Pandemia y pobreza

Jueves, 2. Abril 2020

Las indicaciones sanitarias para prevenir el contagio masivo de covid-19 que difunde el gobierno y los principales medios de comunicación dejan afuera a amplios sectores de la población, cuyas condiciones de vida le impiden cumplir con los cuidados mínimos requeridos. La pandemia, y las medidas de distanciamiento social impuestas, dejan al descubierto niveles de pobreza y desigualdades sociales preexistentes, y exponen a esas poblaciones a una situación que cada día se vuelve más explosiva.

Según el Indec, para el primer semestre de 2019 un 13,4% de la población vivía con 2 o 3 personas por habitación disponible en el hogar. Con "hacinamiento crítico" (más de tres personas por cuarto), vivía un 2,4%. Según los datos que maneja la UCA, el hacinamiento llega a 7,6%. A estas cifras que son desesperantes, hay que sumarle el avance de las dificultades económicas de los últimos meses. 

Por otro lado, si bien el nivel de hacinamiento es clave en función de poder cumplir con las instrucciones de distanciamiento decretadas, los problemas que potencia la cuarentena en los barrios más pobraes son múltiples. Se suman las graves deficiencias en infraestructura (escaso o difícil acceso al agua potable, ausencia de cloacas, calles intransitables, etc.), los serios problemas de malnutrición y la existencia previa de los brotes de dengue y de sarampión, que avanzan rápidamente en villas y barrios populares. Los habitantes de la Argentina que ocupan viviendas que no resultan adecuadas -por cuestiones como sus materiales, el servicio sanitario al que se accede o no y el espacio disponible- representaban un 27,2% del total a fines del año pasado: unos 11,4 millones de personas. Si a este cuadro se le agrega la nueva pandemia, la trampa es perfecta.

Pero lo que por estas horas genera mayor tensión no son estos elementos del contexto sino la amenaza del hambre. Es sencillo llegar a la conclusión que cuando el hambre empiece a apretar se acaba la cuarentena. Y estamos en tiempo de descuento. La gran mayoría de los habitantes de estos barrios no tienen empleos formales (por lo tanto, en estos días no tienen ingresos), el trabajo que a duras penas se sostenía y las changas ya no están (limpieza, construcción, arreglos en domicilios particulares, cuidado de niños y ancianos), no se puede cartonear, limpiar vidrios ni rebuscarse en las ferias. Los precios de los alimentos siguen subiendo incesantemente, los kioscos y comercios barriales empiezan a sufrir el desabastecimiento y nadie fía más, los comedores y merenderos están desbordados y, como si faltara algo, la policía hostiga más que de costumbre.

En estas condiciones, ¿cuánto pueden aguantar la cuarentena? La razón sanitaria de estirar el distanciamiento social en el tiempo para “achatar la curva” del contagio masivo y con esto evitar el colapso del sistema de salud, puede ser muy correcto en abstracto. En concreto es esta realidad para millones. Quedarse en casa en estos contextos sociales tiene consecuencias mucho más virulentas que en otros sectores. Y, a medida que pasan los días, el contagio es una posibilidad, el hambre es una certeza. 

Los subsidios y ayudas económicas que aporta el estado nacional todavía no llegan y tampoco alcanzan. Aquí se ve en carne viva la necesidad de cortar con todo pago de la deuda, de meter mano en las grandes fortunas del país, de garantizar alimentación, salud, vivienda y condiciones dignas de vida a costa de la propiedad monopólica e imperialista en Argentina. 

La inmensa tarea que despliegan los movimientos territoriales como la CUBa-MTR ayuda a acercar las soluciones para la urgencia, a la par que consolida la organización de los más humildes para que la salida de la crisis no recaiga sobre sus hombros.

Leo Funes

Jueves, Abril 2, 2020 - 17:30

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