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UNA HOJA DE RUTA AL GUSTO DEL IMPERIALISMO YANQUI
Con el último acuerdo realizado entre el Gobierno nacional y el Club de París se cierra toda una etapa de ingeniería financiera cuya consecuencia inmediata es el compromiso de pago, por parte de Argentina, de 9.700 millones de dólares.
Gran parte de la deuda con el Club se originó durante la última dictadura militar. Sin embargo, ésta siguió aumentado durante los Gobiernos que la sucedieron.
La deuda de Argentina es con 15 de los 19 paí¬ses que integran el organismo; a saber: Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, España, Finlandia, Francia, Holanda, Irlanda, Italia, Japón, Noruega, Rusia, Suecia y Suiza.
Como consecuencia de la crisis del 2001, bajo la presidencia de Adolfo Rodríguez Saá, el país declaró el cese de pagos de la deuda externa. Esa decisión implicó que también se dejara de pagar al Club de París. En dicho momento Argentina le debía unos 1.879 millones de dólares, pero esta suma creció por los intereses y la revaluación del Euro frente al Peso haciendo que la cifra llegase a 6.450 millones de dólares en diciembre de 2013.
Cómo parte de la política de “desendeudamiento” (el eufemismo con el que el kirchnerismo decidió pagar hasta el último centavo de la deuda externa), el Gobierno nacional ofreció en 2008 pagar de contado al Club de París. Sin embargo, esto se vio impedido por las acciones políticas y legales impulsadas en los Estados Unidos por los denominados “fondos buitres”, cuyos acreedores exigían igualdad de trato. Es decir, “si hay dólares de contado para uno, los hay para todos”.
Dicha situación significó, además de un revés en materia de “desendeudamiento”, una nueva postergación para obtener financiamiento e inversiones extranjeras (la verdadera razón que llevaba al Gobierno a querer pagar), habida cuenta de las dificultades internas que en aquel momento mostraban la inviabilidad del esquema de endeudamiento externo en pesos, endeudamiento interno con la ANSES y creciente emisión monetaria, medidas todas, destinadas a financiar el, por entonces, incipiente déficit fiscal.
Fue aquí donde el Gobierno norteamericano vio la oportunidad de recuperar el terreno perdido, razón por la cual Obama ofreció a Cristina Fernández mediar ante los bonistas a cambio de un giro en su política de hidrocarburos, la cual desembocó en la expulsión de Repsol y el traspaso de YPF a manos de Chevron con la consecuente primacía en la explotación de Vaca Muerta.
El cambio no resultó gratuito. Como integrante del Club de Paris, el Gobierno de España reclamo la indemnización de Repsol, exigiendo que el CIADI, una suerte de tribunal internacional con leyes propias, sin instancias ulteriores, a las órdenes del Banco Mundial, mediara en el entredicho entre Repsol y Argentina, lo cual arrojó el resultado por todos conocidos: Argentina debió sumar al pago de la deuda, la indemnización a la empresa española por 5.000 millones de dólares.
Llegado a este punto, el kirchnerismo salió a alardear el inminente inicio de negociaciones con el Club de Paris sin la presencia del Fondo Monetario, omitiendo que el acuerdo con dicho organismo se había realizado en secreto y que la resultante de dicha negociación era el programa de ajustes “ortodoxos” con los que el Gobierno despidió a Lorenzino y Moreno y recibió a Kicillof. Esto es, la devaluación del peso en enero de 2014, el reconocimiento de la inflación con la que debería medirse la deuda en pesos contraída por el Banco Central para la compra de dólares y el congelamiento salarial en el sector público.
Por fin, llegado a este punto, Cristina Fernández logró el ansiado acuerdo con el Club de París. Un acuerdo de pago por 9.700 millones de dólares, es decir, 3.250 millones más que lo existente en diciembre pasado, a pagar en 5 años, sin compromisos inmediatos de inversiones ni prestamos, los cuales quedarían condicionados a las oportunidades de negocios que Argentina ofrezca a las principales empresas de los países integrantes del mismo.
El carácter secreto del acuerdo, al igual que el rubricado hace un tiempo con Chevron, dan cuenta de lo impresentable del mismo a los fines de sostener el discurso oficial, razón por la cual la mejor carta exhibida por el Gobierno ha sido insistir en que el FMI no fue parte de la negociación, aunque soslayando que dicho organismo cuenta con representación permanente en el Club de París.
Despejado el camino del Club de París, el único litigio que queda por resolver a Kicillof en el frente financiero externo es el de los fondos buitres. El próximo 12 de junio la Corte norteamericana decidirá si hace lugar o no al pedido del Gobierno argentino de tomar el fallo del juez Thomas Griesa, quien, como se recordará, fallo contra la Argentina ordenando el pago del 100% a los fondos buitres e instruyendo al Bank of New York Mellon, que actúa como agente de transferencia para los tenedores de bonos reestructurados, para que cumpla el sentencia. De prevalecer esta decisión se generaría un default técnico de aproximadamente 24.000 millones de dólares en deuda emitida en los canjes del 2005 y el 2010, lo que significará la liquidación del total de las reservas.
El giro a la derecha del Gobierno de Cristina Fernández tiene este correlato. Por eso, su creciente acercamiento al Gobierno Yanky quien, como contrapartida, muestra un creciente interés por fortalecer a Kicillof, el nuevo encargado de negocios norteamericanos en el país y, también, el empeño en que la oposición (Massa, Unen y Macri), acompañe al Gobierno en su posición ante la Corte norteamericana.
Jorge Diaz
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