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Frente a la presión imperialista | Encrucijada en Venezuela
Luego de haber reclamado durante buena parte de 2017 la realización de elecciones presidenciales anticipadas en Venezuela, los ministros de relaciones exteriores de 12 países americanos, conocidos como el “Grupo de Lima”, rechazaron la convocatoria que hizo el gobierno venezolano, argumentando que “no están dadas las condiciones”. El giro de 180º en su posición sobre lo que debe hacer o dejar de hacer la República Bolivariana de Venezuela responde a la necesidad del Departamento de Estado yanqui de profundizar el hostigamiento hacia la hermana República, en vías a la remoción de su gobierno.
Si hace unos meses -en plena ofensiva guarimbera y con la opositora Mesa de Unidad Democrática relativamente unificada- era oportuno para los planes del imperialismo agitar las elecciones anticipadas como forma de arrinconar al chavismo en su laberinto, hoy -con la oposición desacreditada y dividida- lo conveniente sería deslegitimar esas elecciones para no tener que reconocer un nuevo triunfo del oficialismo. Así, el “Grupo de Lima” (integrado entre otros por los gobiernos de Argentina, Colombia, Brasil, México y Canadá), actúa como nuevo testaferro de la Casa Blanca en la ofensiva contra Maduro y el pueblo venezolano.
Las elecciones en cuestión finalmente están convocadas para el domingo 20 de mayo, fecha que surge como fruto del acuerdo entre el bloque de fuerzas que respaldan la reelección de Nicolás Maduro y “Avanzada Progresista”, “Movimiento al Socialismo” y “Copei”, que apoyan al candidato opositor Henri Falcón. Esta alianza, bajo el nombre de “Frente Amplio Venezuela Libre” expresa una fracción de la oposición antichavista, anteriormente unida bajo el paraguas político de la Mesa de Unidad Democrática (MUD). El timón de la MUD está en manos de cuatro fuerzas políticas que han llamado a boicotear las elecciones. Esta división en las filas opositoras es una confesión de lo difícil que le resulta a la alianza entre el imperialismo estadounidense y la burguesía entreguista venezolana, establecer una hoja de ruta clara y única para dar por tierra con la experiencia bolivariana.
La presión imperialista sobre Venezuela ya es de larga data y tiende a agudizarse. A diversos sabotajes en la producción, se suma un creciente bloqueo comercial a nivel internacional, sanciones comerciales, y un boicot económico que, en conjunto, vienen ahogando en la escasez y el desabastecimiento de productos básicos a los sectores más necesitados de la población. Pero a este caos organizado desde afuera con cómplices adentro, se le suma la incapacidad manifiesta del gobierno venezolano para ponerle fin a una desestabilización constante. La inflación gira en torno al 3.000% anual y todo el aparato productivo se ve seriamente afectado, mientras abundan los casos de corrupción por parte de funcionarios del gobierno. Si a esto sumamos la falta de firmeza del gobierno para castigar de manera ejemplar a los monopolios, acaparadores, especuladores, corruptos y saboteadores, es lógico que se haya ido generando un clima social de descontento entre las clases populares que por momentos se ven obligadas a decidir entre comer una vez al día o pagar el boleto para ir a trabajar. Evidentemente hay reservas ideológicas en un pueblo que, aún viviendo en estas condiciones, no ha caído en la tentación del “cambio” que le propone la derecha pro-yanqui.
El camino hacia la completa liberación nacional y la emancipación social no será sencillo para la clase obrera y el pueblo venezolano y, tarde o temprano, será el uso de la fuerza organizada el que defina qué bloque social se impone. En lo inmediato, la burguesía nacionalista en el gobierno buscará una ratificación en las urnas de su liderazgo, para lo cual necesita revalidar el apoyo de quienes están soportando la crisis sobre sus espaldas. Para esto, que una fracción de la burguesía pro-imperialista se preste a medirse electoralmente le permite legitimar el proceso que arranca. Sin embargo, el resto de la oposición convocando a boicotear las elecciones, es un signo de que el imperialismo estadounidense y sus socios locales, están lejos de abandonar la vía violenta para el acceso al poder. En ese sentido, la extensión por un nuevo año del decreto ejecutivo de Trump declarando a Venezuela como una “amenaza extraordinaria e inusual a la seguridad de EE.UU.” mantiene el alerta sobre la posibilidad de una intervención militar. Asimismo, son recurrentes los llamados a desatar un golpe de estado. Las recientes declaraciones del senador por Florida y destacado operador antichavista, son elocuentes: “El mundo apoyaría a las fuerzas armadas venezolanas si decidieran proteger al pueblo y restaurar la democracia derrocando a un dictador”.
Por el momento no se dejan ver fisuras considerables dentro de las FANB, y las aventuras solitarias de algún militar rebelde no han tenido eco en la fuerza y (en este caso si) han sido duramente reprimidos. De todos modos, mientras la estrategia de Trump siga siendo el empeoramiento de la situación económica hasta que la situación se vuelva insoportable y se facilite la desestabilización, el alerta sobre las filas de las fuerzas armadas seguirá latente. Aún queda en la manga de Trump una carta que podría ser decisiva y es el bloqueo de la venta de petróleo venezolano a EEUU y sus principales aliados, la cual, si todavía no se ha jugado es por el calibre de los intereses que afectaría en los propios EEUU y sus socios.
Conforme se agudiza el descalabro económico, se achican los márgenes en política para pilotear una situación crítica. La persistencia de la amenaza externa, el intervencionismo de la mayoría de los gobiernos vecinos y la ausencia de un emergente auténticamente antimperialista y revolucionario dentro del movimiento obrero y popular, mantienen la vigencia de una táctica de unidad de los antimperialista junto con el gobierno bolivariano, pero al mismo tiempo es impostergable la irrupción de un bloque obrero y popular que, apoyado en la riquísima experiencia política de masas de las últimas décadas, asuma el desafío de ir a fondo con las tareas democráticas, antimonopólicas y antimperialistas que siguen pendientes en Venezuela. Sin perder de vista ni por un instante que esa irrupción deberá ser callejera y rebelde, es posible ver también la próxima contienda electoral como un ámbito en el cual combinar la unidad con la lucha frente a los elementos más vacilantes del movimiento bolivariano, haciendo ganar terreno y visibilidad a los revolucionarios más consecuentes que se han ido gestando a lo largo de estos años de intensa lucha de clases.
Leo Funes
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