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Estallaron las tomas - No son usurpaciones, son necesidades y derechos negados
Son los ojos del hambre, de la falta de techo, de changas y trabajo, de la marginalidad con sus efectos. Y a ese mundo de carne y hueso que se rebela frente al engaño, otra vez, se lo presenta como el sobrante, al cual si no bastan los mangrullos y zanahorias, allí está la mano dura y la criminalización para encapsular la protesta cual si fueran caprichos de los auténticos desheredados. No basta con los desalojos forzados como no bastó con el ocultamiento político y judicial de la política represiva que la tenaz conciencia democrática puso al desnudo en el caso Facundo Astudillo Castro.
Las tomas de tierra estallaron como derivaciones de la crisis terminal, al impulso de necesidades extremas, ignoradas y ninguneadas por décadas. En un país donde abunda la tierra y con un déficit de 3,5 millones de viviendas sustentables, no hay lugar para un techo propio tan solo por la vigencia de un poder de clase minoritario, amparado en la formalidad de una democracia conformada en el saqueo y en la “ilegitimidad” del derecho a la vivienda propia. Frente a las mentiras envenenadas que la derecha ortodoxa destila para descomponer las exigencias planteadas, y aprovechando el ruido interno generado en el gobierno, defendemos, planificamos y organizamos las tomas centralmente en terrenos fiscales, muchas veces verdaderos basurales transformados posteriormente por los mismos vecinos en barrios urbanizados.
Son resultados en los últimos 70 años de un éxodo permanente desde el interior del país producto de la deformación del capitalismo dependiente, donde los grupos económicos del agronegocio hacen tierra arrasadas priorizando sus intereses por encima de los pueblos y de la nación.
El gobierno actual retrocede diluido en su propia genética y pretende, al amparo de resoluciones judiciales protofascistas, conformar la extorsión de las clases pudientes. El bombardeo sobre los sectores medios cargados en su individualismo, y sobre todo la paralización de muchos componentes del Frente de Todos, hacen que diatribas secundarias se transformen en principales, acentuando la crispación interna en lugar de sostener como sea los derechos elementales de nuestro pueblo.
Un proyecto de liberación, contra la opresión y la pobreza
Previo a las tomas, el hambre y el desempleo también dan cuenta, en plena pandemia, de la necesidad de cambios estructurales, visto que la recesión se arrastra desde 2011 y no hay proyectos de trabajo genuino en curso que puedan relativamente formalizar la economía para avanzar hacia un salario justo. Los IFEs, planes, asignaciones, son efectos del empobrecimiento no solo por el fracaso de los proyectos de la gran burguesía acotada a las reglas de juego de las multinacionales. Fundamentalmente porque no se corta con la dependencia del capital monopólico. Sin generar puestos de trabajo genuinos, apertura de fábricas, tendido de redes eléctricas, gas, agua, en un trazado de urbanización colectiva, no habrá posibilidad alguna. No se podrá avanzar si no se producen tales cambios de fondo. Los mismos son antagónicos con los cambios estructurales que plantean los grupos de poder. Los acuerdos y compromisos firmados por el gobierno, que se pretenden como distintos, en el supuesto que se implemente el anunciado plan “potenciar trabajo” para 4 millones de personas (aún sin financiamiento) no es más que resignarse a la miseria de una sociedad empobrecida, antes que al progreso y bienestar que corresponda a cualquier familia de nuestro país. Ambos polos de la grieta disputan dentro del capitalismo y la tendencia a la concentración económica los pone cada vez más cerca.
Colaboran y allí están los caballos de Troya en que han derivado participacionistas y gordos de la CGT. Atornillados, operan desde la traición, desde el boicot y desde la contención para frenar la presión ejercida por la clase trabajadora que resiste una mayor pauperización en sus condiciones de vida. Es la contradicción objetiva que no se puede resolver sin rebelión popular porque han sido restringidos los límites del parlamentarismo actual. Tampoco alcanza con la prédica de un subjetivismo devaluado, cuyas rémoras de justicia social se apoyan en el consenso plebiscitario, en lugar de las puebladas populares, históricamente eficaces y únicas para los cambios estructurales o revolucionarios pendientes de concretar.
Sin desestimar diferencias entre los dos proyectos que garantizan la gobernabilidad del régimen actual, pero dando cuenta a su vez que tampoco el progresismo de otrora alcanza para reformas sustanciales dentro de la alternancia vigente, hay que poner proa hacia una intervención popular y confluyente para que los trabajadores o tercer contendiente desde abajo se hagan cargo del conflicto y abran un nuevo rumbo frente a la crisis planteada.
Elbio Rojas
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