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Elecciones en Europa - Crisis y ascenso de la ultraderecha
Las recientes elecciones de diputados al Parlamento Europeo, realizadas entre el 6 y 9 de junio del corriente año en medio de crecientes tensiones entre la Unión Europea y Rusia a propósito de la guerra en Ucrania, la progresiva rivalidad de Europa y China en materia comercial, y el apoyo de Europa al sionismo en la Franja de Gaza, han puesto sobre el tapete el sentido general de la política europea en todos y cada uno de estos escenarios, siempre subordinada a la voz de mando norteamericana, la cual, lejos de servir al crecimiento, no ha hecho más que poner en franco declive al Estado de bienestar y terminar con el deslumbre cultural y el desarrollo económico de antaño, dando pie a un enorme descontento popular que a la postre fue capitalizado por la derecha.
Pruebas del malestar han sido la escasa participación electoral -que apenas alcanzó al 51% de los aproximadamente 370 millones de empadronados- y el ascenso de la derecha a expensas de quienes sí asistieron a las urnas a repudiar la inmigración de trabajadores venida de Asia, África y América Latina -pretendida responsable de la caída del nivel de vida-, rechazar la entrada excepcional de granos de Ucrania y así salvaguardar los intereses de los productores agropecuarios locales, y resistir la agenda verde -destinada a reducir el uso de pesticidas y las emisiones de dióxido de carbono- por condicionar la producción agrícola.
En Francia, donde la ultraderechista Marine Le Pen obtuvo un importante triunfo en la elección de eurodiputados que obligó a Emmanuel Macron a adelantar las elecciones legislativas para votar un nuevo primer ministro, los ejes de su campaña apuntaron a asegurar que los inmigrantes eran los responsables del aumento de la criminalidad, el déficit de la seguridad social y los atentados yihadistas.
Un escenario similar se observó en Alemania, donde la democracia cristiana se situó como primera fuerza política con el 30,3% de los votos, seguida por la extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD) que se ubicó segunda con un 16%, aunque fue primera en Alemania del Este -el “patio trasero germano”- y entre los obreros, superando a los socialistas (13,9%) y ecologistas (11,9%).
Otro tanto ocurrió en España donde crecieron el PP que resultó primero y Vox (el partido cercano a Milei) que quedó tercero; Austria, donde ganaron los ultranacionalistas de FPÖ; Bélgica, donde el partido ultraderechista Vlaams Belang se impuso con el 14,6% de los votos, mientras que el nacionalista flamenco N-VA se quedó en el segundo puesto con el 14,1%; Italia, donde los Hermanos de Italia, el partido ultraderechista de Giorgia Meloni, triunfó con el 28% de los votos; y así de seguido. Sólo en Dinamarca, Finlandia y Portugal, la izquierda hizo una buena elección.
A diferencia del pasado, en líneas generales, esta ultraderecha no se encuentra fragmentada por sus respectivas posiciones nacionalistas al interior de Europa, sino que anhela un “modelo ruso” para Europa, la gran nación. Esto es, una unión europea con homogeneidad racial y cultural, con una oligarquía que controle las grandes empresas, reprima a los sindicatos de izquierda y retome los valores religiosos contra el wokismo (el progresismo, el feminismo, el LGBTI+, el antirracismo, etc.).
Desde el primer ministro húngaro Viktor Orban hasta el Movimiento Nacional de Polonia del diputado Krysztof Bosak, pasando por el Premier Robert Fico de Eslovaquia, todos confían en la caída de la democracia liberal y se reconocen en Rusia porque se inspiran en el modelo nacionalista de Putin; es decir, representan a los potenciales aliados de Rusia dentro de Europa e incluso dentro del parlamento europeo.
Sin embargo, más allá del ascenso de la ultraderecha como consecuencia de la crisis, la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania ha sido un factor decisivo en el resultado electoral.
Europa avanza tras los pasos de Estados Unidos hacia una confrontación directa con Rusia. La voladura del gasoducto Nord Stream, la incautación de activos rusos, el bloqueo comercial, el envío de armas e instructores a Ucrania, el empleo de armamento de largo alcance sobre ciudades rusas, el anuncio del desplazamiento de tropas francesas en apoyo de Zelensky, etc., dan cuenta de un escenario en el cual otras naciones europeas, además de Ucrania, podrían verse traccionadas a la guerra contra una alianza poderosa integrada por Rusia, Bielorrusia, China, Irán, etc. Es decir, además de la crisis económica, energética, migratoria y laboral, Europa, arrastrada por Estados Unidos, podría convertirse en el pato de la boda de una nueva guerra mundial, sólo que esta vez sin ejército rojo para enfrentar a algún Hitler que asuma el liderazgo, ni un Plan Marshall de reconstrucción.
Jorge Díaz
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