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Desbordar a las cúpulas sindicales y unir nuestros reclamos
Con frecuencia Cristina Kirchner suele ‘chicanear’ a los portadores de un reclamo. En esto hay que reconocerle su conducta ‘democrática’: su blanco a veces son trabajadores, otras veces empresarios, les toca también a sus funcionarios y alcanzaron al mismísimo Obama.
Tras su reciente convalecencia reapareció denunciando que más de un millón y medio de trabajadores habían comprado “para ahorrar” 2.400 millones de dólares durante 2014, casi responsabilizándolos por las presiones devaluacionistas. Con el pago del impuesto a las ganancias de una parte de los asalariados, tanto ella como sus laderos Capitanich y Kicillof hablaron de “cuestiones filosóficas” o de “contribuciones solidarias” para justificar en burdo manotazo al salario. Ante el extendido reclamo de un bono para compensar el deterioro de los ingresos populares, Cristina Kirchner casi chantajeó a los reclamantes con la opción entre un bono o ‘frenar’ la obra pública.
Sin embargo bastó que la burocracia de los gremios del transporte anunciara un paro de 24 horas, al que se plegaban las CGTs de Moyano-Barrionuevo y la CTA-Micheli, para que la presidente olvidara sus chicanas y retrocediera liberando al aguinaldo del pago de ganancias para aquellos que cobran menos de $35.000. El escenario de un país paralizado por los trabajadores resulta inquietante para el gobierno y también para las grandes patronales. Es un mal ejemplo.
Por otra parte el anuncio del paro estuvo precedido con una acción de los gremios del transporte de 4 a 7 de la mañana, el pasado 27 de noviembre. El paro fue total. No hubo colectivos urbanos, ómnibus de larga distancia, vuelos ni trenes. En cuanto al subte el paro fue garantizado por los trabajadores, a pesar de la maniobra de los dirigentes oficialistas del subterráneo (AGTSyP) como Pianelli y Segovia, quienes a última hora del 26 anunciaron que no adherían sin consultarlo con las bases.
El éxito de esta medida calentó motores hacia la realización de un nuevo paro general que incluyera a los transportes. En esa dirección Moyano, junto a Barrionuevo y Micheli, comenzaron las conversaciones con Fernández de la UTA y Maturano de La Fraternidad. El mismo 3 de diciembre, unas horas después de la reunión de los sindicalistas, Cristina Kirchner hizo su anuncio sobre el no pago de ganancias sobre el aguinaldo. Ante ello los gremios que venían ‘envalentonados’ con una medida de fuerza de 24 horas, salieron a mostrar “prudencia”, y a reconocer el “gesto” del gobierno.
Con poco, y rápidamente, las cúpulas sindicales levantaron la medida y la tiraron para marzo. Esto no puede leerse sino como la manera menos traumática de retroceder ante un paro que le hubiera sumado pimienta al fin de año.
El gobierno le dio una bocanada de aire fresco a la burocracia oficialista, incómoda con lo poco que recolecta a cambio de su obsecuencia sin límites. La burocracia opositora también se dio por satisfecha, y metió violín en bolsa hablando de “devolver gestos” y buchonadas por el estilo. Es que se evitaron forzarle la mano a la lucha contra el ajuste, eludiendo así cualquier conflicto que rompa la frágil “paz social” requerida para el recambio electoral del próximo año. El único que salió a defender el paro fue Micheli, con una soledad acorde a su actitud mendicante para con Moyano.
De todas maneras queda en pie el reclamo por la anulación del pago de ganancias sobre los salarios, que no agota ni mucho menos el pliego de demandas de los trabajadores. Sigue el ajuste a los ingresos populares vía inflación y una recesión que se prolonga en el tiempo. Sin embargo, para la especulación financiera Kicillof lanzó un ‘minicanje’, a lo Cavallo, que adelanta los pagos y emite deuda con bono en dólares a tasas más altas y ventajosas. No hay plata para un bono para los estatales, jubilados o planes sociales, sí en cambio para poner a cubierto a los especuladores de adentro y hacer buena letra con los de afuera.
En los últimos días se pusieron en discusión los números de la inflación. El gobierno nacional defiende un 24% o menos, la UIA y el sindicalista Caló cuestionaron a quienes hablan de 40% (sin aclaran cuál es su porcentaje). El punto común de unos y otros parece ser bajarle el precio a los reclamos paritarios por venir. Los trabajadores que conocemos de sobra el impacto de la inflación en nuestros bolsillos debemos avanzar con el reclamo de adelanto de paritarias y un aumento salarial base del 50%.
En este escenario, habrá que superar el freno de las cúpulas sindicales traidoras y conciliadoras que están sentadas sobre nuestras demandas, que amagan pero por un plato de lentejas desactivan cualquier movilización. Sin desbordarlas no habrá paro activo y mucho menos plan de lucha. La unidad de acción vale para la lucha, no para acuerdos tramposos y desmovilizadores.
Para el combativismo sindical, la izquierda y los que luchan la responsabilidad es poner en pie una alternativa, referencia para todos los trabajadores, que enfrente en los lugares de trabajo y en la calle el ajuste en marcha. Frente a la manipulación electoralera de la burocracia sindical, no podemos responder legitimando esa farsa. Todos los esfuerzos militantes deben estar puestos en un plan de lucha que incluya a todo aquél que quiera pelear contra el ajuste, imponiendo el verdadero programa de los trabajadores y el pueblo. Por nuestra parte, en ese camino estamos.
Isabel Gómez
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