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El sentido del cambio de Cambiemos | No hay salida a la crisis sin rebelión popular
El adelanto de fondos provenientes del FMI tras el viaje de Macri a los Estados Unidos no significa que la plata entregada previamente se haya malgastado y que ahora el gobierno necesite más para calmar la corrida cambiaria. Se trata de apurar el ritmo de endeudamiento tras haber experimentado las revueltas obreras y estudiantiles, en especial durante agosto y septiembre, momento en el cual Macri llegó a confesar que estos habían sido los peores meses de su vida después de su secuestro.
De esta forma, con el adelanto del dinero, queda claro que la ofensiva reaccionaria del capital financiero ha reconocido que el límite a su plan no está en la oposición parlamentaria, quien a través de la figura de Miguel Ángel Pichetto acaba de darle el visto bueno al proyecto de ley de presupuesto 2019, sino en la lucha callejera, la cual por estos días llegó a adquirir tal virulencia que puso en jaque la capacidad de contención de la burocracia sindical y estudiantil.
También el auge de luchas ha puesto en claro que la potencial vuelta al “cristinismo” está cuestionada por vastos sectores de masas habida cuenta de la conducta de Cristina Fernández, quien hizo la plancha a la hora de convocar a su militancia para pasarle por encima a Macri en éste, “su peor momento”. Por el contrario, no tan lejos de los gobernadores peronistas aliados a Macri, Cristina ha dado la orden de no hacer olas que provoquen un estallido social para, de esa manera, enfriar la cancha en busca de un clima electoral que le permita competir en 2019.
De esta forma, ambos sectores (peronistas y kirchneristas), juegan al pacto de gobernabilidad con Cambiemos interesados en descubrir si Macri representa un modelo con perspectiva de éxito o si habrá de precipitarse por su propio peso habida cuenta de la aparente ineptitud que parece asomar a cada paso de su gestión. Es decir, si lo que se observa es una seguidilla de malas políticas o una serie de jugadas maestras por parte de Macri y su gabinete de CEO´s.
Una sucesión de señales parecen darle crédito a la segunda hipótesis. Oportunamente hemos señalado que anticipándose de manera aparentemente extemporánea al desembarco del FMI, Macri decretó el 11 de enero de 2017 disponer los recursos naturales como garantía de un nuevo default, también que para ello dichos recursos saldrían del paraguas de la soberanía nacional y que ante eventuales diferendos con los acreedores Argentina acudiría a tribunales estadounidenses y británicos. Es decir, pareciera que de arranque Macri actuó como un adivino de lo que hoy se vislumbra como casi un hecho. Sin embargo, recapitulando sus pasos queda claro que no fue ningún vidente sino el fiel ejecutor de un plan de entrega a la dominación imperialista.
Como es sabido, luego de aquel decreto, el gobierno puso en marcha un programa económico de apertura importadora irrestricta que aceleró el déficit comercial y provocó el cierre progresivo de infinidad de fábricas. Simultáneamente, llevó las tarifas a las nubes y eliminó las retenciones al agro y la minería desfinanciando las arcas públicas y profundizando el déficit fiscal que desató la hiperinflación. A partir de este nuevo escenario, Macri justificó la vuelta al FMI y una serie de medidas de ajuste de gastos, despidos en masa de trabajadores del Estado, interrupción de la obra pública, recortes de programas sociales, etc., en procura de la parálisis total de la actividad productiva la cual hoy está prácticamente lograda con la elevación sin límites de las tasas de interés y la devaluación del peso.
Pero el punto es que lejos de castigar solo a los trabajadores, jubilados y pequeños empresarios el plan arremete, también, contra el sector industrial más concentrado capitaneado por los principales grupos monopólicos de origen local.
Mientras Donald Trump y Theresa May llevan adelante una ofensiva proteccionista sin precedentes, Macri abrió la puerta de par en par eliminando toda intervención antidumping.
Fue resonante en la Unión Industrial Argentina, por ejemplo, el reciente caso de Ledesma quien recibió un rechazo a la continuidad de políticas proteccionistas frente a la importación de papel estucado procedente de la Unión Europea. Y lo mismo sucedió con Ferrum respecto de la importación de sanitarios más baratos de China y México y de Techint en cuanto al ingreso de caños de gas a mitad de precio procedentes de China.
Por otra parte, la suba del dólar abrió la puerta al remate de los activos de las grandes empresas locales que cotizan en Wall Street permitiéndole a los buitres comprar sus papeles a precios de remate. De esta forma, desde el comienzo de la crisis externa la caída combinada de los valores bursátiles y la devaluación del peso ha depreciado los activos argentinos en un 70 %. Como remate de males, Techint, Aluar, Pescarmona, Ledesma, etc., ven absortos como sus ejecutivos son encarcelados por coimas pagadas al anterior gobierno mientras el padre del presidente, el rey de la obra pública lograda con sobornos, permanece airoso.
La correspondencia del macrismo con el gran capital financiero y agropecuario en desmedro de los monopolios industriales es evidente, sin embargo apunta más allá.
Si el anterior gobierno era expresión de la gran burguesía renegociadora de la dependencia, el actual expresa lisa y llanamente a la gran burguesía capituladora frente al imperialismo.
Ante este escenario, concientes de la coherencia de las políticas de Macri a la hora de aplicar el plan reaccionario dirigido por el FMI, del pacto continuista establecido con la oposición parlamentaria integrada por peronistas y kirchneristas, del carácter capitulador del gran capital financiero, agropecuario y extractivista, y del auge de luchas populares, surge la necesidad de impulsar la conformación de un frente antiimperialista con eje en la consigna fuera el FMI de Argentina - fuera yanquis de América Latina, que sea capaz de enfrentar y derrotar la política de hambre y entrega de Cambiemos y sus socios.
Jorge Díaz
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