, en muchas provincias se desarrollan distintos conflictos salariales, encabezados por docentes, personal de salud, choferes. Luego de prolongados meses de lucha obstinada, en el puerto de Buenos Aires los portuarios de Terminal 5 están comenzando a destrabar el problema del reparto de la carga para asegurar los puestos de trabajo.
De los conflictos obreros, en el último tiempo despuntó el del neumático. Se trató de una pelea que tuvo consecuencias más allá de las fábricas del sector: la parálisis en la producción de neumáticos impactó en la industria automotriz. La envergadura de esa lucha obligó a todos los sectores a posicionarse. Así, acompañando el grito en el cielo de las patronales monopólicas, la burocracia sindical jugó abiertamente su papel antiobrero; la oposición pidió por una solución favorable a las empresas y el gobierno nacional, a través del superministro Massa, tildó de caprichosos a los huelguistas. La cuestión se coló en la interna de la CGT, y fue un escenario más para exponer la disidencia del moyanismo con el resto de la Central. La repercusión trascendió las fronteras locales, y ante la posibilidad de abrir las exportaciones para quebrar la huelga, los obreros de Brasil se pronunciaron en solidaridad con sus compañeros argentinos y amenazaron con entrar en huelga. Al peso objetivo propio de un sector del proletariado de la gran industria, se sumaron las potencialidades políticas, en la confluencia de esta huelga con el acampe piquetero y las tomas de escuelas. Un cóctel que el gobierno y las patronales prefirieron desactivar a costa de retroceder, dejando un saldo que tonifica las luchas obreras y populares por venir.
Por su parte, el movimiento piquetero combativo se apresta a dar pelea frente a los anuncios de la flamante ministra Tolosa Paz, quien persiste en el camino de estigmatizar a los beneficiarios de planes, detrás de lo cual asoman intenciones de incumplir acuerdos. Se suma la rebeldía del movimiento estudiantil en la CABA, la pelea en defensa del medio ambiente y por la soberanía.
En estas luchas está el germen de una Argentina distinta. Dada la magnitud de la crisis en curso, las medidas más elementales para alcanzar la soberanía y el bienestar no son posibles sin tocar los intereses del capital monopólico, nacional y trasnacional. Lo primero es suspender de inmediato los pagos de la deuda externa e investigar su origen, castigando a quienes se beneficiaron en detrimento del pueblo y de la nación; a ello hay que sumar el control estatal del comercio exterior, de la banca y de los recursos naturales y estratégicos, para volcar todo ese caudal a las necesidades del país y del pueblo trabajador.
A la par que se alienta la lucha por cada reivindicación, es una tarea de primer orden darle forma a la fuerza social que sea capaz de darle impulso práctico a este programa. Con la base unitaria alcanzada en el ENTyP, nuestro partido ratifica su voluntad de trabajar en esa dirección, avanzando en un proyecto revolucionario que abra camino a una Argentina liberada y por el socialismo.
Agustín Damaso
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