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Sin programa integral no hay salida
Dos supuestos deben ser puestos en tensión. Por un lado, el que interpreta que la estatización es en sí misma una política económica de independencia nacional y justicia social. El otro es el que asocia tácitamente a la inversión privada con la política de entrega. En cuanto al primero, se cae en este error cuando se juzga a una medida en forma aislada sin concebir sobre qué intereses de clase se asienta el proyecto económico general. Intereses foráneos y monopólicos pueden coincidir, e incluso promover, que el estado sea el que se haga cargo de determinada empresa o rama. Por ejemplo, no sería raro que luego de décadas de estar concesionados los ferrocarriles sea el estado quien los "recupere" y por ende se cargue con la tarea de arreglar los tamales que los privados deterioraron. Si ello sucediera, los recursos del estado nacional se pondrían al servicio de mejorar las condiciones férreas para que la materia prima sea transportada con mayor rapidez al puerto, quedando así esta "recuperación" al servicio y en beneficio de los monopolios y multinacionales que son quienes hegemonizan la producción y comercialización agraria.
En cuanto al segundo supuesto, en determinado momento de la historia, las condiciones obligan a que sea imprescindible el financiamiento y la inversión privada o extranjera. En la Argentina, ninguno de los convenios de inversiones fueron implementados en este sentido, más bien es la política de entrega al capital extranjero y monopolios locales lo que se implementa.
No desechamos, si las condiciones coyunturales nos obligan, optar por un retroceso táctico. Pero estamos convencidos de que sin la implantación de un programa integral no hay soberanía económica ni futuro próspero posible para la nación. Es necesario atacar la enfermedad. Hay que desterrar la matriz productiva dependiente y recuperar el monopolio exclusivo del estado en el comercio exterior, la banca y los recursos estratégicos. Sin este paquete de nacionalizaciones no saldremos nunca de la economía reprimarizada, exportadora de comodities dónde las ganancias se van. Para afuera y las miserias quedan adentro. Como lo concibió el general Mosconi, YPF debe ser 100% estatal y estar al servicio de general la soberanía energética y promover el desarrollo industrial, en el marco de un proyecto que recupere los resortes estratégicos. Retomamos las banderas, abandonadas en la actualidad, de la independencia económica y la justicia social como parte de la resolución de las contradicciones de la fase antimonopólica y antiimperialista de una revolución que marche rumbo al socialismo.
A 100 años de la creación de YPF, nunca tan vigentes las ideas de Enrique Mosconi: "no queda otro camino que el monopolio del Estado pero en forma íntegra, es decir, en todas las actividades de este industria: la producción, la elaboración, el transporte y el comercio... Sin el monopolio del petróleo es difícil, diré más, es imposible para un organismo del estado vencer en la lucha comercial a las organizaciones del capital privado"
Sabrina Fara
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