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Cumbre de Economía Verde I El nuevo gran negocio montado sobre el cambio climático
Guardaespaldas, servicios de inteligencia, autos blindados, fuerzas especiales de policía, economistas, científicos varios (algunos premios nobel), jefes de negocios, veedores y asesores de la OEA y la ONU, etc. Todos con libreto propio participando de la 2da Cumbre de Economía Verde realizada los días 5 y 6 de octubre en el Complejo Empresarial Quórum de la Ciudad de Córdoba, lugar donde se reunió la plana mayor del Partido Demócrata de Estados Unidos y varios figurones de la política y del gran empresariado local e internacional teniendo como plato principal nada menos que al propio Barak Obama, quien expuso sobre las bondades de la economía sustentable y la no contaminación. Toda una puesta para quienes, precisamente, han dado cátedra práctica sobre cómo arruinar la sociedad y al ambiente.
¿Pero de qué trata la economía verde? La misma parte de concebir al ambiente físico, es decir no creado por el trabajo humano, como “capital natural” (término que los clásicos emplearon para designar al capital estamental de los artesanos y campesinos, o sea sus herramientas, durante el medioevo). De esta forma todo aquello presente en el ambiente natural: mares, lagos, ríos, montañas, diversidad animal y vegetal, carga genética, etc., es decir, el pretendido capital natural, pasa a ser sujeto de propiedad y beneficio (como si se tratase de un capital social), sin más requisito que la intención de un manejo alternativo (sustentable) a la denominada “economía marrón” o contaminante.
La idea parte del denominado protocolo de Kioto sobre reducción de emisión de gases con efecto invernadero y del acuerdo de París sobre cambio climático, ambos impulsados por la ONU, que tienen a Estados Unidos como principal destinatario, y de los cuales este país se retiró por razones obvias: con apenas el 4% de la población mundial Estados Unidos consume alrededor del 25 % de la energía fósil y es el mayor emisor de gases contaminantes en el mundo, siendo ésta, además, una de las principales causas de discordia entre republicanos y demócratas.
En esta “nueva economía verde” la división entre países industrializados y aquellos productores de commodities es fundamental, ya que los mismos se articulan a partir de los denominados bonos de carbono, es decir, de certificados otorgados a las empresas que reducen la emisión de dióxido de carbono en sus procesos productivos, luego de reconocer el derecho de las mismas a emitir gas como un bien canjeable con un precio establecido en el mercado, donde un bono equivale a una tonelada de dióxido de carbono. Obviamente, las empresas pueden obtener certificados reduciendo sus emisiones de carbono, acelerando la extracción de dióxido de carbono de la atmosfera, por ejemplo mediante el arbolado de tierras en países pobres (previo desalojo de sus ocupantes), o de forma más sencilla comprando certificados y de esa forma evitar las multas.
Así surge el primer negocio: la compraventa de certificados o bonos en un mercado no regulado e ignorado por el sistema legal vigente, en especial en los países dependientes, hecho que posibilita un segundo negocio: el blanqueo de capitales y la transacción de derivados financieros que de ser puro papel pasan a convertirse en “capital natural”. En esta lógica, como señala la economista Amyra el Khalili en su crítica a la economía verde y los créditos ambientales, “El movimiento especulativo atrae todo tipo de negocios oscuros. Las tierras más codiciadas son los territorios de los pueblos indígenas y de las poblaciones tradicionales. Los pequeños propietarios de tierras, con manantiales, aguas subterráneas, presas y ríos en sus propiedades, también son blancos de los especuladores que prometen ventajas financieras actuando con cláusulas secretas (side letters) de compra y venta de áreas vinculantes a los créditos de carbono y de compensaciones, utilizando, por lo tanto, estas áreas como garantías reales para negociar dichos títulos".
¿Será este el motivo que empuja a gobierno, gendarmes y empresas a desalojar Mapuches? Habrá que ver. Lo cierto es que más allá del discurso de Obama plagado de buenas intenciones referidas al cambio climático, lo que prima es la voluntad de hacer negocios. Muestra de ello son las proyecciones del acuerdo de Kioto realizadas con modelos matemáticos (estudio de Wigley, 1999) según las cuales la implementación de una economía verde en los marcos del capitalismo sólo alcanzará para mitigar el calor entre el año 2000 y 2050 en 0,06°C (ver figura). Es decir, menos que nada.
Jorge Díaz
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